viernes, 11 de marzo de 2022

Soy un artesano del verso - Efímero infinito, nuevo poemario de Diego Alonso Cánovas

 


Diego Alonso Cánovas fue elegido Miembro de Honor de la Unión Nacional de Escritores de España el pasado año. De formación matemático, su trayectoria profesional ha estado ligada a la docencia en diferentes departamentos universitarios. Ama la música y la poesía y es autor de los poemarios Desde Ángulos Distintos (Arráez Editores, 2015), Poemas de andar por clase (IEA, 2018) con Diego Reche y Resistir en verso, Décimas para una pandemia (Ayuntamiento de Vera, 2020), en coautoría con Diego Ramírez y Diego Reche. También ha coordinado, con Paco Checa, la antología Con humor propio. Antología de poesía actual (Dokusou, 2019) Su obra ha merecido distinciones por parte del Gremio de Libreros de Almería, Premio Argaria 2018 y del Ayuntamiento de Vera que le otorgó la Pluma de Oro en 2019. Su nuevo poemario, Efímero infinito está publicado en la Editorial Cuadernos del Laberinto. "Soy yo -también- ese otro que no veis./ El que va junto a mi, compartiendo este cuerpo, paseando por las mismas veredas." 


Después de tu dedicación a la música, es el tiempo de la poesía.

Haciendo uso de un término matemático, yo diría que la música ha sido el denominador común de muchos momentos felices en mi vida, ha sido la actividad a la que más tiempo y energías mentales he dedicado desde que tengo uso de razón. Y no la he abandonado, ¡qué va! ni mucho menos. Sigo disfrutando de ella, sigo recurriendo a ella como un excelente instrumento de expresión de mis estados de ánimo. Mi acordeón y mi violoncello están siempre en perfecto estado de revista, preparados y dispuestos para cualquier acción inmediata a la que sean requeridos. Sin embargo, la llegada de la poesía supuso, para mí, una auténtica revolución mental. Rápidamente fui consciente de que no se puede escribir bien sin haber leído antes a los grandes sabios que en el mundo han sido. Me ocupa mucho tiempo, me obliga a leer mucho —una obligación voluntariamente aceptada—, lo que me ha llevado a hacer un recorrido histórico por todas las edades de la poesía, desde los clásicos griegos y romanos hasta la actualidad, con una prolongada visita a nuestro Siglo de Oro. Así, descubres que casi todo está dicho y escrito ya, y que lo único que puedes aportar es una nueva combinación de palabras para expresar esos universales que la humanidad ha tratado —y lo sigue haciendo—, e intentar añadir una pequeña gota más a este océano de belleza y emotividad que es la poesía. También he utilizado el lenguaje musical en algunos poemas. 




Licenciado en matemáticas y doctor en psicología, ¿qué hay de todo ello, de tu vertiente profesional, al sentarse a escribir poemas?

De las matemáticas he heredado el gusto por la métrica, por la exactitud, la manía por contar las sílabas en los versos. Recuerdo aquello que leí hace tiempo: “Hasta el poeta más alérgico a las matemáticas necesita saber contar hasta catorce para escribir un alejandrino”. Las matemáticas están en todos lados. Las matemáticas pueden explicar la belleza de la naturaleza, por ejemplo; la divina proporción, el número áureo —al que Rafael Alberti dedicó un excelente soneto— está detrás de esa sensación de equilibrio de formas que separa lo agradable de lo desagradable. 

En mi caso particular, he utilizado la terminología matemática en algunos poemas, poniendo de manifiesto que no es del todo cierto eso de que matemáticas y poesía sean los dos polos opuestos de un continuo en objetividad/subjetividad, y razón/emoción. 

Por otra parte, la psicología ha sido el complemento ideal a mi formación matemática. Ha sido el antídoto perfecto para evitar tener una mente cuadriculada, me ha enseñado a convivir con la ambigüedad, con la inexactitud —por ignorancia— propia de los complejos procesos que gobiernan la vida. Me ha enseñado a decir “no lo sé, no estoy seguro”, y a mirar dentro y fuera de mí con un enfoque mitad científico mitad humanístico.


Si la poesía es intensidad, ritmo y voz; qué es, en tu opinión, la Voz.

La poesía es, como muchos otros conceptos, muy difícil de definir. Las definiciones perfectas solo se dan en el ámbito de las ciencias exactas. Hay tantas definiciones de poesía como poetas. Para mí, la poesía es una conjunción de belleza y emotividad conseguida con la palabra. Obviamente, no todo aquello que me emociona es poesía. Cuando leo el texto de mi recibo de la luz siento un conjunto variado de emociones negativas, y, sin embargo, no es nada poético, creo yo, no sé, no estoy seguro. 

