martes, 15 de marzo de 2022

Siempre intento dar algo más al lector - La camarera de la Gran Vía, Bárbara Cruz Sánchez, novelista



"La vida es lo que pasa mientras haces planes"
, dice una célebre frase, y es lo que le ocurre a Eva, camarera en una cafetería de la Gran Vía que se ve metida en una trama criminal con la inoportuna muerte de uno de sus clientes. La camarera de la Gran Vía es el segundo thriller de la escritora Bárbara Cruz, "mi novela más lograda", afirma. Su estreno en el género, Segunda oportunidad (Ediciones Atlantis) se presentó al público con un aforismo: "ten cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad". Cruz ha participado en la selección de relatos Madrid, golpe a la crisis y ha incursionado en el género romántico. "Tengo la costumbre, explicaba en una entrevista sobre su proceso de escritura, de contarle a mi pareja lo que voy a escribir. Si él dice, tiene sentido, sigo adelante". Admiradora de la gran Agatha Christie, ha escrito un monólogo teatral sobre su vida y sube a las tablas a representarlo. 


Taxistas, camareros y médicos. ¿Las profesiones perfectas para convertirse en un cruce de gente de diferentes ambientes y estratos sociales? Para meterse en un lío “sin comerlo ni beberlo”.

¡Totalmente! Esos trabajadores, como bien dices, tienen la particularidad de que pueden estar en contacto con personas de muy distintos ámbitos a la vez. Pero en realidad creo que puede ocurrir lo mismo con cualquier otra profesión: el trabajador de un banco que concede un préstamo a un asalariado que no llega a fin de mes y después atiende a un hombre que es probable que esté blanqueando dinero, por ejemplo, o el dependiente de una floristería que primero prepara un ramo para un hombre que celebra 40 años de matrimonio, y luego lo hace para una mujer que lo que está celebrando es el haberse desecho de su marido con la ayuda de su amante. 

Con estos ejemplos lo que quiero decir es que cada persona es un mundo y cada día pueden darse un millón de esos cruces de caminos en los que de pronto todo cambia y no precisamente para bien. O eso es lo que me gusta pensar a mí. La clave, como escritor, creo que está en saber buscar esas posibilidades y hacer que de esa cotidianidad surja la chispa de una historia única en la que puede pasar de todo. Y creo que eso también es importante para conseguir que el lector se sienta más involucrado en la trama de una novela de misterio. Hacerle partir de escenarios y profesiones que no le son tan ajenas para luego mostrarle que ahí también pueden ocurrir historias dramáticas y llenas de suspense.


Qué oportunidades da la autoedición que no ofrece la edición tradicional.

Difícil pregunta. Con la autoedición lo bueno es que tú formas parte de todo el proceso y eso permite que muestres toda tu pasión y amor por esa obra que has creado, además de poder hacerlo a tu ritmo. El problema es que generalmente, si lo haces así, no cuentas con tanto potencial como para dar a conocer tu obra, lo cual es fundamental, o con el respaldo de profesionales que se aseguren de que no hay fallos en el argumento, en el estilo narrativo o incluso en la ortografía y que siempre se pueden colar. Si editas por tu cuenta, eres tú quien debe vigilar todo muy bien para asegurarte de que todo está correcto.

En principio esos inconvenientes no los tienes si optas por una edición tradicional. Ahora bien, digo “en principio” porque desgraciadamente también hay casos de editoriales, o de empresas que dicen ser editoriales y realmente no lo son, que aseguran que quieren dar visibilidad a los nuevos escritores, pero luego no los ayudan tanto como decían. Ni en cuanto a corrección ni en cuanto a publicidad. 

Por supuesto, no son todos los casos. También puedes dar con una editorial seria que se comprometa con tu trabajo, que te ayude y que no busque solo lucrarse económicamente. Pero para eso, además de leer muy bien la letra pequeña, en cierto modo también hay que tener suerte dentro del vasto mundo literario. 


En tus charlas sobre novela negra y mujeres hablas sobre el “negro nórdico”, ¿hay un nuevo “negro mediterráneo”?

La verdad, no sé si esa etiqueta ya es oficial [ríe] pero diría que sí. Afortunadamente, dentro de la narrativa española, aunque creo que ocurre lo mismo con el resto de países, ya se ha superado esa especie de miedo que había por mostrar lo propio porque tendíamos siempre a compararnos con lo que venía de fuera. Más concretamente, con la literatura anglosajona. 

Lo que ocurre con esa literatura, y en realidad con todo lo que hacen en Gran Bretaña o Estados Unidos, es que tienen una capacidad para publicitarse brutal que hace que parezca que ellos son los únicos en hacer eso. Y admito que, en mi caso particular, durante mucho tiempo pensé así. Hasta el punto de que al principio se me hacía hasta raro escribir thrillers ambientados en Madrid o con un protagonista que se llamara Carlos en lugar de John o Michael. Porque casi todos mis referentes, ya fueran del cine o la literatura, eran anglosajones. 

