lunes, 4 de septiembre de 2023

Carecemos de nuevas formas de contar la historia del mundo - Juan Cueto, Fundación Juan March y Olga Tokarczuk, Premio Nobel de Literatura 2019

 



Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
La novela, y el cine no son los géneros en los que ahora se reconoce una sociedad. "La novela moderna que se inaugura en el siglo XIX con Balzac, Flaubert, Clarín o Galdos, era el medio de prestigio, un vehículo de ideas", reflexionaba Juan Cueto en un ciclo de conferencias en la Fundación Juan March titulado Comunicación y Cultura

La novela del siglo XIX, el denominado realismo literario nació como nueva forma de reflejar lo que estaba ocurriendo en ese momento, "introdujo el presente en la literatura". Era una técnica antes que otra cosa. "Ahora, los escritores han desertado de la realidad y el cine es un ejercicio de nostalgia que ejerce su poder desde el pasado. Antes el Monte Olimpo era Hollywood y la televisión no era una competencia".

El ciclo de presentaciones Cultura y Comunicación tuvo lugar en 1985 y continúa asombrando por su vigencia. 

"Contaré una anécdota, una gran editorial italiana me pidió 15 escritores españoles para una colección de narrativa española. Al cabo de dos meses, me contestaron perplejos que eran obras muy bien escritas pero ninguna sobre la realidad, que no había presente en sus novelas, no se desarrollaban en la ciudad, se referían al pasado y no había marcas que proporcionaran información sobre los protagonistas, su situación social, y el contexto en el que vivían". 

Juan Cueto, periodista, escritor, director de cadenas de televisión trazaba, en cuatro sesiones, una teoría acerca de los cambios profundos que las nuevas tecnologías habían provocado en nuestras sociedades y en nuestra cultura: "ahora los factores decisivos en nuestra vida cotidiana son la velocidad, la invisibilidad, la universalidad y la complejidad. "Pero el factor clave es la velocidad". 

Ni el cine ni la novela han sabido adaptarse a ella. "En la guerra no se trata de armas que destruyan más, sino que alcancen a más velocidad al enemigo; en el ocio no se trata de exhibir casas y ropas, se trata de exhibir velocidad, de consumir tiempo, poseer aviones y yates, de viajar más".

"El verdadero poder ahora no es dominar el territorio, los bienes tangibles, las herencias de privilegios familiares es poseer tiempo". 

Novela y cine son lentísimos, desde que se escriben o filman hasta que salen al mercado "las cosas ya han cambiado".

La biotecnología, la investigación en I+D, la informática, los ordenadores; en definitiva, las nuevas tecnologías han  configurado una tercera cultura que participa del humanismo y la ciencia; vivimos en una mutación científica y técnica sin parangón. "¿Son por sí solas el motor del cambio o forman parte de algo más", se preguntaba.

Los relatos lineales, comienzo, desarrollo y final, a través de los cuales una novela y una película reflejaban y proporcionaban una idea de progreso: avanzamos en línea recta en un proceso acumulativo de mejoras, no sirven. Esta forma de simular la realidad, al fin y al cabo de intentar conocerla, está obsoleta en nuestras sociedades hipertecnológicas en las que la ciencia predomina sobre las humanidades.

"La ciencia tiene un poder que no ha tenido nunca", afirmaba Cueto, y los habitantes occidentales del siglo XXI que han permanecido dos años bajo la distopía de un virus no pueden más que corroborar sus palabras. 

La ciencia, según las idea de Cueto que beben de las lecturas de Paul Virilio, Alvin Toffler o el informe Nora-Minc como él mismo cita; nos ha dado otra idea de progreso: nada comienza de manera absoluta, nada se desarrolla de manera lineal, nada finaliza rotundamente."

"El verdadero progreso real y actual sería la adquisición de nuevas estructuras mentales que permitan simular más eficazmente la realidad".

La sociedad había tomado la idea de progreso lineal desde las humanidades,  desde la narrativa oral y después lo había cristalizado en la escritura a través de la novela y de la narrativa visual en el cine. Ambos eran, según Cueto, una forma, una técnica. "Quizá en el Arte y la literatura las historias lineales puedan seguir funcionando", aventuraba.

En 2019 se concedió el Premio Nobel de Literatura a la escritora polaca Olga Tokarczuk  "por su imaginación narrativa con pasión enciclopédica que representa el cruce de fronteras como una forma de vida".

