miércoles, 7 de noviembre de 2018

La gente teme la poesía - Eduardo Velázquez González, poeta. Cuadernos del Laberinto

Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
La jubilación ha sido para Eduardo Velázquez González como ha de ser: tiempo de júbilo. Su vocación, la poesía, por fin recibe la dedicación que se merece y acaba de publicar su tercer libro versos, La tejedora de apegos en Cuadernos del Laberinto. Sus lectores ensalzan la sencillez y transparencia de sus poemas.

Un poeta que profesionalmente se ganó la vida en la banca. ¿Es mejor ganarse la vida y escribir? ¿O dedicarse a escribir intentado ganarse la vida con ello?

A mi me parece que lo ideal sería dedicarse plenamente a la literatura. Tener una profesión al margen, si bien libera de la obligatoriedad de escribir para sustentarte, condiciona la espontaneidad. No siempre cuando se está en disposición de atender los requerimientos de la inspiración cuando esta llega. Los problemas de índole profesional a veces agobian tanto que no da opción a desbloquearse y dejar volar la imaginación.

Admira a Zorrilla y ha participado en un homenaje a este poeta. ¿Es ahora tiempo de poetas como él? ¿O qué tipo de poeta cree que es el actual?

Pienso que todo tiempo es bueno para adentrarse en la poesía de Zorrilla o en la de Rubén Darío. No obstante, hasta el momento ha venido imperando otro tipo de poesía más, digamos así, un tanto cabalística, tendente a ser interpretada más que leída.

Para recuperar su quehacer poético tras sus años laborales, qué ha necesitado.

Para recuperar mi quehacer poético tan sólo ha sido preciso dejarme ir para contar lo que siento.Para mi la poesía es un placer terapéutico. Escribir es una válvula de escape que me libera de tensiones interiores. He leído mucho, ahora es mucho más imperiosa la necesidad de escribir.


Si la poesía es intensidad, ritmo y voz, en su opinión, ¿qué es la Voz?

Para mi, La Voz es el impulso que me dicta un verso, que me inspira un poema sobre una determinada cuestión sin que haya a veces razón aparente que lo sostenga. La Voz me habla a mi para que yo transcriba su dictado. La Voz me insufla el viento empuja las velas poema. La Voz es mi compañera en este ilusionante viaje a través de la lírica.

Cómo está siendo el recibimiento de sus lectores.

Por lo que detecto, tengo la impresión de que mi poesía alcanza a llegar allá donde pretendo a la sensibilidad de mis lectores. Los comentarios son generalmente favorables, aunque supongo que también habrá algunos no tan benévolos. Yo trato de ser poeta de lo sencillo, que todo aquel que se acerque a mi obra comprenda cuanto digo, que no haya necesidad de interpretarla si no de sentirla, Que cualquiera pueda encontrarse en mis versos. La reacción que más me ha impactado me llegó de un lector anónimo que habiendo adquirido un ejemplar de mi primer poemario, Cascarillas de sacapuntas, en la Feria del Libro Palencia, se tomó la molestia de ponerse en contacto con la editorial para recabar de ellos mi dirección de correo electrónico. Al cabo de unos días, recibí un mensaje en el que me decía algo así como..."usted escribe lo que yo siento y no me atrevo a decir". Me causó una honda satisfacción, sólo por este caso pienso que merece la pena compartir mis sentimientos con los demás.

Cuál cree que es el principal inconveniente, hoy en día, para escribir poesía.

En cuanto a los posible inconvenientes para escribir poesía, yo diría que más que inconveniente la poesía es la gran desconocida de la literatura. Tal como he podido comprobar en las diferentes ferias de libros de la geografía de nuestro país, la poesía provoca recelo, la mayoría de la gente teme no estar capacitado para entenderla, la considera difícil, dura de leer, tan sólo para iniciados o bien la asocia los ripios de los primeros años de la escuela. Hay que estar muy seguro de lo que se quiere para no dejarse llevar por esa opinión tan generalizada, que a mi entender viene determinada por cierto tipo de poesía muy en boga en estos últimos años.

Eduardo Velázquez González

Tengo, una habitación,
llena de tiempo perdido,
pasado sin habitar, momentos desocupados,
vivencias malogradas, recuerdos desiertos,
horas sin minutos, espacio vacío.
Estación repleta de trenes
que vi pasar sin atreverme a tomarlos,
sala de espera de los que jamás habrán de llegar,
equipajes, maletas de nostalgia,
relojes que se pararon
y nunca echarán a andar,
amasijo de recechos inservibles,
memoria de acechanzas estériles,
aguardo de sueños arrumbados,
emperchados los años en depósito,
ropa vieja sin usar, trastos,
recuerdos cachivacheados,
que ocupan un lugar en mi vida,
que ahora echo en falta.
Tengo, una habitación llena de nada,
pasado desierto, recuerdos deshabitados
que ya no podré ocupar.
Tiempo perdido, imposible de recuperar.



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