Pero, como digo, creo que eso ya está superado. Dentro del thriller y la novela negra en general ya no se parte de esa comparación. Por el contrario, se busca mostrar esas mismas historias de misterio pero ambientadas en unos escenarios propios y cercanos a cada escritor. Y es así como surgen novelas ambientadas en España que no tienen nada que envidiar a las que transcurren en Londres o Chicago. ¡Y tenemos muchísimos ejemplos de ello que han conseguido traspasar fronteras! La ciudad de Vitoria con la Trilogía de la ciudad blanca de Eva García Sáenz de Urturi, Navarra con la Trilogía del Baztán de Dolores Redondo, las Islas Canarias con La niebla y la doncella de Lorenzo Silva.



Has publicado también novela romántica con seudónimo pero ahora estás centrada en el thriller. ¿Hay alguna coincidencia entre ambos géneros?

Por supuesto, siempre es importante saber el público al que va dirigida tu historia, pues de lo contrario da igual lo bien que esté escrita nunca vas a conseguir engancharlo. Respecto a las normas del género, ahí ya no lo tengo tan claro. Creo que siempre se puede cambiar algo, innovar, y también creo que eso es algo que el lector agradece. Porque así puede encontrarse con algo distinto, aunque sea dentro de ese género concreto. 

En mi caso particular lo que siempre intento es dar algo más, incluso si de entrada no es muy propio de ese tipo de literatura que estoy tratando. Y precisamente porque he escrito tanto novela de thriller como romántica, me gusta mezclar ambos géneros; siempre dando prioridad al género principal del que parte la novela, claro. Por ejemplo, en el thriller me gusta dar protagonismo a las relaciones personales, aunque no sean de tipo romántico, y que estas afecten de un modo brutal al desarrollo de la trama. Y, por el contrario, en las novelas románticas siempre incluyo elementos que sirvan para crear tensión o incluso peligro entre los protagonistas porque creo que ayudan a reforzar esa historia de amor que sirve como hilo conductor de toda la novela. 



Eres una gran admiradora de Agatha Christie e incluso representas un monólogo de ella. 

Ahora sí soy su admiradora [carcajadas]. Pero hay una razón para que haya cambiado de opinión. Al principio de leerla cometí el error, como creo que les pasa a muchas personas que se adentran en su obra, de leer sus novelas demasiado rápido y sin prestar atención a los detalles. Y es que su estilo es muy ameno, con mucho diálogo, lo que hace que te leas la novela casi sin respirar. 

El problema es que sus novelas son extremadamente complejas, con giros argumentales constantes y con mil detalles a los que debes prestar atención para poder dar con el asesino, que es el principal objetivo de la novela detectivesca. Por ello, como al principio no hacía eso, cuando se desvelaba quién era el asesino nunca acertaba, por así decirlo, y me cabreaba mucho [risas]. Pero si te tomas la novela como un juego de atrapar al ladrón, o como uno de los scape room que ahora están tan de moda, leer sus obras es toda una experiencia. 

Y eso mismo sucede con cualquier novela que tenga un asesino al que hay que descubrir, claro. De hecho, ahora me ocurre justo lo contrario: como me fijo muchísimo más en todos los detalles, si al final el escritor o escritora consigue sorprenderme con un asesino que no entraba en mis quinielas, disfruto mucho más de la novela... siempre y cuando ese asesino esté bien metido en la trama, claro. Si ocurre lo contrario, la lectura puede llegar a ser muy frustrante. 


En La camarera de la Gran Vía, ¿Madrid es imprescindible o podría estar ambientada en cualquier otra gran ciudad?

Una máxima que suele repetirse entre los escritores es “escribe de lo que conozcas”. Por ello, en mi caso particular, que he vivido toda mi vida en Madrid y además es una ciudad que me sigue cautivando, no me veo ambientando esa novela en un escenario que no sea ese. Sobre todo porque lo que me gusta es mostrar la cotidianidad de los escenarios por los que se mueven los protagonistas. Para que el lector pueda verse perfectamente en ese lugar, como si estuviera recorriendo las mismas calles. Y para ello debo ser yo la primera en conocerlas. 

Hay escritores profesionales que tienen la suerte de poder viajar por el mundo para conocer nuevos escenarios para sus novelas, y tal vez algún día lo haga yo también. En mi caso particular, ya que no cuento con ese lujo, lo que hago es intentar atrapar la esencia de cada lugar que visito, ya sea un pueblecito o una gran ciudad, tanto de España como de fuera, porque puede que en un futuro se convierta en el escenario perfecto para una nueva novela. 

Así me ocurrió, por ejemplo, cuando conocí Vielha (Lérida) y Donosti, que me enamoraron, y decidí que en esos lugares transcurriera parte de una de mis novelas de género romántico. Y como recordaba perfectamente los lugares por los que pasean los protagonistas, pude plasmar esas mismas sensaciones y adaptarlas a la historia que estaba contando. 


La camarera de la Gran Vía
Bárbara Cruz 
Editorial 2deLetras




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