Cuando era joven, cuentan sus compañeros de universidad, llevaba una melena ondulada a la manera de Becquer, el poeta al que tanto que admiraba.
Emilio S. Belaval, considerado el mejor cuentista de Puerto Rico, estudió derecho, renovó la escena teatral puertorriqueña, fundó una tertulia literaria anarquista, una sociedad jurídica, tuvo cuatro hijos y marcó un antes y un después en el panorama cultural de su tierra.
"Puerto Rico", explica la escritora Marta Aponte, "tiene tres millones de habitantes y cuatro millones de exiliados económicos".
En el Club de Lectura, ahora online, de la Mediateca Anabel Segura de Alcobendas (Madrid), en el ciclo Literaturas inesperadas leemos esta semana dos cuentos de Emilio S. Belaval, en una propuesta sobre las literaturas en español eclipsadas por los tres gigantes, México, Argentina y Colombia. Puedes consultar el programa completo aquí.
El pasado año, la Universidad de Puerto Rico dedicó unas jornadas a Belaval. Desde que empezó a escribir, con apenas veinte años, destacó entre los escritores de su generación, ganando premios y distinciones por sus relatos. "Escribió poesía pero era algo circunstancia para él, sin embargo, sus ensayos están a la altura de sus relatos", afirmaba Miguel Ángel Náter Maldonado, experto en su obra y al cargo de la edición de los cuentos completos. En cuanto a la dramaturgia de Belaval, además fundó una compañía en 1940 y renovó así, la escena teatral puertorriqueña.
"Nuestra literatura", continúa Aponte, "es un ejemplo de lo que ocurre en todo el planeta. Nuestro mundo es caribeño, con gente de todas partes, cosmopolita, en una mezcla de escritores que escriben en español y en inglés, con una mirada siempre en el Norte, que trata de establecer enlaces y no de que la petrifiquen, de que no la encierren en una identidad nacional".
Las primeras influencias de Belaval son los autores clásicos españoles, después sus cuentos absorben el modernismo, como toda América, a través de Rubén Darío. " Los rusos y en especial Iván Turgénev le aportaron la dimensión psicológica de los personajes. "Su obra maestra", continúa el profesor Náter, son los relatos agrupados en Cuentos para fomentar el turismo, que en principio superaban la veintena pero en su edición más conocida, "él mismo redujo a menos de diez".
"La realidad de nuestro país", continúa Marta Aponte, autora de La muerte feliz de William Carlos Williams, una novela dedicada a la madre puertorriqueña del poeta estadounidense, "es compleja. Fuimos botín de guerra en 1898 y Estados Unidos impuso una situación jurídica extraña. Viajo con pasaporte estadounidense pero no puedo votar en las elecciones americanas. Estados Unidos controla todo, la política, la economía, nuestras fronteras pero tampoco se puede hablar de blanco y negro, nuestras élites son cómplices de esto y lo que se hace es liarlo todo para disimular la colonización de facto de Puerto Rico".
Las primeras obras puertorriqueñas son tres antologías de cuentos y crónicas que se publicaron en España en 1834, hasta que en 1849 y en Barcelona, Manuel Alonso publicó El Gíbaro, considerada la obra fundacional de la literatura de Puerto Rico.
"Somos oficialmente bilingües", explicaba el director de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y gran poeta José Luis Vega, "pero la vida transcurre en español". Un español, explica Vega, con fuerte sustrato canario y andaluz. "El destino del idioma está en América y Estados Unidos, en donde hay ya, 50 millones de hispanohablantes".
Cuando Belaval publicó sus cuentos más reconocidos, hacia los años treinta, los problemas sociales se habían agudizado por la imposición del inglés, "la situación económica de la Isla era deplorable y los Estados Unidos acapararon el comercio y la industria, creando desempleo y hambre", explica Cristal Mary.
"¿Puerto Rico?, más bien Puerto Pobre", exclama amargamente un personaje de Belaval. "Su obra", propone Miguel Ángel Náter Maldonado, "es deudora de Valle-Inclán. Su amarga ironía entronca con el esperpento".
"Para entender a Belaval hay que conocer los conflictos de la sociedad puertorriqueña, nuestra particular situación histórica y sus cuentos siguen siendo válidos porque nuestra situación es la misma".
Ahora, los nuevos escritores también publican en inglés, en la estela de la corriente literaria llamada neocaribeños con Junot Díaz a la cabeza, explicaba Aponte; y los Nuyorican poets, señalaba el profesor Alberto Mercado.
"¿Cómo hacer turismo en una isla de campos hambrientos y tanto conflicto colonial?, escribía Emilio S. Belaval, en Cuentos para fomentar el turismo, "en la que una tormenta platanera lo estropea todo y deja al pobre en una vida que es aún peor que la muerte".
José Luis Vega
Un poema es una plaza blanca poblada de palomas.
Una plaza cualquiera, con tal de que haya gente
que les dé de comer. ¿Recuerdas las sílabas antiguas
sobrevolando el aire de Zocodover? ¿O aquellas
que en la Mayor de Salamanca al frío
corrían a guardarse bajo los soportales?
¿Recuerdas las torcaces de Asturias
y las que en Cuba el viento echó de vuelta al viento?
¿Y el dorado cantón de San Millán
que abrigó los sonidos cuando apenas
si cañones tenían en las alas?
¿Las plazas de la Isla, las recuerdas,
una plaza ella misma sobre el inquieto mar
de las pronunciaciones? ¿Y el mar muerto del Zócalo
con millones de voces envueltas en sarapes de smog?