Los robots de Isaac Asimov, explicaba el cineasta Ridley Scott eran mejores que los humanos "y eso se volvía en su contra".
En el club de lectura de la Mediateca Centro de Arte de Alcobendas, ahora online, hemos seleccionado, dentro de la disponibilidad del préstamo colectivo que se ofrece a bibliotecas e instituciones culturales, tres lecturas bajo el epígrafe: El futuro anticipado.
Yo robot de Isaac Asimov, Frankenstein de Mary Shelley y Dr. Jekyll y Mr Hyde de R.L. Stevenson componen una mirada proyectada sobre un mundo futuro que ahora es presente.
En los años 50, Isaac Asimov publicaba en un solo volumen una serie de cuentos que había dado a la luz en revistas pulp y que organizaría de la manera que él imaginaba sería nuestra relación con las máquinas.
Los robots, en un principio, cuidan niños y ni siquiera hablan. Después, se encargan de trabajos de cierta habilidad peligrosos para los humanos, se les envía a la colonización espacial y finalmente, sustituyen a los políticos para poner orden en el comportamiento humano: irracional, dominado por las pasiones, limitado por la pereza y la falta de ética. En una palabra, estúpido.
"No me importa lo que hagas no quiero ser como tú", cantaba The Alan Parson´s Project en el álbum I robot, inspirado en estos cuentos. "Una joya subestimada y luminosa de los años 70"; "cada canción es una pieza que construye un robot", elogian sus fans
La singularidad de la ficción especulativa de Asimov destaca en su tiempo sobre la de otros escritores contemporáneos del género como Arthur C. Clarke o Robert Heinlein impregnada de una anticipación sutil y profunda. La vitalidad y coraje con la que su imaginación se despliega sobre oscuros significados es probablemente, el propio carácter del escritor reflexionando con decisión acerca de nuestras limitaciones.
Es irrelevante, sugiere, que las máquinas tengan forma de robot, es nuestra desidia la que nos llevará a transferir a un sistema de código numérico la solución de nuestros problemas sociales y personales. Desarrollaremos un conocimiento, vaticina Asimov, no humano para solucionar conflictos, hambrunas por mala distribución de alimentos e incluso nuestra incapacidad de amar. A nadie parece sorprenderle que un niño tenga que agarrar siempre su mantita para dormir o se le dé un osito de peluche como compañía, ¿qué diferencia hay parece sugerir el escritor de origen ruso, con entregarle una cosa, un robot-niñera como Robbie? En Japón, actualmente, miles de robots cuidan a los ancianos.
Disrupciones en el código de la programación de los robots producen efectos inesperados: Herbi deduce que no dañar a un ser humano es también no hacerlo en su alma y su psique, incluso si para evitar ese daño hay que mentir. Cuando los ingenieros descubren este robot compasivo y empático, que sólo quiere leer novelas sentimentales para conocer mejor cómo es el comportamiento humano, los ingenieros le dan caza y vuelven loco. "Pensábamos quizá más que en futuro robots, en gente que ya se comportaban como robots", explicaba Eric Woolfson en una entrevista sobre la composición del disco.
Me descompongo por la mitad y pierdo la pieza
nadie puede entender ni una palabra de lo que digo
cuando me descompongo, sólo un poco y pierdo la cabeza
nada de lo que intento funciona como siempre.
(The Alan Parson Project)
Las máquinas comparan su capacidad con la de sus amos y deducen que sólo un ser superior ha podido crearlas, luego dejan de obedecerles: "soy inteligente... y este dueño es débil", El robot perdido.
Podría ser que alguien más está
mirando en mi mente.
Algún otro lugar
en algún lugar
en otra época.
(The Alan Parson Project)
En cambio, el escritor italiano Alessandro Baricco que insiste en un siglo siglo XX horrendo, es un entusiasta del mundo digital.
El autor de Seda, publicó en 2019 The Game: "el Game descansa sobre la decisión de poner la vida de las personas en manos de las máquinas".
Al contrario que Asimov, Lanier o The Alan Parson´s Project, el temor de Baricco es una renqueante Revolución Digital que no logre imponerse, que sea parcial, dirigida sólo por un grupo de ingenieros californianos que no haga más que acentuar las desigualdades sociales y no permita dar paso a una civilización mejor:
"Lo que el Game necesita es humanismo (...), en los próximos 100 años, mientras que la inteligencia artificial nos llevará aún más lejos de nosotros, no habrá bien más valioso que todo lo que haga sentirse seres humanos a las personas".
"Quizá para darle un ejemplo incierto, toda nuestra civilización técnica ha creado más infelicidad y miseria de la que ha suprimido", escribía el bioquímico y prolífico escritor de divulgación científica Isaac Asimov en el último relato de Yo robot: El conflicto evitable., "quizá la civilización agraria o pastoral con menos cultura y menos gente, sería mejor".
El pasado 19 de diciembre de 2020, Alessandro Baricco escribía con renovada esperanza en un periódico español:
"Se libra una batalla importantísima. La cultura del siglo XX, por un lado; la cultura digital, por el otro. Estoy simplificando, pero todos sabemos que la brecha existe, todos la hemos visto (...) Estoy seguro de que en los dispositivos digitales hay movimientos mentales en los que podemos reconocer la misma torsión visionaria que idolatramos en las acrobacias de un Copérnico o de un Darwin. (...) Albergo la sospecha de que, sea como fuere, la belleza de los seres humanos nunca se perderá".
La paradoja es que un científico advertía sobre la deriva de la ciencia y la tecnología, y en cambio, un autor de novelas ambientadas casi todas ellas antes de la luz eléctrica y los aviones, se muestre entusiasmado con la posibilidad de una vida mayoritariamente virtual.
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