viernes, 22 de mayo de 2020

Hay que adaptarse al ritmo del jardín, a su vida en libertad y plenitud - Ermitaños ornamentales de jardines. Manuel Gómez Anuarbe, escritor y paisajista

Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Manuel Gómez Anuarbe realizó estudios de arquitectura del paisaje en la mítica Escuela Castillo de Batres: "descubrí que el jardín era la manifestación artística más completa de todas las artes. Antes pensaba que era un tema estético y botánico, pero me di cuenta que era principalmente filosófico, el único arte vivo que trata de representar el enigma del universo". Gómez Anuarbe, economista, arabista y paisajista es también escritor. Ha publicado Masonería y Santidad; Jardins du Maroc, d´Espagne et du Portugal; Lenguaje oculto en los jardines gallegos; Uclés, historia, paisajes, patios y jardines; Pasos perdidos de Bom Jesus; Jardín Alquímico de la Trinidad. Uclés; Cartas Órficas. Su última obra, Ermitaños ornamentales de jardines, Ediciones Cuadernos del Laberinto ha despertado de inmediato el interés del público.

¿Quizá las sociedades, según su libro excepto los griegos, han procurado articular formas para quienes no desean vivir en su seno y que este apartamiento ofrezca enseñanzas a los que viven en comunidad?

Las sociedades del pasado estaban más unidas por las creencias religiosas, al mismo tiempo que su relación con la Naturaleza era más directa. Los ermitaños constituían un ejemplo de acercamiento a Dios, a la Unidad o al Cosmos y servían de ejemplo a los demás. Hay que tener en cuenta que había falta de seguridad y, siendo frecuentes las persecuciones, muchos huían a lugares lejanos e inhóspitos.

Una gran aportación de Ermitaños ornamentales de jardines es la insistencia en que ha sido un fenómeno de hombres y mujeres.

Sí, la mayoría eran hombres, pero no porque las mujeres no estuvieran interesadas en el eremitismo. Si han sido menos numerosas probablemente se deba a los peligros que el aislamiento lleva consigo. La mayoría de las órdenes monásticas tuvieron su origen en ermitaños de ambos sexos que vivían aislados o en la proximidad. El aislamiento y la soledad se trasladaría más tarde a los conventos de clausura.


Ermitaños, anacoretas, monjes por devoción en muchas culturas pero ¿ermitaños pagados?

Fue un fenómeno muy curioso que empezó en los jardines del Buen Retiro de Madrid, donde había una serie de ermitas a las que la Corte acudía de merienda y de fiesta, donde había un monje al que se le pagaba un sueldo para hacer más real la tradición de las fiestas y romerías populares en honor de su patrono.

Los ingleses llevarían esta idea hasta tal extremo que en los jardines paisajistas de ese país se construían follies, que eran todo tipo de edificios inspirados en los clásicos de Grecia y Roma, donde no podían faltar grutas o ermitas en ruinas donde vivía un ermitaño a sueldo. Era un retorno a la Naturaleza, a una nueva Arcadia, donde el propietario del jardín se retiraba, identificándose con el ermitaño, sin los inconvenientes de soledad, vestimenta y silencio que a éste se le imponían

En las megalópolis en las que vivimos y aún más viviremos, ¿los ermitaños modernos son los encerrados con Internet?

Creo que solamente tienen en común la soledad, pero esta soledad no ha sido elegida, sino impuesta y me temo que va a ser cada vez más opresiva y radical.

En la introducción afirma que este libro nace de su propio interés por la vida solitaria. Como evitar que la mirada interior se convierta en la “caída” en un pozo interior.

Con el jardín. Durante este período de confinamiento me he retirado a mi jardín y he plasmado mis impresiones en un nuevo libro que se llamará Uclés, Elixir 19. He ido paulatinamente adaptándome al ritmo del jardín que cada instante me proporcionaba más satisfacciones. No ha habido más pozo que el que usaba para regar, un pozo de la vida en libertad y plenitud.

Es un largo proceso, que exige una actitud activa hasta conseguir ser parte del jardín, lo mismo que las plantas, los pájaros, los peces o la fauna subterránea. Debo confesar, no obstante, que de vez en cuando añoraba el calor de un abrazo humano.


Cuáles son sus jardines preferidos.

Es difícil elegir, pero si tengo que hacerlo, optaría por Oca, cerca de Santiago de Compostela, y por Villa Adriana, en Tívoli, cerca de Roma.

Para finalizar, una última pregunta. En su opinión, un país desértico como éste, ¿por qué aborrece los árboles? ¿Un problema de biofilia, de sensibilidad?

Es difícil de entender. En su origen es probable que estuviera relacionado con la lucha por la tierra de agricultores y ganaderos, para los que los árboles eran un estorbo. Creo que las nuevas generaciones son más conscientes debido al peligro del cambio climático, pero siguen sorprendiéndome las talas y podas indiscriminadas. Todavía existe la creencia de que los árboles que no dan frutos son innecesarios o constituyen un peligro o, incluso, que la poda les fortalece.

La carencia de biofilia de una parte de nuestra sociedad puede ser el resultado de una falta de contacto directo con la Naturaleza que, en el pasado, representaba a Dios y que ha sido suplantada por la Ciencia. La Ciencia nunca descubrirá su enigma porque a la Naturaleza le gusta ocultarse, como dijo Heráclito hace ya 27 siglos.

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