martes, 26 de diciembre de 2017

De las Grandes Hazañas y la depresión - Richard Byrd y Yayo Herrero- Volcano Libros

Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Si Alexander Lowen leyó el terrible relato del invierno antártico que el gran explorador Richard Byrd sufrió en 1934 hubiera reconocido, sin sorpresa alguna, a uno de tantos de sus pacientes enfermos de depresión. Las teorías de Lowen expuestas en La depresión y el cuerpo se demuestran una vez más, en el inesperado caso del Almirante Byrd.
"Uno es su cuerpo y la cabeza no lo controla. El problema es que nuestra cultura no es del cuerpo, hace hincapié en el pensamiento y no en sentir". A. Lowen.
Richard Byrd era uno de los grandes en la época de las grandes hazañas: expediciones aéreas arriesgadas, incursiones polares al límite, giras interminables para contar sus triunfos, enormes empeños para conseguir la financiación privada de sus proyectos. Una vida vertiginosa llena de éxitos reconocidos por todos.
"Para mí, la sensación de verdadero éxito fue escasa. Más bien después de hacer balance, fui consciente de cierta falta de sentido. (...) Parecía una forma de vida limitada. (...). Yo quería algo más que aislamiento en un sentido geográfico, quería hundir raíces en una filosofía enriquecedora".
En este estado de ánimo, que ya apuntaba a un conflicto emocional, decide que se aislará durante todo un invierno en una base en la Antártida para reflexionar, leer y escuchar música. Hay dudas razonables leyendo su relato de que su intención fuera permanecer en este lugar con otros dos hombres como en principio él mismo dice que planificó, y no completamente solo por motivos personales profundos.

En total, Byrd debía permanecer seis meses en aquella base, una cabaña en la que tenía que hacer  mediciones científicas. La descripción de las temperaturas que llegaron a alcanzar los -80ºC, las tormentas, el frío y la oscuridad son estremecedoras. Un territorio sin vida, en oscuridad total. Un paisaje en el que planeaba sobrevivir teniendo comida suficiente, alumbrándose artificialmente y calentándose con una estufa. En una soledad radical.

Byrd, Little América
Y Richard Byrd se derrumba a los cuarenta días. Entonces y hoy, leer en esta narración los síntomas de la depresión que le pusieron al borde de la muerte sigue siendo un asunto incómodo o un tabú. Se hace hincapié en la intoxicación por monóxido de carbono de la estufa que utilizaba, aunque si su estado anímico hubiera seguido intacto habría afrontado esta circunstancia con mejores recursos.
"Incluso en medio del sopor reconocí que el motor de gasolina no era el único responsable". 
"Un hombre puede aislarse a sí mismo de las costumbres y comodidades pero el cuerpo no se adapta fácilmente, sigue recordando. (...). No creo que una persona pueda vivir sin sonidos, olores, voces y tacto igual que no puede vivir sin fósforo y calcio".

Y su cuerpo se rebela contra este encierro: "los sentidos estaban aislados en una oscuridad muda, así que para eso estaba la mente, aunque una estaba inmóvil mientras la otra poesía el vuelo del halcón" y sabotea su proyecto enviándole recuerdos constantes de lo que había dejado atrás: "mi familia a la hora de cenar, voces en la habitación de abajo, la sensación fría de la lluvia". En una privación sensorial casi absoluta, su cuerpo desencadena terribles reacciones físicas hasta provocar colapsos: comienza a no querer levantarse, vomita casi cualquier alimento, tiene dolores atroces, duerme mal, deja de tomar te porque es un excitante, apenas puede escuchar música porque incrementa su sufrimiento y un detalle curioso, intenta leer novelas románticas porque es incapaz de leer las novelas de crímenes que también había incluido en su lista de libros pendientes. Finalmente, el dolor de sus ojos le impide también leer.

Solicitar en invierno que le rescataran no solo era humillante: "mi fortaleza se había convertido en mi trampa" pondría en peligro la vida de los hombres que irían a sacarle de allí. Así que Byrd permaneció más de cuatro meses en aquella Base Avanzada. "era un estúpido perdido en una tarea estúpida", escribe. "Al final, sólo hay dos cosas que le importan realmente a un hombre independientemente de quién sea, y son el afecto y la compresión de su familia. (...). La única decisión consciente que me quedaba era escribir un mensaje a mi mujer, una última caricia en la mano".

Cuando sus hombres logran llegar hasta Byrd han de permanecer casi dos meses en la Base porque estaba tan débil que no podía soportar el viaje de vuelta.
"Todo esto estuvo bien y me pertenece. Lo que no había contado era con descubrir lo cerca que un hombre puede estar de la muerte y no morir, o querer morir. También eso es mío, y lo fue para bien. Esa experiencia me aportó dimensiones y amistades como ninguna otra cosa habría hecho y, resulta sorprendente, cuando se acerca el entendimiento final, lo poco que en realidad debe saber uno o sobre lo que estar seguro".

Solo de Richard Byrd es también una lectura que añade otro ángulo de reflexión sobre el Cambio Climático, un aviso extraordinario sobre la ficción de una vida humana al margen de la vida o en palabras de Yayo Herrero:
"Vivir alejados de la ecodependencia y de la interdependencia ha establecido un concepto de vida humana o una noción de sujeto que es absolutamente falaz (...). Esa persona no existe: un sujeto que se considera emancipado de la Naturaleza, emancipado de su propio cuerpo y del resto de las personas."  
 "Somos naturaleza y pensar la vida al margen de la biosfera es simplemente un construcción cultural errónea e ilusa. Pero, además, somos interdependientes. Existimos gracias a las relaciones que establecemos con otros seres humanos.(...). Nadie que se sitúe fuera de esas redes y mediaciones sociales puede llegar a constituirse en ser humano, ni experimentar y satisfacer las necesidades humanas. "

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