domingo, 23 de febrero de 2020

Galdós, la polca y la pasión por el baile del Madrid del XIX

El pasado 20 de febrero acudí al Auditorio Nacional con dos amigos melómanos, que es como decir, dos lectores, cada vez más, una rareza. El concierto solidario, organizado por la mutua de abogados, tenía como título Música y Naturaleza, por una justicia ambiental. La directora, Silvia Sanz Torre es la única mujer, según informaba el programa de mano, directora titular de una temporada estable en esa sala.

El invierno de las cuatro estaciones de Vivaldi, El Moldava de Smetana o la Obertura Las hébridas de Mendelsshon formaban parte de las seis piezas programadas. Pero la que entusiasmó y mereció ser propina fue la Polca Rayos y truenos de Strauss. Las polcas, incluso hoy, alegran el corazón.

En el Madrid de Benito Pérez Galdós había pasión por bailar. Además de los teatros, paseos en carruaje, darse una vuelta por Recoletos y los cafés, tampoco es que hubiera muchas posibilidades de divertirse. Estaba el visitar y recibir visitas y poco más. Así que, Madrid organizaba centenares de bailes con poco más de trescientos mil habitantes (1860). La temporada de baile se abría en otoño y había 145 asociaciones de baile que alquilaban locales, además de los que celebraba Palacio que podían llegar a 250 al año o los de los aristócratas, como la Condesa de Montijo que en los tres primeros meses de 1850 organizó 49 bailes (La España isabelina, Mónica Soto). Falta añadir, las verbenas, las fiestas de barrio...

A los bailes los calificó la moral de la época de honestos y de moda. En estos últimos, los jóvenes comprometían el saludo. "Los honestos", se lamentaba un sacerdote, "son los menos".  Y lo que se bailaba también estaba sometido a la sospecha. A las mujeres y hombres de aquel tiempo les encantaban la polca, la mazurca, el vals y el rigodón. El chotis, que se estrenó por aquel entonces en palacio como un baile nuevo merece un texto aparte.

De todos los bailes, el desenfado y alegría de la polca exigió, incluso, nuevas ropas... y soportar algunas amenazas. No era suficiente para las damas ir enconsertada, llevar crinolinas o polisones, capas de volantes... hubo que idear algo para "proteger la pierna de las indiscreciones" y lo hicieron con los bombachos a la turca que se ceñían al tobillo con un brazalete de plata. Si a pesar de todo, se entregaban a la polca con frenesí, tenían a los higienistas de entonces con su torva premonición de que provocaba hemorragias.

Aquellos pantalones exóticos los inventaron las americanas y las españolas los usaban, aunque no estaba muy bien visto, incluso para el vals (baile "agarrado" sobre el que también cayeron las rectas miradas de aquellos tiempos). Unas y otras se los pusieron para montar a caballo, cuenta la docente universitaria Belén Fernández de Alarcón.

Las damas, ataviadas como princesas orientales, según un caballero de la época, no olvidaban sus guantes, su abanico o refrescador y su carnet de baile. Entre doscientos o trescientos asistentes de media, un hombre tenía que saber de sólo un vistazo quién merecía su atención especial: si el carnet de baile era negro, ella estaba viuda; si era beige, casada; blanco para las solteras. En las normas de etiqueta, sin embargo, no era aceptable que una mujer se dedicara a bailar toda la noche con su marido. Al fin y al cabo, los bailes eran acontecimientos sociales, una ocasión para exhibirse y relacionarse, obtener favores y tejer alianzas. Como dijo un militar de entonces: "consigue más una mujer con un abanico que un general con un sable". 




De todo esto, hablaré el próximo 17 de marzo, a las 19h. en la Mediateca Pablo Iglesias de Alcobendas. El acceso es libre y los organizadores, el grupo literario Brocal. 


Benito Pérez Galdós, maestro de la narración.
Profesora, Maribel Orgaz
Curso Universidad Popular Miguel Delibes, Alcobendas
Hasta el 30 de marzo.
El curso está completo.

jueves, 13 de febrero de 2020

Benito Pérez Galdós y la música

                                                                                 
Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
En la educación de una joven de buena familia del Siglo XIX en España, apenas había algo más que las letras, coser, catecismo, algo de francés y piano. Nada que sirviera para ganarse la vida, nada más allá de un barniz de adorno.

