El poeta Enrique Gracia Trinidad y la editora, Alicia Arés han seleccionado una serie de autorretratos poéticos que van desde Raquel Lanseros a Amado Nervo, Javier Lostalé, Pepa Nieto, Eva Vidal y así más de cien poetas reunidos en un volumen singular, Autorretratos poéticos, 140 autores en el laberinto interior. "Es sabido que un poeta se encuentra consigo mismo cada vez que inicia un poema. Puede estar al lado, detrás, delante, cerca siempre, pero hay ocasiones en que decide estar dentro y ser él mismo el destino total de sus versos, contarse a sí mismo, decirnos quién es, quién quiso ser, quién quiere llegar a ser". Enrique Gracia es poeta y divulgador cultural, profesor y conferenciante. Alicia Arés, fundadora y directora de la editorial Cuadernos del Laberinto, especializada en poesía y novela negra, es "bibliófila, sobre todo coleccionista de primeras ediciones dedicadas por el autor. Becquerianista, motera y muy de perros".
Un libro pensado para tener a mano, leer un poema, volver en otro momento, quizá la forma ideal de leer un poemario.
Enrique Gracia.- Esa es una gran ventaja de esta antología de autorretratos con muchos autores, pero también de muchos libros de poesía. Estos libros no unitarios ni siquiera hay que leerlos en orden. Pueden abrirse por cualquier parte, aleatoriamente.
Las novelas y algunos libros de poesía que pretenden una continuidad temática, en poesía son más escasos, sí deben leerse continuadamente para no perder el hilo.
Eso es una ventaja en este mundo con tantas prisas estúpidas en que tantos afirman no tener tiempo para nada y en el que muchos parecen incapaces de leer algo más que un eslogan. Pues ahí tienen la poesía: la brevedad junto a la intensidad.
En el mundo del libro electrónico, la poesía resiste en papel.
E.R.- Creo que es más cuestión técnica que otra cosa.
Por un lado, los libros de poesía suelen ser pequeños y más llevaderos que otros libros grandes que los electrónicos sustituyen muy bien para llevar en el bolsillo.
Pero, sobre todo porque los libros electrónicos dan problemas con los formatos a la hora de la poesía escandida, suelen descomponer los versos. Cuando son poemas "en prosa" o "a caja" no ocurre.
Si se es un buen lector de poesía hay menos dificultad porque el ritmo te suena en el oído; si no, engaña que el corte de los versos dependa del formato de la pantalla o esté descuidado.
Hay quien insiste en que el olor del papel... el tener el libro en las manos... Eso está muy bien, pero más allá de la costumbre y la nostalgia tanto da leer poesía en pantalla o en papel: la complicidad lector-poeta es la misma.
Ya dio problemas el papel frente al pergamino a partir del siglo XI y hay que ver dónde estamos.
Cuál dirías que es la tendencia de la poesía.
E.R.- Estamos en un momento bastante ecléctico. Conviven multitud de tendencias: los que continúan en el surrealismo, los de la línea clara, los metafísicos... Y en técnica los que siguen estilos clásicos, los de las últimas tendencias de verso blanco, medido y pocas veces rimado, los que prefieren el poema muy libre, las más de las veces por desconocimiento técnico, y los que ya directamente suprimen puntuaciones, cortan los versos a voleo y rompen la sintaxis y hasta la gramática ¿es esta última la tendencia actual? No, es tan sólo una moda, entre jóvenes y no tan jóvenes, por la facilidad que hay de divulgar en redes y editoriales que ven negocio en ellas.
Afortunadamente, la pluralidad de tendencias permite escoger lo mejor y desechar lo peor y pasajero.
Han existido muchas tendencias, pero Homero, Dante, Lope, Quevedo, Whitman o Pessoa siguen siendo fundamentales.
En Autorretratos poéticos, has reunido obra de 140 poetas, cuál era el criterio de selección.
Alicia Arés.- Sin duda, la mirada sobre uno mismo. El reto del autorretrato es cómo describirse a uno mismo: ¿qué destacamos cada persona cuando nos encontramos ante el espejo?, ¿de qué huimos, cuáles son nuestros miedos o angustias? ¿qué nos define o ensalzamos?
