jueves, 28 de marzo de 2013

Las ciudades tentaculares

Maribel Orgaz - www.leerenmadrid.com -  28/03/2013
"En las ciudades tentaculares -como las llamaba el poeta Verhaeren- Nueva York, Filadelfia, pongamos por caso, se produce un tipo de hombre, hijo de los tiempos modernos, que me inspira una lástima infinita. Es aquel que pasa once meses al año sin tener contacto alguno con la naturaleza.

Abre los ojos al toque de despertador. Desayuna con la mirada puesta en el reloj, sin paladear, siquiera, lo que traga de prisa. Corre a hacer la cola en la entrada del subway. Luego, es el viaje subterráneo; la salida a la su oficina, generalmente por el túnel que lo deja en el sótano del edificio en donde trabaja.

A mediodía, como no tiene el tiempo de ir hasta su hogar, engulle un sandwich, traga un batido en la cafetería más próxima. Y, terminada la faena, vuelve a los túneles y subterráneos, para llegar a su casa cuando ya ha caído la noche.

Ese desventurado personaje no ha visto un árbol, no ha aspirado la brisa del mar, no ha contemplado un árbol, una planta en toda la jornada.

Llega el sábado y después de la única siesta que le está permitida en la semana, es la oscuridad de los cines. Luego, tal vez, algún cabaret bajo la tierra, aneblado por el humo del tabaco. Después de la trasnochada, una mañana vivida en dormir o leer los periódicos. Por la tarde, hará cola en la puerta de algún teatro.

Y se acostará dando cuerda al despertador para empezar una nueva semana, camino de la muerte. Y así, durante unos trescientos cuarenta días al año". Presencia de la naturaleza, El Nacional, 23 de agosto de 1952. Alejo Carpentier (La Habana, 1904- París, 1980). 














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