Así que, las hermanas de Galdós recibieron lo típico, incluidas las lecciones de piano con un profesor particular y, aunque los biógrafos no se ponen de acuerdo en cómo el escritor adquirió sus destrezas musicales, parece que fue en casa en donde tuvo una primera oportunidad de aprender música. Quizá con clases directas del profesor de las hermanas o sólo escuchando. Después, según Pedro Schlueter, autor de Galdós y la música, también recibió clases en el colegio de lo agustinos al que asistía en Las Palmas de Gran Canaria.

Galdós vino a Madrid a estudiar Derecho con apenas veinte años y este amor a la música, que el escritor Muñoz Molina señala como absolutamente singular en los escritores españoles, fructificó en dos posibilidades maravillosas: mientras que sus compañeros reunían dinero para ir a los toros, él lo hacía para ir al Teatro Real y pronto se convirtió en crítico musical en algunos periódicos (gratis, como no se cansaba de señalar el joven canario). La segunda fue que esta sensibilidad musical le permitió, a alguien que vendría impregnado de la entonación y vocablos propios de las islas, captar el habla madrileña en apenas unos meses. Además de artículos sobre estrenos y conciertos en el Real, escribía escenas de costumbres y crónicas de la ciudad.

En la documentación que ha reunido Schlueter, figuran invitaciones a veladas musicales en las que él mismo, interpretaba algunas piezas: "espero que venga usted a nuestras reuniones en donde descuartizamos con alevosía a Beethoven y a Mozart"

En Memorias de un desmemoriado (1915) que escribió sin demasiado interés y que a cualquier lector le parecen demasiado escuetas, se enorgullecía, sin embargo, de ser capaz, en sus últimos días, de poder interpretar al piano a Beethoven.


sábado, 8 de febrero de 2020

Las narraciones cortas dan más libertad - Pedro Amorós, escritor

Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Pedro Amorós ha sido Premio Rara Avis de Ensayo y Memorabilia por su obra, Jano ante el espejo. y Premio Oscar Wilde de Novela Breve por La extraña victoria. Editor literario, autor de teatro y especialista en Platón; en una entrevista reciente afirmaba que sus nuevos relatos, publicados bajo el título, Un aire de extrañeza comparten  "una atmósfera de ensoñación, como si las cosas estuvieran suspendidas en una realidad diferente".

Acabas de publicar un nuevo libro de relatos. Qué te permite esta forma frente a la novela.

Para escribir una novela se requiere un gran aliento narrativo. Suelo estar más cómodo con las pequeñas narraciones, que, además, ofrecen una gran libertad en todos los sentidos. Incluso, se podría decir que las tres novelas que he escrito son como nouvelles, es decir, novelas cortas. Mi tendencia, pues, es escribir historias de longitud más o menos breve. 

Has recibido un premio de ensayo por un trabajo sobre la dualidad. ¿Es un tema, por así decir, de la posmodernidad que aún tiene vigencia?

La dualidad es un tema recurrente en la cultura occidental desde sus mismos orígenes en Grecia. Lo único que ocurre es que se puede abordar desde distintos puntos de vista. Al escribir el ensayo que finalmente se tituló Jano ante el espejo trataba de encontrar un punto de conexión en escritores de diferentes épocas y me percaté de que la dualidad podía ser el vínculo literario que andaba buscando.

De hecho, en el segundo volumen de mi colección El rojo y el gris, que titulé La plegaria de Eos, he seguido indagando en los vínculos literarios entre escritores, un tema que me apasiona. La dualidad, en cualquier caso, es un tema que más allá de cualquier resonancia posmodernista sobre la que me preguntas, es una cuestión que anida en el fondo de la naturaleza humana.


Por dónde empezar a leer tu obra.

Una buena forma de empezar sería leyendo mi primera novela, Bajo el arco en ruina, aunque que creo que está completamente agotada. La razón es que es un libro lleno de personajes e historias que luego he desarrollado en relatos diferentes, tanto en cuentos como en novelas posteriores. Porque la idea es crear una obra en continuidad. Aunque, en realidad, si nos atenemos al orden cronológico de escritura mi primera obra de ficción es una obra de teatro, Beatriz Cenci, una historia romana. Si tenemos en cuenta otros puntos de vista, mi hermano, por ejemplo, que también es escritor, suele decirme que se debería empezar la lectura de mi obra por la tercera novela, La extraña victoria.  

