Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Eliana Díaz Muñoz, poeta y profesora de lengua y literatura en la Universidad del Atlántico y en el Centro de Estudios Literarios del Caribe estará en España en el
Festival Ellas Crean, en
Conde Duque formando parte de un encuentro el próximo 15 de marzo sobre poesía colombiana:
Diecisiete pepitas de café, construcción poética para la paz. Sus poemas que han sido publicados en diferentes revistas y traducidos al francés forman también parte de la antología de poesía colombiana:
Queda la palabra Yo. Antología de poetas colombianas actuales, Ediciones La Palma, colección eMe (dirigida por Nuria Ruiz de Viñaspre).
Cuál es la situación de la poesía colombiana. La asistencia de público, la edición de libros.
Eliana Díaz Muñoz, poeta. Definir los cursos o recorridos de la poesía en Colombia en la actualidad es un tema amplio espectro. Podría dar algunas puntadas de lo que registro desde mis búsquedas de lectora fascinada por lo que allí sucede. Quizás, de forma muy general, hablar de la construcción de una audiencia puede ser más sencillo.
Así que empezaré por esa parte: hay iniciativas institucionales, de carácter estatal, que han potenciado la aparición y el sostenimiento de festivales, publicaciones, jornadas de lecturas, no obstante, también ha habido puertas cerradas para varios proyectos, incluso reconocidos y respaldados por una labor de años.
Pero, dejemos por un momento ese escenario formal y centralizado de la experiencia artística para corroborar que en los tejidos resistentes de lo comunitario, de lo independiente, se hallan formas muy gratas (y no sin menos esfuerzo y logros) de difundir y comunicar poesía. Sea en editoriales independientes que funcionan por la pasión de leer y traducir un autor, sea por programas de radio, jams organizados por colectivos de jóvenes en bares o plazas, encuentros en festivales autogestionados hasta compilaciones, revistas de difusión cultural, talleres literarios en el interior de las universidades, entran a sumar de manera poderosa al encuentro con la literatura en todas sus formas y materialidades.
Solo para mostrar algunos ejemplos de iniciativas ligadas al Caribe, región de donde soy y he crecido, el año pasado se tradujo y publicó al español, por primera vez en Colombia una antología del poeta haitiano, que escribe en creole,
Franketienne a través de una apuesta editorial independiente llamada
Lasirén, o desde una ciudad intermedia como Valledupar un colectivo de jóvenes lanza una colección de poesía para darle lugar a voces aun no tan conocidas en el resto del país, o dos poetas de la ciudad de Barranquilla dirigen un programa de radio para una emisora universitaria con alcance regional dedicado a hablar de poesía o la
Fundación Exilio creada por el poeta
Hernán Vargascarreño que se ha encargado de difundir, en bellas ediciones, varios de nuestros escritores. Son demostraciones de una necesidad de creer y compartir palabras, silencios creativos.
No creo en la existencia de una tendencia homogénea más o menos identificable en este momento, en lo que respecta a temáticas o trabajo del lenguaje. Me gusta pensar, como lectora, que siempre habrá un giro sorpresivo en cada escritura consolidada o en cada intento de poema, aunque para hacer el ejercicio de detallar encuentros podríamos pensar en algunas formas que se delinean por estas épocas: el deseo de darle cuerpo y fijeza a la memoria; el resabio de pasiones juveniles, la vieja disputa con el padre que se resuelve a la orilla del mar, el humano con todos sus hedores, sus zumbidos; el encantamiento de los dioses cotidianos, y la intención de deshacer las estatuas de nuestros escritores patricios mientras se mantiene, en salazón, la espina dorsal de sus obras. Creo que nos falta más humor, una mirada estrábica y certera, menos dramatismo en medio de tantas muertes y tanto tiempo perdido en la guerra.
Participa en el encuentro Diecisiete pepitas de café construcción poética para la paz sobre poesía colombiana y mujeres en Conde Duque, cuál será su aportación como autora.
Me invade una emoción sin límites de estar al lado de mujeres a las que admiro y cuya escritura ha dado luces a la propia.
La mesa completa dará muestras de lo que el poeta argentino, Rodolfo Alonso decía en la pasada edición de la Feria del Libro en Bogotá:
“la joven poesía colombiana está viva y goza de buena salud”. Quiero hablar desde lo que significa escribir en el Caribe colombiano, con todo el peso y la maravilla de una tradición de escritores y escritoras que siempre han estado en tensión respecto a una historia de literatura nacional (que dicho sea de paso, ha sido bien
masculinista) y que, al mismo tiempo, la han transformado. Frente a eso, mi elección ha sido intentar por un camino de pocas ataduras; si bien me interesa la crítica literaria, y ella también he venido trabajando y no en vano he intentado conciliar esos dos mundos que me disputan y en los que me disputo todos los días, quisiera seguir aspirando a ese cielo desgarrado y cómico de la poesía, de los poetas que es siempre, una negación de ese paraíso del sentido cristiano, sino un espacio otro.