El proceso editorial de este libro ha sido apasionante ya que según nos iban llegando los poemas, íbamos comprobando lo diferentes que todos somos.
Muchos autores incidían en lo significativa que era la infancia; otros consideraban las aficiones como el eje de su personalidad; otros, su forma de ver el futuro; el amor, los hijos, En fin, cada uno somos un mundo, pero es cierto que la voz de los poetas logra que nos identifiquemos y que el enorme espacio que separa lo individual de lo universal se estreche. Los poemas que conforman esta antología son crónicas personales que reflejan a toda la humanidad.
Como editora y lectora de poesía siempre has reivindicado la figura de tu padre, el escritor Luis García Arés.
A.A.- Empezaré diciendo que le echo de menos todos los días. Recuerdo sus manos, su tímida sonrisa y que cuando yo apenas tenía 10 años me sentó en la mesa de su despacho y me explicó qué era un soneto, nunca se me ha olvidado el ABBA ABBA CDE CDE.
Mi padre es la persona más importante en cuanto lo que me conforma como persona. Con él aprendí a amar los libros, el arte; me inculcó la fe en Dios y me inició en el mundo de la edición.
Ahora leo y publico sus poemarios y siento que nos miramos enfrentados en un espejo, pero siempre unidos. Como se puede leer en Corintios: «Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara», que es justamente la cita que abre esta antología de autorretratos.
Era un hombre extremadamente culto que ya desde niña me llevaba a tertulias literarias, ferias del libro, exposiciones, subastas de arte, anticuarios y que poesía una biblioteca extraordinaria y llena de joyas.
Mi madre también fue un modelo de mujer para mí. Una persona adelantada a su tiempo y luchadora como ninguna.
Leer la poesía de mi padre es una forma de vencer la muerte, que al fin y al cabo es una de las consecuencias de la literatura.
Es interesante destacar que la antología se abre y se cierra con "un Adolfo": Gustavo Adolfo Bécquer y Adolfo Yáñez. ¿Es un detalle buscado o ha sido casual?
A.A.- Absolutamente todos los detalles del libro son intencionados. No hay nada, por mínimo que parezca, que sea azaroso. Fíjate, la antología la forman 140 autores, que es justamente el número que hace este volumen en la colección, otros detalles tan nimios pero curiosos como que el ISBN acabe en 3, que es mi número favorito y el día en que nací.
Me encanta mi trabajo, y disfruto cada pequeña particularidad que pueda aportar, aunque sea solo para mis ojos.
Respecto al orden: no queríamos una disposición cronológica, aunque evidentemente los autores clásicos debían abrir la obra. Y siempre hemos pensado que la rima II de Bécquer era el autorretrato más adecuado. Deseábamos una puerta que conmoviese, y con este poema se logra, no cabe duda.
Desde niña me ha acompañado la obra de Gustavo Adolfo Bécquer. Evidentemente no sabía que era estar enamorada pero, en esa primera infancia, sentía que el amor debía ser cómo ese poeta lo contaba y leía sus rimas con una gran pasión esperando el día que me pasase a mí. Con los años voy comprendiendo que es mejor no ser tan desgraciada y pasional y que las relaciones deben darte más alegrías que sufrimientos; pero eso es algo que no piensas en la infancia.
Además tuve la fortuna de leerlo en su primera edición, que mi padre tenía en su inmensa biblioteca, la que publicaron sus amigos al año de fallecer (1871. T. Fortanet; Madrid).
Y el poema que cierra la antología es Carne inmortal de Adolfo Yáñez, un poeta abulense por el que siento predilección y que además nos deja un mensaje final tan hermoso y esperanzador como es: «¡Y en lejanas explosiones / vivirá eterna mi alma!».
17 de febrero, Ángeles en un espejo
Antonio Orihuela
Un niño me ve jugando en el jardín
y me pregunta qué edad tengo.
-Cuarenta y siete.
Es invierno, está atardeciendo
me pongo en pie y veo a lo lejos
el corral de la casa de los Escribanos,
la cocina de villa Paquita en Los Puntales,
el dormitorio del piso alto de la Friseta,
el salón grande de la casa de la calle Cuna de Sevilla,
el patio de luz lleno de japoneses de la calle Gloria (...)