¿Y la poesía? 

Creo que todavía no ha llegado el momento, pero estoy seguro de que llegará, aunque también he de decir que muchos lectores me suelen comentar que mi prosa es poética. Tengo iniciado un proyecto titulado El sol naciente, que puede convertirse en una pequeña obra poética, pero habrá que esperar porque luego se puede traducir en una cosa diferente. Y es que cada momento y cada historia requieren un género diferente.

Qué es, en tu opinión, la Voz.

Muchos escritores están enredados con la cuestión del estilo, pero a mí lo que me obsesiona es el tono de una obra que, además, marca la forma en que se desarrolla la historia. Creo, en este sentido, que mis libros tienen un tono evocador y nostálgico que envuelve a los personajes situándolos en un plano casi irreal. Eso se nota tanto si lees un cuento, una novela, una obra de teatro o incluso en el ensayo. Ésa es la idea. Crear un mundo de vínculos y conexiones literarias, con un tono reconocible.   
Algún joven escritor que hayas descubierto recientemente y que recomendarías.

Si he de ser sincero leo poco a escritores jóvenes. De entre los que he leído últimamente, por citar a alguien más joven que yo, nombraré a Andrés Barba.


Pedro Amorós
Página WEB
Un aire de extrañeza
Cuadernos del Laberinto

jueves, 6 de febrero de 2020

Benito Pérez Galdós y los judíos - Sara E. Schyfter


Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
"En el imaginario colectivo del XIX", explica la filológa Sara E. Schyfter y autora de Los judíos de Benito Pérez Galdós publicado por la editorial Jus; "se era hostil a los judíos y Galdós era un escritor que discutía muchos de los asuntos de los que  no se podían discutir públicamente en España, desde el fanatismo al amor. Él creía en una religión que se pudiera desarrollar de una manera acogedora, para todos los hombres".

Galdós es probablemente, el primer novelista que dio una imagen positiva y digna de un judío en España y lo hizo en la novela Gloria que se publicó en 1876. La protagonista, Gloria se enamora de Daniel Morton. La habilidad de Galdós es que hasta el final no dice que es judío para que el lector no leyera con prejuicios la obra.

"Tras la expulsión en 1492, los judíos fueron objeto de rechazo y persecución hasta el siglo XIX, cuando su presencia casi había desaparecido. En el siglo de Galdós, reaparece, como un fantasma, la imagen del judío en España y con ello los debates, pues la tradición conservadora la combate, niega y rechaza, mientras que la corriente liberal se sensibilizaba con esa cultura.

Bajo este contexto histórico de confrontación, afirma Schyfter, surge la obra de Pérez Galdós, quien “intenta ver de frente, sin miedo y con una pasión humanista, el fantasma que ha rondado los siglos de España, el de los judíos”.


“Galdós, anticipa la preocupación que surgió en el siglo XX por la huella que el judío dejó en España”, porque ciertamente la sensibilidad de Galdós fue precursora: lo que en el escritor es la valentía de seguir su intuición y sus curiosidades acerca de los hebreo-españoles (...) el escritor rememora la historia cultural de su país y encuentra siempre motivos de orgullo en los rastros de la presencia del judío en la península. El judío tanto tiempo perseguido y luego olvidado cobró enorme valor", prólogo de Hugo Hiriart.





Curso - Galdós, maestro de la narración
Maribel Orgaz 
Universidad Popular Miguel Delibes, Alcobendas
Hasta el 6 de abril. 
El curso está completo 

lunes, 3 de febrero de 2020

En la puerta del Sol, mi amor te espero - Joaquín Lera, músico y poeta



Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Joaquín Lera no necesita presentaciones, tan sólo decir que publica su octavo poemario, Sin red en la red en Cuadernos del Laberinto. Compositor de centenares de canciones, músico, poeta. Además de conductor de drones y yogui... y excepcional cronista de nuestra preciosa Madrid: "en la puerta del Sol, kilómetro cero mi amor te espero". 

Nuevo poemario y ya van ocho, ¿cómo es tú evolución como poeta?