El discurso de la escritora es la continuación de las reflexiones que en los años ochenta daban lugar a algunos libros y discusiones públicas de algunos autores como Juan Cueto. Algunos hay que insistir, una minoría. 

 A lo largo de sus intervenciones, Cueto ironizaba sobre los temas sin interés y de hermandad en los que estaban inmersos tantos de sus compatriotas y lo achacaba a que "renovarse exige codos". En ocasiones se preguntaba por qué la discusión pública en España estaba al margen de lo que podía leerse y escucharse en Francia y Estados Unidos. 

"Carecemos de nuevas formas de contar la historia del mundo", afirmaba la premiada Olga Tokarczuk. La literatura parece incapaz de abandonar sus estereotipados moldes y se están convirtiendo en algo marginal en comparación con otras formas de narración. La imagen y la transmisión directa de la experiencia, la fotografía y la realidad virtual, serán una alternativa viable a la lectura tradicional. 

La Nobel polaca se pregunta qué lugar puede ocupar la literatura en un mundo complicado, con miles de interconexiones que no somos capaces de ver, de contextos múltiples, de hechos contradictorios y mutuamente excluyentes. "Sueño con un narrador, una cuarta persona que no es una construcción gramatical". 

La realidad es atendida por los medios de comunicación, las redes sociales e  Internet pero en la literatura carecemos de  narraciones para el ahora concreto, para las transformaciones ultrarrápidas del mundo de hoy. 

Tokarczuk se pregunta qué sentido tiene insistir, quizá porque nos tranquilizan por conocidas, en las formas de narrar del pasado. Narrar desde el yo es un punto de mira estrecho. 

Instalado en uno mismo, "te voy a contar la historia de mi familia, te voy a contar dónde he estado (...), se carece de la dimensión de la Historia". 

Los territorios de la imaginación de las masas, en palabras de Juan Cueto, "se han repartido" refiriéndose a la televisión devorando al cine aunque no llegó a ser testigo del siguiente paso, las series que han influido de manera revolucionaria en contar "la historia del mundo".

Este proceso de estetización imparable ha dado lugar a que la novela cediera al cine, estetizándose, y éste se estetizara con la aparición de la televisión que a su vez gracias a Internet ha dado paso a las series. 

Para el escritor Ricardo Piglia, el blog tuvo el mismo proceso de estetización cuando aparecieron las redes sociales. K-Punk de Mark Fisher, Club Orlov de Dmitri Orlov o The marginaliam de María Popova son buenos ejemplos. 

"La serie se inscribe en el ritmo nuevo, prolongado y desordenado del mundo, en su comunicación caótica, su inestabilidad y fluidez. Esta forma de contar historias es probablemente la que más creativamente busca una nueva forma hoy", Olga Tokarczuk.

Qué lugar puede tener la literatura que necesita de la lentitud, la atención y la concentración, habilidades cada vez más raras en un mundo complejo y veloz, dominado por Internet, las redes sociales y falsas noticias que han hecho perder la confianza de los lectores en la ficción. "No es la imagen la que se opone al texto, es una dimensión diferente del mundo que actúa sobre nuestros sentidos".

La escritora polaca se plantea al igual que hacía Juan Cueto casi cuarenta años atrás esta misma cuestión pero a diferencia de él, ofrece una posible respuesta: la literatura es la que nos mantiene cerca de los hechos del mundo, se enfoca en el razonamiento interno y los motivos de los personajes. Solo la literatura nos permite profundizar en la vida de otro ser, comprender sus razones, compartir sus emociones y experimentar su destino. Quizá una historia es una forma de organizar una cantidad infinita de información dentro del tiempo.

La obra de Olga Tokarczuk es un intento de asociar hechos y buscar orden, de conexiones inesperadas. La realidad es mucho más complicada de lo que la humanidad había imaginado y no somos más que una parte pequeña de esos procesos.

“Ha llegado el momento de mirar el mundo desde otras perspectivas, incluidas las no humanas”, afirmaba la escritora española Irene Solá en una entrevista reciente. 

"Cuando escribo tengo que sentir todo dentro de mí. Tengo que dejar que los seres vivos y los objetos me atreviesen, todo lo que es humano y más allá del ser humano. Todo lo que está vivo y lo que no está dotado de vida". Olga Tokarczuk. "Creo que se deben contar historias como si el mundo fuera una entidad viva y única, formándose constantemente ante nuestros ojos, y como si fuéramos una parte pequeña y al mismo tiempo poderosa en él".



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