Manuel Francisco Reina es autor de una obra extensa que incluye novela, poesía y teatro. Ha escrito en los principales periódicos españoles desde ABC hasta El País. Miembro de la Academia de las Artes Escénicas de España publica ahora, tras una catarsis personal y por así decir, vivencial, un nuevo poemario El fiel de la balanza acerca de la traición y cómo es vivida más allá de la experiencia personal como una traición del mundo. Fotografía: Jorge Pozo Soriano
Este poemario marca un antes y un después o es una anomalía, por así decir, en el transcurso de tu escritura.
En realidad todo mi obra tienen un componente bastante orgánico, dialoga entre sí. De hecho el título de este libro es de un verso que escribí hace más de veinte años y, curiosamente, fue mi última obra publicada, Sólo tu nombre es mi enemigo, Premio salvador Rueda de Poesía hace cuatro años, hasta esta actual, El Fiel de la Balanza. Sí tengo la percepción de que este un libro importante por muchas razones. Porque nace en el trasiego de una crisis existencial y personal importante, en la que me planteé dejar de escribir, que era como dejar de vivir, en primer lugar. Porque conforme iba escribiendo este libro iba recuperando mi ser, mis razones de vida y motivaciones y, porque tanto en forma como en fondo, este poemario suponía un reto de escritura y de introspección muy importante. El refrendo de los primeros lectores, la acogida y cómo se sienten involucrados en su lectura parecen confirmar mis intuiciones.
Cuál es la diferencia entre compartir, expresar, sanar un dolor y el ajuste de cuentas.
Bueno, esa es más una pregunta para un psicoterapeuta que para mí, pero es cierto que la escritura tiene mucho de catarsis, de terapia, de exorcismo si se quiere. El dolor no es un desconocido para mí. Ya lo he abordado en otras ocasiones, como en el poemario La Paternidad de Darth Vader, que habla de los malos tratos infantiles, en cuya contraportada, el Premio nacional de las Letras Félix Grande escribió que en esos poemas yo “ponía al dolor a trabajar al servicio de la vida”. Eso es lo que hay que hacer, creo, cuando el dolor nos muerde, tratar de ponerlo a trabajar al servicio de la vida, convertir sus daños en energía para sobreponerse. Eso también está, de forma clarísima en este libro. Es cierto que en este libro hay bastante ironía, su poco de vitriolo o incluso su punto de mala leche, si se quiere, pero domina más la ternura, también la autocrítica, y la necesidad de recuperar el equilibrio mental y emocional que una traición profunda produce.
El fiel de la balanza son poemas en prosa ¿Qué te llevó a esta forma?
Soy un lector voraz, lo he sido siempre y eso, y la suerte de tener desde muy joven la amistad y el consejo de maestros como Rafael Alberti, Pilar Paz Pasamar, Fernando Quiñones, José Hierro, Francisca Aguirre, Félix Grande, Antonio Hernández, entre otros muchos, me han convertido en un escritor muy exigente conmigo mismo. Todos tenemos temas que nos obsesionan, y nuestro sello, o al menos se pretende, pero para repetir siempre el mismo libro, mejor no escribir.
En mi caso cada libro me pide su forma y su tono. Después de haber publicado en más de dos décadas de carrera ya, 15 o 16 libros de poesía, este libro me pedía una forma más compleja, menos tradicional, y eso que me siento muy cómodo en la lírica tradicional que me parece imprescindible. Hace tiempo que estoy muy en sintonía con la llamada poesía total o totalizadora esa que, sin perder el lirismo y la creación de lenguaje y de ritmo busca recursos en otros géneros como el teatro, la música, la novela, el cine, y para eso, el poema en prosa es perfecto. He leído muchos de los referentes como Rubén Darío, que ya lo usó, o sobre todo, Cernuda en su Ocnos o Variaciones sobre un tema Mexicano y, sobre todo, en el Vicente Aleixandre y Juan Ramón Jiménez último, que me parece un poeta oceánico, interminable.
¿Crees que la poesía ayuda a que el sufrimiento no nos haga peores?
Bueno, yo he conocido a poetas que son malísimas personas pero, creo que, quien ama, trabaja y respeta la palabra es un sirviente de la luz, y más en tiempos tan oscuros. Recuerdo el maestro Ernesto Cardenal, al que tuve la suerte de conocer y tratar en mi viaje a Nicaragua cuando presenté La Princesa Paca, mi novela sobre Darío y Francisca Sánchez del Pozo, reprendió a otro poeta por mentir. Le dijo “un poeta no puede mentir. Mentir es robarle verdad a la palabra” y, eso me impresionó mucho. Quizá porque mi abuelo, que era un cordobés cabal por quien yo llevo este nombre y apellido, me inculcó que una persona vale lo que vale su palabra. Para mi es ley.
De todos los poemas que componen este volumen, puedes indicar al lector uno en especial.
Creo que cada lector encontrará el suyo, o los suyos. Creo que el último poema Mientras dura la fiesta, es un poema de recuperación de la voluntad, del control y del equilibrio. De empoderamiento, si se quiere decir con más contemporaneidad. Tal vez ese, por lo que tiene de autoafirmación, y no me refiero sólo a mí, este libro y estos poemas trascienden y van más allá de la anécdota personal, por eso los lectores están conectando con su lectura.
En otras entrevistas tienes palabras muy elogiosas para tu agente literario y la editorial.
Hace muchos años, Antonio Gala me reprochó, en mis comienzos editoriales, que creara lazos afectivos con los editores y la gente con la que trabajaba. Me dijo que me equivocaba y que había que ser implacable y alguna cosa más que me reservo. En algunos momentos me he acordado, sobre todo porque todo ha cambiado mucho, no necesariamente a mejor. Sin embargo, no renuncio al trato humano. No renuncio a crear vínculos y creo que es mejor y más fructífero cuando encuentras personas con las que te entiendes y estás en sintonía.
En esta travesía vital difícil de mis últimos tres años, casi cuatro, en silencio editorial, he hecho mucha limpieza. Mi lema ha sido, y sigue siendo, entre alguno otro: “todo lo que no suma resta” pero, también, he encontrado comprensión, apoyo y ánimo. Tanto con mi nueva agencia, Editabundo, con Pablo Álvarez y David de Alba a la cabeza, como con Cuadernos del Laberinto y su editora, Alicia Ares. Si nos comportamos como máquinas, habremos perdido lo único que nos hace distintos: nuestra humanidad.
TUS PIES CONOCEN tan bien el desierto, que podrían atravesarlo a ciegas. Tan a fondo recuerdan la naturaleza del exilio, que en las noches has caminado sonámbulo, arrastrándote como un animal herido por sus dunas. El éxodo y el desierto son el mismo nombre de la soledad impuesta. De la traición de Dios y del hombre; del corazón que pelea por seguir latiendo a pesar del golpe que lo ha dejado seco de sangre e inerme. Porque el exilio, como la esfinge sólo hace una pregunta: ¿para qué seguir?. Y en esa pregunta otra interrogación encerrada: ¿con qué motivo? Como ante el monstruo guardián del tiempo sólo puedes dar una respuesta. De esa respuesta dependerá que sigas vivo, o devorado por el dolor y la tristeza; tormenta de arena que sepulta para siempre nombres, personas, templos o ciudades, como si nunca hubieran existido.
El fiel de la balanza
Manuel Francisco Reina