Mi relación con la poesía va unida a la música. De hecho, ya desde muy pequeño, cuando empecé a leer poesía, percibía que detrás de algunos versos, se escondían silenciosas melodías y ritmos como mantras, que me invitaban a afinar la guitarra y trasladarlos de las olas de papel a las ondas del pentagrama sin darme cuenta...

Esa magia invisible, interior y transformadora, provocó una explosión de luz en mi vida..., el más bello juguete que un niño de apenas nueve años pueda recibir y que aún hoy sigue siendo inmensamente útil a la hora de escribir o componer una nueva obra. La evolución desde entonces ha sido constante... pienso que, actualmente, la poesía baila el vals de los tiempos abrazándose vertiginosamente a las nuevas tecnologías. Esto es maravilloso, pero puede convertirse en un calvario, si nos olvidamos de la esencia que cohabita en el océano interior de cada uno de nosotros.
Ahora tenemos la retina inundada de píxeles y matices, empapada de colores alucinantes, pero también de millones de tonos grises que nos alejan de la realidad. Tengo, o tenemos, la obligación de estar alerta para no caer en la más absoluta oscuridad con tanta  información falsa, mediocre e instantánea viajando a la velocidad de la luz a través de los ríos de nuestro cerebro.

Me encanta el surrealismo que no cae en la idiotez y me empuja al abismo de imaginar situaciones oníricas como si fueran cuadros de Picasso o Daly. Y con ese toque, desde un lienzo en blanco, discernir lo que es real de lo que no, o lo que te gustaría que fuera real coloreándolo con palabras. Ese reto me apasiona, unir imágenes, música y poesía... y que la gente al verlas, escucharlas o leerlas, se sienta identificada o por lo menos, le haga pasar un buen rato.



Has compuesto cientos de canciones, musicado poemas y escrito poemarios; ¿cuál es el secreto de que la creatividad nunca deje de fluir?

Creer en lo que haces y divertirte creando, sin aspavientos y con mucha dedicación. Ese es el secreto. Un secreto a voces. Todo forma parte del infinito lienzo donde confluyen las autopistas del arte.
Si comparara fluir con el trafico, diría que me gustan las carreteras secundarias, porque te ayudan a reflexionar y escapar del caos de los atascos interminables de las grandes urbes en las que sobrevivimos... aunque también de esas situaciones extremas salen citas y estribillos memorables.
Cuando se alcanza a ver belleza hasta en la oscuridad, se es capaz de crear en cualquier parte y las musas aparecen en los sitios más recónditos, hermosos e inesperados, pero también en los más tristes, inhóspitos e inoportunos.

Tener la capacidad de ir tomando apuntes para desarrollarlos después, a solas, en nuestra isla interior, se va convirtiendo en un círculo vicioso que te atrapa para siempre. En el cosmos de la poesía al igual que en el de la música, hay miles de universos paralelos y asombrosos que hacen que todo fluya como una cascada. Tener el privilegio de expresar el nacimiento o muerte de cualquier tipo de emoción con una palabra, nota, frase, poema, canción o estribillo; y compartirlo, es como mínimo... fascinante. Personalmente, meditar y practicar yoga me ayudó a apaciguar mis impulsos y ordenar mis prioridades. Y esas no son otras que seguir creando y fluir hasta que el cuerpo aguante. Y trabajar duro, como si fuera un juego.



Has musicado a muchos poetas, de todos ellos cuál ha sido el más singular o especial.

Todos son o han sido singulares. Los primeros poetas a los que puse música fueron Antonio Machado, Miguel Hernández, Evgueni Evtuchenko, (Евгéний Алекса́ндрович Евтушéнко, Manuel Pacheco y mi querido Alfredo Buxán.

Después vinieron Balbina Prior, Luisa Castro, Blanca Andreu, Francisca Aguirre, Guadalupe Grande, Carmen Siguënza, Ana Romani, Balbina Prior, Chema Gómez Hontoria, Luisa Castro, Félix Grande, Chus Molina, Claudio Rodríguez y otros, no menos importantes.

Recientemente puse música a unos versos de la excelente poeta panameña Giovanna Benedetti, que ha escrito uno de los prólogos del libro. El otro prólogo; hay dos, lo ha escrito otro grandísimo escritor. Me refiero al asturiano Ignacio del Valle. Gracias a la poesía empecé a escribir canciones.

