miércoles, 7 de febrero de 2018

En el camino dejé mi noche por Virginia Baudino - Luisa Futoransky, poeta argentina.



Virginia Baudino García - virbaudino@hotmail.com
Con los años me he ido convirtiendo en una lectora práctica, si es que a la lectura se le puede atribuir algún tipo de practicidad. Decir de ella por ejemplo, es más liviana, o más directa o fácil de llevar, tiene las cantidades exactas, pesa poco o combina con todo. O, aún más, es un buen manual de vida, una hoja de ruta, un mapa, una cartografía del vivir….si es que hay una cartografía del vivir, un buen manual de vida o una hoja de ruta.

Me he vuelto práctica porque soy en toda regla, una mala lectora: empiezo los libros por los finales, salto páginas, paso de aquí para allá, hago anotaciones en los bordes, abandono sin ton ni son si el libro no me atrapa, me aburro mucho, a veces (muy raras ¡ja!) me sumerjo en lecturas poco recomendables y hasta bochornosas, y no me gustan nada de nada los entendidos en la materia. Dicen que los años no vienen en vano, y con ellos a cuestas, he desarrollado un cierto gusto por la literatura hecha por mujeres, por los libros más chiquitos, por escapar de la academia y por la poesía.

El exilio presenta escenarios y geografías extraños. Ser extranjera nos lanza a una búsqueda infinita de apoyos más allá incluso de la propia lengua. En esa exploración de la extranjería hace unos años me di de bruces con un grupo de poetas argentinos, todos residentes en París, que me cautivaron al instante. Juana Bignozzi, Arnaldo Calveyra, Silvia Baron Superville y Luisa Futoransky son algunos de ellos. Es curioso, nuevamente, que este grupo haya estado compuesto mayoritariamente por mujeres.

¡Qué poetas! Aunque en el caso de Luisa Futoransky, le gustara llamarse a sí misma escritora. Como todos ellos, parece ser que la argentinidad genera algún tipo indiscriminado de curiosidad intelectual, claro que con resultados diversos y no siempre alentadores. Pero en el caso de este grupo de escritoras, al que también frecuentaba Alejandra Pizarnik y Julio Cortázar – entre otros -, la calidad de su obra supera con creces todo abuso por parte de otros personajes menos dotados. Poco conocidos y difundidos en su propio país, debido a su exilio, su escritura es de una profundidad y calidad que me ha dejado boquiabierta la mayoría de las veces.

Luisa Futoransky
Luisa Futoransky, una de las voces más originales de la poesía contemporánea argentina, escribe por capas ya que se considera una exploradora infatigable de la palabra y una extranjera: “en el camino de estas páginas dejé mi noche, mis bodas: desde la constelación de la Cruz del Sur donde nací, a este cielo sin atenuantes, a veces rutilante, de Paris la nuit, ¡cuántas ruinas!”[Lunas de miel]. Estudió con Borges y fue muy amiga de Pizarnik. Habría que haber estado a la altura, y Futuronsky ha dado la talla.

Mujer de carácter y viajera incansable, vivió en diferentes países como Japón, China y Francia, aparte de su Argentina natal y realizó todo tipo de trabajos. Su lectura es ágil, irónica, con humor, sin demasiados dramatismos, aunque el vivir entre dos siglos la haya hecho presenciar importantes acontecimientos históricos sin por ello convertirse en una fatalista. Dijo en una entrevista que en su vida ha conocido muchos sinsabores, pero no "grandísimas tragedias”, y esa manera de ver la vida y de vivirla se transmite en su escritura.  Y su humor, clave indispensable, según ella, para entender el mundo.

Dijo que “Argentina está presente en forma permanente en mi vida porque vivo, me expreso, sueño en el idioma de los argentinos, al menos es el idioma que configuró mi existencia.” Y entonces pude empezar a respirar tranquila.

Leerla, como a las otras escritoras, me ha permitido encontrar un puerto en el que identificarme en mi extranjería, en mi exilio, en mi idioma, en mi humor. Su escritura me ha ofrecido esos sostenes que te permiten mantenerte en pie cuando el viento arrecia y la tormenta se bate, sin perder el sentido del humor. Al fin y al cabo…

Soy de otra parte, otro cuerpo, otro golfo
para que me entiendan
para que no me entiendan demasiado
por atajos y digresiones
escribo.

A mano limpia. A campo traviesa. [Prender de gajo]

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