Hace unos días, charlando con los compañeros de la prestigiosa revista de Naturaleza Quercus, comentábamos los errores en los nombres de animales y plantas en las traducciones al español de obras literarias y surgía la pregunta de si era debido a la indiferencia o al desconocimiento y si con la inexactitud el lector perdía buena parte del significado que el autor quería transmitir ya que al fin y al cabo, se refería a un ser en concreto y no a otro, en su obra.
¿Tiene importancia para el lector hispanohablante que se traduzca ciprés por haya, clavel por rosa, pantera por tigre, ruiseñor que oropéndola, burro por caballo?
Un ejemplo es uno de los más famosos poemas de Leopardi, El gorrión. Casi cualquier lector se extraña de que un gorrión sea tomado como ejemplo de ave solitaria pero no cabe duda de que la traducción es un error cuando se afirma que canta. Eso o que Leopardi no sabía nada acerca de pájaros.
Una búsqueda sencilla confirma el error de traducción. Leopardi habla del bellísimo roquero solitario, un elegante pájaro azulado de canto melodioso. El bullicioso y gregario gorrión resulta incomprensible en su poema como ejemplo de soledad y aislamiento.
"El pájaro al que se refiere el poeta no es el gorrión común, sino a una especie llamada passero solitario ( Monticola solitarius ) [en español, roquero solitario] un ave de plumaje azul que vive en los edificios antiguos de la ciudad, repudiando la vida grupal. (...)".
Foto: UniProt |
EL GORRIÓN SOLITARIO
Giacomo Leopardi (Traducido por Antonio Colinas)
Desde la cima de la antigua torre,
solitario gorrión, hacia los campos
cantando vas hasta que muere el día;
y la armonía corre por el valle.
La primavera en torno
brilla en el aire y en el campo exulta,
tal que al mirarla el alma se enternece.
Escuchas los balidos, los mugidos;
las otras aves juntas, compitiendo
dan alegres mil vueltas por el cielo
libre, y celebran su estación mejor:
tú ajeno y pensativo miras todo;
sin volar, sin amigos,
del juego huyendo y sin cuidar del gozo;
cantas, y así atraviesas
la flor más bella de tu edad y el tiempo.
¡Oh cuánto se parecen
nuestras costumbres! Risas y solaces,
dulce familia de la edad temprana,
ni a ti, amor, de los jóvenes hermano,
suspiro acerbo de provectos días,
busco, no sé por qué; y es más, de ellos
casi a lo lejos huyo;
casi solo, y extraño
a mi lugar natal,
paso de mi vivir la primavera.
Este día que ahora ya anochece,
celebrar se acostumbra en nuestra villa.
Se oye el son de una esquila en el sereno,
se oyen férreos cañones a lo lejos,
atronadores de una aldea en otra.
Toda la juventud
con los trajes de fiesta
deja las casas, corre por las calles;
y mira y es mirada, y su alma ríe.
Yo saliendo a los campos
en soledad por tan remota parte,
todo deleite y juego
para otro tiempo dejo; y al tender
la vista al aire ardiente,
me hiere el sol, que tras lejanos montes
se disipa al caer, como diciendo
que la dichosa juventud desmaya.
Cuando a la noche llegues, solitario,
del vivir que los astros te concedan,
en verdad tu conducta
no llorarás; pues da naturaleza
todos vuestros anhelos.
A mí, si el detestado
umbral de la vejez
evitar no consigo,
cuando mudos mis ojos a otros pechos,
ya ellos vacío el mundo, y el mañana
más tétrico y tedioso que el hoy sea,
¿qué me parecerá de tal deseo?
¿y qué estos años míos? ¿Qué yo mismo?
¡Ay, me arrepentiré, y frecuentemente
hacia atrás miraré, mas sin consuelo!
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