Pero quizás, los cuatro trabajos discográficos que compuse con poemas de José Hierro, Luis Alberto de Cuenca, Luz Pichel y Chantal Maillard; por la intensidad, el esfuerzo y la dedicación en los arreglos musicales, sean los que se llevan la guinda de momento.

Por qué el auge de la poesía en tiempos no precisamente poéticos.

Es un bálsamo que la poesía se abra paso entre la gente de a pie y vuelva a entrar en el metro, los cafetines, las tertulias, los centros culturales, las radios, los parques, las televisiones, los teatros, y demás medios de comunicación. En el imaginario colectivo. Y si es acompañada de buena música o cualquier otra expresión artística, mejor que mejor.

No sabría decirte porque ese auge y tampoco lo tengo claro, pero ojalá sea así. Me encanta ese optimismo. Quizás se estén dando cuenta que escribir y leer poesía es el deporte que el alma necesita para sobrevivir y llegar hasta donde uno desea. Además no contamina. El poderío creativo de este país es enorme y se merece mejor trato. Vivir de la poesía es una utopía en general, pero la riqueza del verdadero poeta, bajo mi humilde opinión, no se compra con billetes de ida y vuelta... sino dejándole viajar a su aire y expresar los sentimientos más profundos. Ese es el tesoro del poeta. Una necesidad casi biológica, íntima, como respirar.


Si la poesía es intensidad, ritmo y voz. En tu opinión que es la Voz.

En principio es la voz interior la que marca el ritmo de quien lee. Hay poetas que son músicos sin saberlo. La voz es el instrumento esencial a la hora de compartirlo con el público. Un poema recitado con una bonita voz, profunda e intensa, que sepa interpretar los tiempos, ritmos y espacios que necesita cada verso es un deleite escucharlo. Por el contrario, una voz que no transmita, puede convertir un hermoso soneto en la lista de la compra de un zumbado.

Es un lujo tener al alcance de la mano las voces de grandes poetas y cantantes como Leonard Cohen o Antonio Vega y tantos otros. La fusión de un buen poema con una voz bien trabajada, es capaz de quedarse en el corazón del mundo entero para siempre. Si conseguimos que esa voz interior nos emocione, imagínate lo maravilloso que sería poder hacérselo sentir a los demás. Sin duda recitar bien poesía no es tarea fácil, son muy pocos los elegidos. Quizás por eso prefiero cantarlos. La voz es esencial en un recital, en silencio todos somos grandes tenores y sopranos. El reto es superar el miedo escénico a la hora de expresarse en público y conseguir emocionar.

Qué te han dicho tus lectores y seguidores que más satisfacción te haya producido o conmovido.

A lo largo de mi carrera han sido muchas las personas que me han conmovido, a veces sin palabras, como la viejecita que venía con una sillita plegable a verme todos los días en la calle Preciados. Se sentaba a escucharme cantar y al terminar se alejaba silenciosamente. También me conmovió una niña preciosa que estaba muy malita cuando decía que mis canciones la ayudaban a conciliar el sueño.Y recientemente, fue conmovedor que una señora me enviara una deliciosa empanada gallega como agradecimiento. Antes me había escrito diciendo que mis canciones fueron un bálsamo durante meses para superar un grave y doloroso accidente. Me han conmovido tantas veces los silencios y los aplausos de la gente que no tengo papel suficiente para expresar tanto aprecio.
Me conmueve que tarareen mis canciones.
Me conmueve que inmensos poetas y músicos a los que admiro me alienten.
Me conmueve que me hagan recordar que algo he hecho bien.
Me conmueven y sonrojan los elogios en las redes de personas anónimas a las que no conozco.

Me conmueve casi todo.

Debo estar haciéndome mayor. Me satisface poder contarlo sin tapujos. Con el corazón en la mano. Sin bobadas. Me conmueve la buena gente. La que te quiere bien y la que no, también.


Sin red en la red
Joaquín Lera
Editorial Cuadernos del Laberinto

Te siento
tan dentro…
que no cabe un átomo de asombro.

Y es tanto el gozo…
que la duda se sonroja ante mí
como el más puro amor ante un claro de luna.