jueves, 10 de noviembre de 2022

La historia ha de ser el anclaje pero la ficción debe prevalecer siempre - La ciudad de las vanidades, Francisco López Porcal, escritor

 


Francisco López Porcal es autor de La ciudad de las vanidades. López Porcal de formación filólogo, es miembro de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios y en esta entrevista reflexiona acerca de si La ciudad de las vanidades puede ser considerada una novela histórica o más bien novela de época. En la Valencia de principios del siglo XX, la familia Llombart se ve inmersa en los cambios que una pequeña ciudad experimentará hasta convertirse en una metrópoli moderna y diversa. López Porcal había publicado con anterioridad, Atrapados en el umbral también en la editorial Sargantana y es autor del ensayo, La Valencia literaria desde el espacio narrativo. "Valencia es una ciudad muy literaria, con mucho imaginario, explicaba en una entrevista reciente, y hay todavía mucho material para narrar".


La ciudad de las vanidades es tu última novela y trata sobre una familia valenciana que a principios del siglo XX ha de adaptarse, junto a su ciudad, a la modernidad. Cuáles serían las peculiaridades valencianas frente a las que también experimentaron Bilbao o Madrid en ese mismo proceso de modernización.  

Las similitudes de Valencia con otras ciudades españolas son grandes. Madrid por ser capital de España, tuvo la influencia directa de Carlos III y de Isabel II. Si bien, la Gran Vía se convirtió posteriormente en la reforma necesaria para derribar callejuelas estrechas y antihigiénicas. Bilbao con su Ensanche, la canalización de la ría y las obras del puerto exterior inició su crecimiento más allá de la ciudad antigua de las Siete Calles. Si Sevilla aprovechó la Exposición Iberoamericana de 1929 para modernizarse dado su atraso en servicios básicos, Barcelona tuvo su desarrollo urbano entre dos Exposiciones Universales, la de 1888 y la de 1929. Lo refleja muy bien Eduardo Mendoza en su novela La ciudad de los prodigios.

De igual modo, Valencia encontró en la Exposición Regional de 1909 y Nacional de 1910 su gran ocasión para entrar en la modernidad, reclamando ante el Estado una visión de futuro para igualarse a Madrid y Barcelona, y a otras ciudades europeas. La capital del Turia necesitaba abandonar su imagen decimonónica y rural y abrazar las nuevas corrientes del nuevo siglo XX. La modernista calle de la Paz y la nueva plaza de San Francisco, hoy del Ayuntamiento, nacida de los derribos del barrio de pescadores, nido de prostitución y proxenetas, son un claro ejemplo de ello. Negarse a la modernidad, era sucumbir a lo obsoleto, como le ocurrió al industrial sedero Daniel Llombart, protagonista principal de La ciudad de las vanidades.


Atrapados en el umbral fue tu primera novela. Al escribir la segunda, La ciudad de las vanidades a qué nuevo desafío te enfrentaste. 

El mayor desafío era crear una trama ágil, como creo que así ha sido a juzgar por los lectores. La anterior Atrapados en el umbral es en el fondo una novelización de un ensayo, concretamente del capítulo cuarto de mi Tesis doctoral, cuya versión reducida fue publicada por la UNED-Valencia en 2018 bajo el título de La Valencia literaria desde el espacio narrativo. Atrapados en el umbral sería una novela de tesis, nunca mejor dicho, con numerosas digresiones que quizá pueden oscurecer el hilo narrativo. No ocurre así en La ciudad de las vanidades, con unos personajes bien dibujados, donde la historia del relato fluye de manera intrigante y sobre todo bien definida.



La novela histórica ha de guardar un equilibrio entre documentación y una trama no ahogada por los datos. Cuál sería el buen hacer del escritor en este sentido.

La ciudad de las vanidades está catalogada dentro del género histórico, aunque tiene elementos costumbristas, por lo que puede calificarse también de época. La novela comienza en una especie de realismo mágico, dado que los dos personajes que introducen el relato, verdadero corpus de la novela, la historia de la familia Llombart, pertenecen a épocas distintas. Su diálogo se convierte en algo maravilloso que convive con lo cotidiano. Ambos personajes, Maurice Clichy, contemporáneo, y doña Manuela, siglo  XIX, iniciarán el relato para desaparecer y volver al final. Una novela dentro de otra novela.

El buen hacer del escritor es procurar que la historia sea solo el anclaje, para que la ficción prevalezca siempre. De lo contrario estamos cayendo en un manual de historia y ese no es el objetivo.


De todos los personajes de La ciudad de las vanidades, cuál ha impactado más al lector. 

El más impactante ha sido Daniel Llombart. Su vanidad y su soberbia irritan al lector. Por otra parte, destaca, la sensatez y la nobleza de su hijo Pablo, antítesis de su padre. También me ha sorprendido el impacto que ha tenido la figura de Carlos Palanca, un personaje hecho así mismo. Hijo de una familia de huertanos que aprovecha las oportunidades que le brinda la vida y asciende socialmente. Su habilidad y sus dotes empresariales superan a las de su suegro Daniel Llombart, quien solo le dedicó un desprecio tras otro porque su linaje no estaba a la altura del estatus familiar de los Llombart. La eterna desavenencia entre la ciudad y el campo, la burguesía y el campesinado, dos maneras diferentes de entender la vida.


Al trabajar un tema desde el ensayo o desde la ficción, qué hay que decidir, por así decir, a la hora de sentarse a escribir. 

Que uno no interfiera en el otro. Son dos ámbitos distintos.


Blasco Ibáñez es, quizá, el escritor valenciano más universal.

Siempre he dicho que más allá de Blasco Ibáñez hay vida. El carácter universal y popular del autor de Cañas y barro ha oscurecido a muchos escritores todavía invisibles para el gran público, tanto en castellano como en valenciano. Tampoco es muy conocida la narrativa valenciana más allá de nuestras fronteras regionales, incluso para los propios oriundos. Pero merecen atención escritores de la talla de Manuel Vicent, Miguel Herráez, Carlos Aimeur, Marta Querol, María García-Lliberós, Javier Alandes, María Beneyto, Juan Gil-Albert y una larga nómina en castellano. Pero también, Joan F. Mira, Ferran Torrent, Vicent Josep Escartí, Josep Lozano, Rafa Lahuerta, Frederic Martí Guillamón y otros. Todos ellos y muchos más han creado una visión caleidoscópica del amplio como desconocido imaginario de la Valencia de todos los tiempos. Una ciudad de grandes contrastes, extrovertida, festiva y mediterránea, individualista y enfrentada, pero también con episodios oscuros y tenebrosos en su evolución social y política.


Francisco López Porcal
Editorial Sargantana





No hay comentarios:

Publicar un comentario