En su quehacer poético, cuál cree que es la principal dificultad para la labor de un poeta.
El principal inconveniente en la labor poética está en ella misma. La labor poética no resiste se compartida con otras, ocupa tiempo para devolvértelo multiplicado en más energía, exige lentitud, desvarío pero firmeza en cada acción, en cada palabra que es una forma de accionar sobre el mundo.
El poeta puede conciliar estados del ser aparentemente irreconciliables, superponer tiempos, conjurar contra esta carencia de solidaridad. Tampoco olvidemos, que el poeta no es uno, es decir, no es un individuo particular, es simplemente un individuo que trabaja, paga la renta, compra el periódico sin dejar de ser siempre multitud de seres, de identidades, de experiencias que atraviesan su cuerpo, su voz. Y desde esa multitud de células, teje los cantos contra el horror.
Si la poesía es intensidad, ritmo y Voz; cómo definiría la Voz.
No sé bien qué es la poesía. A lo mejor sea un estado de ignorancia frente a todo lo que le es interno o externo al poeta, de una ignorancia curiosa y sensitiva. Un estado de pregunta constante. Intento no pensar en la voz como mero instrumento sino como el aire que se escapa de nosotros para hacerse un aliento más vivo en el encuentro con el lector-oyente. En la voz, veo una fuga, una fuga de mí, un tránsito de ese lugar en el que digo yo, para ir hacia otro imaginario, posible o inexistente, que me complementa.
Podría recomendar poetas colombianos para un lector de poesía en lengua española.
Siento más afinidad por la palabra compartir que por recomendar. Recomendar supone hablar en una posición de autoridad o de ventaja frente a otro.
Pienso que un poeta siempre está vivo, vive en lo que ha escrito, se queda allí para siempre, así que en mi lugar de lectora desprevenida, yo quisiera compartirle a ese lector con quien tengo en común una lengua y que quizás es de otro continente, que indistintamente vaya por los poetas vivos y muertos del Caribe colombiano, que supere un poco ese encantamiento
garciamarquiano y ande, a su gusto, por esos caminos que no siempre son de herradura. Hay mucho para oír, incluso en la movida de sus jóvenes escritores hoy. Invitaría a ese lector a perderse en la poesía que se performa en bullerengues, en la música de acordeón, en la música que se baila en las calles. Y por supuesto, como no compartir las vivas y vivaces propuestas de las mujeres reunidas en la
Antología, creo que enmarcan un momento, una óptica de lo que vamos siendo como sujetos en el tejido complejo, imaginario, ficcional que suponemos es la nación, cualquier nación, incluso la nación de la poesía.
En su opinión, cuando un poeta colombiano echa un vistazo a España, qué le diría que podemos aportar desde aquí, como tradición o como epicentro de la edición...
Desde mi mirada, siento que ve en la poesía española una tradición con la que entra en diálogo, sin intentar repetirla o
ansiarla, con la que contrapuntea, como en esas improvisaciones musicales. Respecto al mercado editorial, los escritores en general lo perciben como un espacio para alcanzar otras latitudes en la misma lengua o para ser amplificado por sus muy bellas y respetadas traducciones. Es, en todo caso, un lugar para construir nuevas formas de intercambio cultural.
Paseo en bicicleta
Eliana Díaz
Pasas, niño. Detrás el viento.
Detrás las casas de los amigos,
sus grietas adobadas con arcilla
las manos silenciosas de un padre
silencioso.
Se curvan ramas, techos,
granos abiertos por el verano.
Todo truena al paso de las ruedas
girando contigo.
Y tu corazón niño va girando
va sumergiéndose en oleajes remotos.
Tú que no conoces la espera del mar en las orillas,
la sal que reverbera en los ahogados.
Así que no te deslumbres,
no estaciones la suma de tus recreos
para ver a la muchacha de los peces dorados.
Es sueño.
Detrás de ella, el viento.
Diecisite pepitas de café, construcción poética para la paz.
15 de marzo, 18.30h. - Festival Ellas Crean - Conde Duque
Intervienen: Nuria Ruiz de Viñaspre, poeta y directora de la Colección eMe, Lena Reza, directora del Encuentro de mujeres poetas de Cereté, Consuelo Triviño, narradora y ensayista colombiana, las poetas colombianas Yirama Castaño, Beatriz Vanegas, Eliana Díaz, Irina Henríquez y los músicos Emilia Lazo (voz) y Pablo Cáceres (guitarra).
Queda la palabra Yo. Antología de poetas colombianas actuales
Ediciones La Palma, colección eMe (dirigida por Nuria Ruiz de Viñaspre).