viernes, 3 de julio de 2020

Lecturas de invierno para combatir el verano - Cinco sugerencias

"El invierno es una estación hermosa y breve. En el frío, 
en las nubes y en la llovizna hay una vida a la que el corazón responde. 
Pienso que los amantes del invierno son habitualmente gente activa y diligente".
Palacio del deseo - Naguib Mahfuz, Premio Nobel de Literatura 1988


Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Cuando el buen tiempo supera los 30º Centígrados es el momento de combatirlo con lecturas de nieve, hielo y esquimales mientras esperas que por fin, pase el sudoroso y agitado verano. En Internet puedes encontrar decenas de comentarios más o menos humorísticos sobre el escaso aprecio a la vida veraniega, pero en España sacar el tema es tan arriesgado como asegurar que te gusta madrugar. A tu interlocutor se le ponen los ojos en blanco y mientras te mira apenado niega con la cabeza.
"La gente en verano parece tener una especie de subidón mental solo porque es verano. ¿Y qué es peor? Pues que esperan que ames el verano también. Y si no amas el sol y el calor, piensan que estás enfadado". Vlad Vylsa en la revista Quora. 
La gente ama las sardinas asadas a pesar de sus escamas requemadas, la playa con arena aunque sea a temperatura de lava fundida, los helados imaginativos ideados por alguna mente extraviada, las terrazas en cualquier acera polvorienta y no digamos, las sandalias pero ¿acaso todo esto no puede disfrutarse en invierno?

Como ocurre siempre en estos tiempos, el sistema ha encontrado en estos grupúsculos de personas que no quieren pasarse el día aplastados por un sol incivilizado arrastrándose en chanclas, una posibilidad de negocio y lo ha denominado, Trastorno Estacional.

Medicarse en el verano de Finlandia para participar con alegría en hipotéticas barbacoas finesas es una cosa pero en la España del cambio climático de sólo dos estaciones (la fresca y la socarrada); el verano comienza en el mes de abril y acaba en noviembre. En todo este infierno de calor, generarse químicamente alegría veraniega significa acabar tostando las pastillas junto a la sepia y el pincho moruno. Es imprescindible, pues, combatir la miseria de los raros de manera más compasiva.


Los reacios a considerar que el verano merezca una banda sonora  pueden retirarse a leer sobre aquellos lugares en los que nunca necesitarían abandonar los calcetines y el café puede ser soplado en la taza todo el año. Aquí van algunas sugerencias.

Cuando los inviernos eran inviernos. Bern Brunner. Editorial Acantilado.
Pocas veces la historia de un granjero cuya vida transcurrió entre la casa y el establo conmueve hasta las lágrimas. El bueno de Bentley se dedicó 46 inviernos a fotografiar copos de nieve. Según parece, en total felicidad. El autor de este libro repleto de anécdotas y curiosidades ama el invierno y se nota.

Solo. Richard Byrd. Editorial Volcano.
La principal virtud de esta narración autobiográfica es que el frío te cala hasta los huesos. Medirse con el invierno de la Antártida estremece a cualquier lector.

El peor viaje del mundo. Apsley Cherry-Garrard. Editorial Penguim Random House.
Encontré una referencia diminuta en un periódico y corrí a comprar un ejemplar. La dependienta consultó el ordenador y quedaban dos ejemplares. Cuando lo buscó en la estantería sólo quedaba uno: "ah, sí, es que se acaba de llevar el otro un señor". Estoy segura que frente al ventilador siente el mismo regocijo que yo, al leer: "Esta mañana, la temperatura es sólo de -0,5ºC. cuando salimos a cumplir nuestras obligaciones cotidianas quedamos rebozados de nieve".

Iglús en la Noche. Hans Ruesch. Editorial Ultramar.
La vida de una familia esquimal transcurre entre iglús, perros y pesca hasta que en su territorio aparece el hombre blanco. Narrado con gran simpatía por Hans Ruesch cuya vida es tan fascinante como sus libros. Campeón de automovilismo, pionero de la Fórmula 1, se dedicó incluso más que a escribir, a luchar contra la experimentación médica en animales.

Diario Ártico. Un año entre los hielos y los inuit. Josephine Diebitsch Peary. Ediciones, Línea del Horizonte.
Que una esposa dispuesta a encontrarte en el Ártico escriba: "la temperatura había bajado hasta los -20º C pero seguía sin sentirse como demasiado baja"; merece cuanto menos, señor Peary, dejarse encontrar.

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