lunes, 20 de abril de 2020

Galdós, encolerizado



"Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando". Miau, Benito Pérez Galdós. 

Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Entre finales de 1899 y marzo de 1900, Galdós viajó de nuevo a París en una mezcla de promoción de su obra y viaje de placer. La ciudad le gustaba especialmente. Le habían propuesto traducir en aquel momento algún Episodio Nacional pero él prefería que el público francés leyera Fortuna y Jacinta. En Francia, Galdós era un autor reconocido y novelas como Marianela, Doña Perfecta o Misericordia tuvieron gran éxito de público.

Una tarde, acompañado del escritor guatemalteco, Enrique Gómez Carrillo, entraron en un café, el Kalizaya. Allí, muchos parroquianos reconocieron de inmediato a Galdós y se acercaron a felicitarle. Carrillo cuenta cómo Óscar Wilde también se acercó a él:

De pronto entró en el café un hombre enorme, pesado, lento, con cara de “yankee” de caricatura
y con voz gorjeante de señorita.
–Oscar Wilde –le dije al oído a Don Benito.
–¡Ah! –exclamó, despertando de su sueño.
Y durante algunos minutos examinó al infeliz, y genial, y bueno y noble poeta de Salomé con
una curiosidad llena de cariño o de lástima.
–¿Oscar Wilde?... ¿El inglés... preguntome al oído?
–El mismo.
Al propio tiempo, Wilde, que había oído el nombre de Galdós, aproximóse a nuestra mesa y me
dijo, quitándose el sombrero e inclinándose con su exquisita distinción de gran señor de
Londres:
–¿Me hace usted el favor de presentarme al ilustre autor de Marianela?

Galdós se puso de pie y estrechó en silencio la mano enorme y roja de su admirador británico. 



 Galdós había escrito Marianela, quizá la obra más naturalista de toda su producción, tras un viaje a las minas de Torrelavega (Cantabria) en el verano de 1876.  La escribió entre diciembre de 1877 y enero de 1878 y nada más publicarse se tradujo al francés, inglés, italiano y alemán. En vida de Galdós alcanzó 13 ediciones y en 1917 los hermanos Álvarez Quintero la adaptaron al teatro. Margarita Xirgu hizo de Marianela en el Casino de Torrelavega.

La protagonista de la obra es Nela, una joven de 16 años que aparenta 12. Desnutrida y recogida por misericordia en una familia de mineros, "criándose como un animal doméstico" sirve de lazarillo a otro joven del pueblo. "Ni siquiera te han llevado a una de esas escuelas de primeras letras, donde no se aprende casi nada", se lamenta el médico del pueblo. Nela y el pequeño de la familia, Celipín se llevan bien. Él quiere ir al colegio para ser médico pero la madre "no comprendía aquella aspiración diabólica a dejar de ser piedra". Cuando Celipín se queja a Nela de su mala suerte, ésta le contesta: "como yo no soy persona, no te puedo decir". 

Así que Nela entrega cada moneda que logra reunir para que él se compre una cartilla de lectura y pueda aprender las letras. La chica duerme en un cesto en la cocina de la casa.

"Como Nela hay muchos miles de seres en el mundo: ¿Quién los conoce? ¿Dónde están? Se pierden en los desiertos sociales". 

En la novela realista española del Siglo XIX no cabía la denuncia de la infancia dickensiana, nuestro país era campesino y aunque tenía niños en la fábricas en la misma situación que la Inglaterra de su tiempo, era en número reducido. Galdós eligió una niña pueblerina, "un ser cuya importancia social había sido semejante a un insecto", para resumir los problemas de la mayor parte de los niños españoles: desnutrición, analfabetismo, pésimas escuelas, orfandad, abandono, indiferencia.

Sólo un escritor de su valía fue capaz de incluir en la novela una propuesta de adopción de los niños huérfanos, una reforma del sistema de caridad a los más pobres y la estadística General de Primera Enseñanza que se realizó en 1876 que había causado un enorme escándalo a los adultos (y que seguiría citando en varias obras posteriores). Con todo esto, podría pensarse que Marianela es un panfleto y sin embargo resulta su obra más adaptada a todo tipo de formatos (incluido el cómic) y también, la más querida por los lectores desde Polonia hasta Argentina. Algunos especialistas incluso, han afirmado, que era la obra preferida del autor que se emocionó hasta las lágrimas en su estreno teatral.