Por otra parte, un poema debe tener una cierta musicalidad, conseguida fundamentalmente a través del ritmo. Recuerdo que Becquer, en su Rima I, calificaba a la poesía como un himno (“Yo sé un himno gigante y extraño/ que anuncia en la noche del alma una aurora/ ...”). Por “Voz” se pueden entender varias cosas. Normalmente, por “voz poética” nos referimos a ese mediador entre el poeta y el lector, a esa persona que habla en el poema, a través de la cual el autor se sirve para transmitirnos una idea, un recuerdo, un sentimiento, una visión de la vida, en general o en particular. En mi caso, mi voz poética coincide, a veces con mi “yo”, pero no siempre. Otras veces se produce un desdoblamiento, y puede encarnarse en un personaje mitológico —Orfeo, por ejemplo—, una tercera persona anónima, etc. Recuerdo un poema en el que es el planeta Tierra quien toma la palabra, y otro en el que es una estatua la que nos habla.


¿Por qué la poesía despierta este interés? En Madrid vuelve a llenar convocatorias, en tiempos no precisamente poéticos.

Es cierto. Actualmente hay bastante interés por la poesía, en todos sitios, aunque sigue siendo una actividad “ampliamente minoritaria”. Es difícil saber el porqué de este apogeo, aunque podemos jugar a hacer conjeturas sobre ello. Quizás influya el hecho de que algunos grandes poetas se hayan decantado por la utilización de un lenguaje claro, coloquial, cercano y comprensible, alejado del hermetismo que ha caracterizado otras épocas (y algunos siguen cultivando todavía). Me gusta la poesía “de línea clara”, así la define el poeta Luis Alberto de Cuenca.

Otro factor que puede estar influyendo en este “brote poético” podría ser la influencia de las redes sociales, que permiten la amplia difusión de grandes —y menos grandes— poetas y sus obras a un mayor número de personas.


Cuál crees que es el principal inconveniente para la creación poética.

Las musas son muy caprichosas, y deciden visitarte cuando menos te lo esperas. En realidad, esto de las musas es una forma de hablar. Detrás de la creación poética hay un conjunto de procesos cognitivos —conscientes unos, inconscientes otros— que subyacen al propio acto de inspiración. Detrás de unos versos inspirados suele haber muchas horas de trabajo, de lecturas previas, de darle vueltas a la cabeza a una idea; y todo eso permanece oculto, latente, en algún recóndito lugar de nuestro cerebro, hasta que un determinado estímulo exterior o interior lo saca a la superficie de nuestra consciencia, apareciendo una nueva conexión que relaciona conceptos o palabras que hasta ese momento estaban mentalmente aislados, dando lugar a una frase brillante, a una lograda metáfora, a una extensión imprevista de la idea inicial. Así funciona la creación, no solo en poesía, sino en todas las demás disciplinas. Desde este punto de vista, creo que la creatividad no es una cuestión de “todo o nada”, de ser o no ser creativos, sino que más bien es un continuo en el que cada persona puede ser creativo en mayor o menor grado. Y uno de los mayores inconvenientes para la creatividad podría ser la pereza intelectual. Si quieres generar una idea nueva, pásate mucho tiempo trabajando —pensando— sobre ese tema, lee mucho, escucha a los que te pueden enseñar, y, sobre todo, aprende a mirar dentro de ti.




Eres admirador del poeta Gabriel Celaya, qué otros poetas consideras afines a tu manera de ver la poesía.

Hay cosas que me gustan de Gabriel Celaya. Muchos de mi generación tuvimos la suerte de conocerlo —a él y a otros poetas del siglo XX— a través de las canciones de Paco Ibáñez, con el que la poesía tiene una gran deuda. Me identifico con Gabriel Celaya cuando afirma que se considera un “obrero del verso”. Así me veo yo. Más que poeta, me veo como un albañil que va juntando ladrillos/palabras para construir un edificio/poema siguiendo unas determinadas reglas métricas y estéticas.

Y conforme vas ampliando tus lecturas, van aumentando y cambiando tus poetas preferidos. Unos de ellos son afines conmigo en estilo y otros no, pero siempre admirados, porque la poesía tiene varios caminos y desde distintas concepciones poéticas puedes sentir esos “pellizcos emocionales” que caracterizan a la poesía de calidad. La lista es muy amplia y, seguro que no están todos los que son, pero sí están y son: Miguel d’Ors, Luis Alberto de Cuenca, Ángel González, Antonio Carvajal, Eloy Sánchez Rosillo, Antonio y Manuel Machado, Jorge Luis Borges, Jaime Gil de Biedma, Amalia Bautista, …, hay muchísimos más. No incluyo —por no hacer interminable la lista— a los clásicos, ni a mis admirados poetas cercanos de quienes me nutro diariamente leyéndolos o escuchándolos. Ellos saben quiénes son.


Receta para cantar a dos voces
(sin desafinar)

Mezclé en un recipiente
cien gramos de Beethoven al violín
y extractos de perfume de jazmín,
al fuego, lentamente.
Hirviendo, le añadí todo el color
de un aria de soprano
más dos onzas de acordes de piano.
Probé de sal, de amor,
de sones de habaneras, 
Serví con una danza en Sol mayor
al ritmo que marcaban tus caderas.
Brindamos por la vida, y al acecho
de un éxtasis de voces lisonjeras,
teniendo el firmamento como techo
y habiendo derribado tus barreras,
llegamos a alcanzar el Do de pecho.


Diego Alonso Cánovas
Editorial Cuadernos del Laberinto 



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