Sobre Cervantes y El Quijote - José Álvarez Junco en la Biblioteca Nacional de España
"Soy historiador, no cervantista y llevaré las cosas a mi terreno", aclara en esta extraordinaria conferencia José Álvarez Junco en la Biblioteca Nacional de España sobre Miguel de Cervantes y El Quijote.
La utilización de Cervantes y del personaje cervantino por los nacionalistas españoles del mito quijotesco, comienza Juncos, se da en el gran momento de eclosión de los nacionalismos que es segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.
No siempre la obra de Cervantes fue interpretada como epítome de la identidad colectiva española. Al principio de Cervantes se hablaba en términos universales. La primera traducción de Cervantes, en vida del autor, fue al inglés, después al italiano y al alemán y lo presentan como "crítico del mundo caballeresco, de los ideales nobiliarios".
Cervantes había hecho una obra para burlarse de los ideales de la caballería andante. Esa fue la interpretación que dieron algunos autores ingleses y después franceses y alemanes.
Y en consecuencia, se le asigna ser un indicador de la decadencia de la monarquía hispánica. "Es una curiosa interpretación porque estamos en el momento de la leyenda negra, según definición de Juan Juderías en 1907".
Es el momento en que la imagen de los españoles es muy fuerte pero muy negativa: los españoles son arrogantes, grandes guerreros, crueles vengativos y codiciosos. Son fanáticos porque han producido la Inquisición, eso es lo que dice la leyenda. Pero esto no es cierto, la Inquisición fue una invención del papado y de la monarquía francesa a comienzos del siglo XIII.
En este contexto se empieza a difundir la idea de que Cervantes es el síntoma de ese declive. Esto es contradictorio con la leyenda negra porque si es un país de grandes guerreros, lo cual formaba parte de los ideales medievales, o es un país que se burla de ellos.
En esa panorámica general, la obra de Cervantes permitía muchas lecturas como cualquier obra clásica. Los grandes autores literarios del siglo XVII y XVIII no hablan en concreto de la identidad española, si no de características generales de los que trata esta novela: la locura, el ideal opuesto a lo real, la ironía.
Será el romanticismo cuando se produce el giro hacia la interpretación del personaje: Cervantes como la representación del alma colectiva española. En su primacía de los sentimientos, del genio individual los románticos también priman el genio colectivo. "Hay una manera de ser de los pueblos que inspiran a los artistas a hacer cosas de ese pueblo".
En realidad, en España, no se habían producido libros de caballerías. Eran obras francesas, inglesas y alemanas. Y Cervantes se había burlado de todo eso pero no de los ideales caballerescos. Esta es la defensa de Menéndez Pelayo y Juan Valera en el siglo XIX. Cervantes se burla de la literatura caballeresca francesa e inglesa, amanerada y frívola. Cervantes es un autor que enlaza con el romancero y los cantares de gesta, según Menéndez Pelayo, que defiende el verdadero ideal del caballero que lucha por ideales y no por quimeras.
Esto preparó la argumentación, en 1880, para cuando llegara la gran crisis nacional en 1898.
En una guerra muy desigual, luchada contra una enorme potencia industrial como eran los Estados Unidos de América, y esto no lo sabían los europeos, por eso resultó tan humillante la derrota. España perdió las últimas posesiones coloniales: Puerto Rico, Cuba y Filipinas. Era justo el momento en el que los imperios europeos estaban en su apogeo. Los europeos dominaban más o menos entre el 60% y 70% del resto del mundo y se había establecido así la superioridad de las raza blanca y la obligación del europeo de conducir hacia el progreso a las razas "inferiores". Esto es el origen de tantas cosas que sufrimos hoy en día.
En ese momento de auge de las identidades nacionales, de lucha de las naciones europeas por controlar el resto del mundo, España pierde. Y eso fue un golpe tremendo para las élites españolas.
La crisis del 98 no fue una gran crisis económica, continúa Álvarez Junco, se perdió el mercado cubano pero se conservaron ciertos privilegios. Hubo una repatriación de capitales que posibilitó que en España se crearan los grandes bancos, no es una gran crisis política, no cae la monarquía ni el sistema de Cánovas y Sagasta.
Es una crisis de identidad, nacional, de duda en la propia virtualidad de la nación. La estruendosa derrota de los americanos obligó a crear otros mitos nacionales y ¿qué se podía hacer, a dónde recurrir? Se recurrió a Cervantes y el gran inventor, quizá con el precursor de Ángel Ganivet, fue Miguel de Unamuno.
Unamuno identificó a Cervantes con España. Si bien en 1885 dice que la culpa de todo es de Cervantes y su quijotismo y que hay que ser europeos racionales, después de la crisis del 98 y su crisis religiosa, dice lo contrario. Hay que reafirmarse en el quijotismo.
El Quijote, en interpretación de Unamuno, es el de sus obsesiones personales y sus planteamientos nacionalistas propios de ese momento. Don Quijote es España y la cura que España necesita. Habría que cultivar la locura de Don Quijote. "La santa cruzada de ir a rescatar el sepulcro del caballero de la locura del poder de los hidalgos de la razón".
Literariamente es muy bonito, dice José Álvarez Junco con sorna, pero ¿políticamente a donde lleva esto? A nada sensato. Cuando se le pregunta, y qué soluciones concretas propone usted. Unamuno espeta: ¡ya estamos con los Sancho Panza! En resumen, su programa político no es más que populismo retórico.
Si de Unamuno pasamos a José Ortega y Gasset, la generación del 14, quizá más racionalista pero Ortega está en el ambiente nacionalista de la época. Y si bien había dicho que no creía en la psicología de los pueblos, poco después dice que los españoles tienen rasgos peculiares que se manifiestan en sus creaciones culturales. Naturalmente, en Don Quijote.
Para él, Europa se dividía en dos, la del norte: ingleses, alemanes; y la del sur: Italia y España. Detrás de esta concepción, continúa Álvarez Junco, hay una concepción machista. La del norte es sólida, vertebrada y por tanto masculina. La del sur es sensual, invertebrada, caótica y por tanto femenina. Don Quijote es propio del espíritu mediterráneo, caótica y sensual.
El mundo latino, según Ortega, ha producido sólo dos cumbres, el Renacimiento italiano y Decartes.
¿Quiénes empezaron a liberarnos de esta interpretación nacionalista? El primero fue Manuel Azaña en 1930 al que le interesa Cervantes como literato y niega que Don Quijote tenga algo que ver con el carácter colectivo español.
En esta línea, alejada de las esencias nacionales, avanzó José Antonio Maravall que publicó dos libros acerca de Cervantes como modelo del humanismo de las armas y de una utopía en el sentido de contrautopía: el fin es un buen gobierno y ese es el de Sancho Panza.
Después de 1945 las tragedias de Europa no permitían ya la interpretación de la literatura identitaria. En 1960, la literatura del llamado "problema de España" desaparece después de haber dominado la escena española durante más de 60 años. Los grandes ensayos, finaliza Juncos, entre 1900 y 1960 estuvieron sometidos a él.
Hoy podemos quitarnos, afortunadamente, este prisma de encima.
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