domingo, 23 de julio de 2023

En los confines del mundo ya no quedan jardines del Edén - Atlas de las islas remotas. Judit Schalansky - El paisaje escrito




"Si no se conoce una tierra, 
cómo puede recibir nombre".
J.Schalansky

Judit Schalansky ha escrito un libro para viajeros de sofá: Atlas de las islas remotas que parece complementarse con Breve atlas de los faros del fin del mundo de José Luis González Macías (Ed. Menguante, 2020) y del que publiqué una reseña aquí. 

El atlas de islas de esta escritora alemana se subtitula, Cincuentas islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré y tiene en común con el de faros, la belleza de su edición que ha sido reconocida y premiada, inseparable de su contenido y el modo de abordarlo: una fascinante recopilación de historias y anécdotas sobre lugares que sólo alcanzaremos con la imaginación y que oscilan entre lo sublime y lo siniestro.

Estos libros, que podrían encuadrarse en el concepto de atlas poéticos, pertenecen a una categoría más grande, a una literatura que conecta los lugares vividos con nuestras emociones, la de paisaje escrito

Una escritura que testimonia una psicogeografía del paisaje: cómo nos influye habitarlo o transitarlo, cuáles son las sensaciones y emociones que nos provoca y cómo condiciona nuestras experiencias. En definitiva, y también, cómo los lugares nos cambian.

En el género paisaje escrito, una cartografía textual de lugares, se incluyen todos aquellos resultado de caminar a la deriva, sin rumbo fijo; de transitar lugares en los que apenas permanecemos y que Guy Debord denominó no-lugares: desde aeropuertos a gasolineras; del llamado turismo experimental e inmersivo, o de la toma de conciencia de la influencia del urbanismo en nuestra mente. En este caso, es muy común que se haga una llamada al lector al activismo social. 

Una vez más, absorbiendo cuanto se produce en estos márgenes, la gran literatura, y un buen ejemplo es Los errantes de la escritora polaca Olga Tokarczuk se renueva fagocitando desde Los espantos de los hielos y las tinieblas de C. Ransmayer a la obra de W.G. Sebald o Muerte y vida de las grandes ciudades de Jane Jacobs. 

Por su parte, todo un rango de ciencias, desde la psicología a la neurología, están analizando la manera en que el paisaje y especialmente, el urbano nos transforma, cómo es motivo de ansiedad o abre espacios de encuentro, cómo destruye nuestras relaciones interpersonales o las propicia.

Colin Ellard autor de Psicogeografía: la influencia de los lugares en la mente y el corazón propone un substrato común a nuestras reacciones al vivir en una urbe, un núcleo central del que parten nuestras emociones hacia lugares que consideramos peligrosos o amables, deseados o aburridos: "más que ningún otro factor aislado, nuestro deseo de naturaleza sustenta la estructura psicogeográfica de nuestras vidas”.

Islas deshabitadas o sólo visitadas por eremitas, que se sumergen hasta desaparecer en el océano, faros sobre mar abierto que se mantienen a pesar de los años en pie, inspirados en robles o cuidados por fareros ciegos "este libro es un pasaporte para viajeros románticos", J.L. González Macías. Atlas para alimentar la imaginación de la gran poesía.


Schalansky detalla en sus islas, naufragios y pruebas atómicas, isleños que se niegan a recibir visitantes, utopías que se transforman en pesadillas de crueldad y pequeñas historias más allá de toda explicación racional: 

En el Noroeste de Francia, en la zona llamada los Vosgos, recoge Schalansky para su isla Rapa Iti (Islas Australes, Polinesia Francesa) un chico de 16 años es visitado cada noche por alguien que le enseña un idioma que desconoce pero que finalmente, termina aprendiendo. En la Universidad de Rennes intentan sin éxito decodificar esa lengua. Deciden, entonces, ir a las tabernas del puerto para preguntar a los marinos si alguno de ellos ha oído en sus viajes ese idioma. Uno de ellos les dice que efectivamente, lo habla una vecina, una mujer nacida en Polinesia. Cuando Meretuine Make les abre la puerta, Liblin la saluda en su idioma y ella le contestó inmediatamente en el antiguo Rapa que se hablaba en su isla natal. "Liblin que nunca antes había salido de Francia", puntualiza Schalansky, se casa con ella y en 1983 ambos se mudaron a la isla en donde se hablaba su idioma soñado. [Puede verse una fotografía de los esposos aquí]







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