Esta sensibilidad con la situación de la infancia atraviesa toda la obra galdosiana. A menudo, los protagonistas de sus novelas se cruzan con niños fallecidos. En Nazarín (1907), en un ataúd forrado de percal rosa llevan un niño "al que nadie llora", en otras los sepultureros se han echado al hombro más de una caja como quien carga un bulto.

Los hijos de los Bringas, al igual que el nieto de Villaalmil comen mal y escasamente; estaban malnutridos. Y esto era la clase media funcionarial. En boca de algunos personajes compasivos, Galdós pide para los niños que caen enfermos, aire libre, juego y buena comida. Más de 500 niños estaban abandonados en las calles madrileñas y en la Inclusa Municipal en 1900, ningún niño de pecho allí dejado sobrevivía al primer año.

La situación a finales del siglo XIX era pavorosa y según los datos, en Europa sólo Hungría superaba en mortandad infantil e insalubridad, suciedad y enfermedades a Madrid.

En Tristana, publicada en 1892, los amantes fantasean con su futuro y él incluso, en tener un hijo pero ella le contesta exaltada:
¡Ay no! (...) Porque se mueren todos. ¿No ves pasar continuamente los carros fúnebres con las cajitas blancas? Ni sé para qué permite Dios que vengan al mundo, si tan pronto se los ha de llevar... No, no, niño nacido es niño muerto". 

Diez años antes (1882), escribió El amigo Manso: quizá su visión más desconsolada de la sociedad de su tiempo, en la que un profesor de universidad alimenta y calza a una niña huérfana "mal nutrida, mal vestida y peor calzada" que ha sido acogida por una viuda, la señora de García Grande: "que sabía su gran amor a la infancia y por eso enviaba a la niña a la que no denegaría el dinero".  Cuando la niña crece y se hace institutriz alaba que no castigue corporalmente a los niños y su innata sabiduría de las condiciones de la infancia.

Cuando el nuevo sobrinito del profesor Manso nace, se contrata de inmediato una ama de cría pasiega. Galdós describe a esta mujer como bruta y montaraz; es decir, el prototipo según la creencia de entonces de las mejores cualidades para dar de mamar a un niño:
"ese monstruo que llaman nodriza, vilipendio de la maternidad y del siglo".
Cuando la mujer abandona al niño, a pesar de estar bien pagada y considerada en la familia; Manso ha de encargarse de buscar una sustituta y acude al consultorio del Doctor Miquis que se encarga de revisar a decenas de mujeres que sentadas en fila son examinadas para ser contratadas para amamantar niños de buenas familias. La descripción de esta industria repugna tanto al escritor que tras describir al detalle este proceso espantoso concluye encolerizado calificando a estas mujeres como "la escoria de las ciudades mezclada con la hez de las aldeas". 

Él, siempre compresivo con los claroscuros de la vida, dice ¡basta! en un párrafo hiriente y amargo que Manuel González Sosa, crítico literario y autor de un trabajo de análisis sobre la novela, le hace dar un respingo extrañado: "no se explica que menosprecie colectivamente a quienes a fin de cuentas son víctimas de esta industria". 

El lector no puede evitar una media sonrisa dolorosa ante esta afirmación. Las víctimas de esta industria eran los niños que pagaban con su vida la ignorancia y negligencia de los adultos y sólo alguien de la sensibilidad e inteligencia de Galdós lo entendió.

En el año 2017, la estudiante de filología hispánica Yuqi Wang dirigida por Ángela Ena Bordonada publicó una tesis doctoral sobre la infancia y adolescencia en la obra de Pérez Galdós y comienza su extraordinario trabajo con una expresión de perplejidad ante el inmenso corpus de estudios de múltiples aspectos de la obra galdosiana que en lo relativo a niños y jóvenes es inexistente:

"El conjunto infantil y adolescente en sus obras, sin embargo, ha sido un tema relativamente carente de interés por el estudio". 



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