miércoles, 7 de febrero de 2024

La poesía es un fulgor que ilumina y da cuenta del tamaño de las sombras - Ni un leve trazo, David Pulido Suárez, poeta.

 

Fotografía: Carlos Odeh

David Pulido Suárez ha publicado nuevo poemario, Ni un leve trazo y es probable que esta obra sea un antes y un después en su escritura. Colaborador habitual en las revistas Calibán, Ínsula Barataria, Aenigma y La Plazuela de las Letras, publicó su primer poemario Dame un nombre, en 2011 (ed. Idea). Ha recitado poemas en el programa La voz de los poetas, en Radio Ecca y ha participado en el  I Encuentro y festival de poesía joven-2003, celebrado en Salamanca, PAN, organizado por la universidad salmantina y la Asociación de Jóvenes Hispanistas Calíope. En el 2017 llegó a las librerías la segunda obra del autor, Décimas de juguete (ed. CanariaseBook/ Cam-PDS), textos destinados a público infanto-juvenil con el que ha realizado talleres en diversos centros escolares de la isla de Gran Canaria. Si lo desea, puede contactar con el autor a través del siguiente correo: niunlevetrazo_dps@hotmail.com. 


Ni un leve trazo es tu nuevo poemario que tiene como punto común la herida, incluso el dolor, que es a veces vivir.

Mi poemario no es un canto al dolor, sino, en parte, a la franca aceptación del inevitable acabamiento que a todos nos llega; a la fugacidad del tiempo. Pero no sólo la muerte figura en estos versos: la vida misma y el amor, su ingrediente elemental, son los otros dos ejes sobre los que pivota mi libro. 

Son, pues, las tres heridas hernandianas, popularizadas años más tarde por Serrat cuando cantó al oriolano. Tengamos en cuenta que nuestro poeta las llamó “heridas” porque tenía una visión trágica, imbuida de fatalidad, de la existencia, derivado esto no sólo de sus fuentes literarias, sino, particularmente, de su propia experiencia. No obstante, y como es natural, el hecho de estar vivos nos expone a la felicidad y al dolor, forjándonos, definiéndonos como seres humanos. Ni un leve trazo, por qué no, puede leerse también como una invitación a la vida, un memento vivere, tal y como titulo uno de los poemas.


Si la poesía es intensidad, ritmo y voz. En tu opinión qué es la voz.

El género lírico, en sus comienzos, se manifestaba principalmente por medio de la voz. No por casualidad se cuida el ritmo, la rima y la acentuación, usados para dar lugar a una declamación o canto óptimos. Sin embargo, “voz” en poesía tiene también otro significado que es el que aquí me interesa: el estilo inconfundible de cada autor o autora. Antonio Machado en su famoso Retrato dice: “A distinguir me paro las voces de los ecos”. Aunque su sentido original puede ser otro, podemos entenderlo de esta manera: uno se impregna de innumerables versos y modos de escribir, los ecos, los cuales van moldeando poco a poco nuestro estilo hasta que este, finalmente, acaba por cuajar en una voz propia, distinguible. 


La poesía continúa siendo un gran género en estos tiempos que no parecen precisamente poéticos.

¿Pero qué tiempo es poético? Cada una de las generaciones a las que formuláramos esta pregunta respondería, seguramente, que el suyo no lo fue o no lo es. Guerras, hambrunas, crisis económicas, asaltos al poder, siempre hay algo que justifica la frase “malos tiempos para la lírica” con la que Bertolt Brecht tituló uno de sus poemas e inmortalizó el grupo pop español Golpes Bajos. A pesar de todo, lo cierto es que nunca se ha dejado de escribir o leer poesía, sea o no propicio el momento histórico. 

Dicho esto, opino que la poesía se sigue creando y leyendo porque es comunicación que trata de expresar bellamente o de forma atractiva aquello que nos conmueve como humanos y que nos resulta inaprensible con el uso cotidiano del lenguaje. El género lírico tiene la capacidad de pulsarnos por dentro, de dar voz a nuestras preguntas, incertidumbres, alegrías, temores y vértigos más íntimos. Dicha capacidad se fundamenta en que tanto su escritura como su recepción emplean la intuición, es decir, viene y va directo a las entrañas. La poesía es un chispazo, un fulgor, que al tiempo que ilumina da cuenta del tamaño de las sombras, o sea, de los espacios que aún quedan incógnitos.




Cuáles serían tus poetas de referencia.

A riesgo de dejarme a muchos fuera, nombraré a Francisco de Quevedo, Garcilaso de la Vega, la poesía popular o tradicional, la del mundo clásico, Antonio Machado, Lorca, Aleixandre, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, Francisco Brines, Manuel Díaz Martínez, Pedro García Cabrera, Manuel y Eugenio Padorno, Wislawa Szymborska, Manuel González Sosa, Pino Ojeda, Alicia Llarena. 


Al ejercer una profesión que no tiene relación con la poesía, qué significa, qué lugar ocupa el quehacer poético en tu vida.

La poesía para mí es mi modo de ser y de estar en el mundo. Lo ha sido desde que tengo uso de razón, con independencia de aquello a lo que me dedique desde un punto de vista profesional. A través de ella converso conmigo mismo, con cuanto me rodea y con los demás. Por medio del verso traduzco al ser humano que soy, y al hacerlo creo estar hablando de cualquier semejante, puesto que en cualquier tiempo y lugar ciertas emociones y sentimientos, con más o menos intensidad, son compartidas.


Como poeta, cuál sería el principal inconveniente para escribir poesía hoy en día.

Considero que no existen inconvenientes para escribir poesía más allá de la ausencia física de un lápiz o un bolígrafo y un papel. Su creación sólo exige honestidad, humildad, intuición, sensibilidad y conocimiento. Si unos versos tienen que salir, saldrán. Contra viento y marea. Por otra parte, la poesía no puede ni debe someterse al imperativo de la producción con el fin de alumbrar textos publicables. Uno debe escribir porque no le queda más remedio, porque si no lo hace se siente mutilado, pero nunca con el exclusivo fin de ver un libro suyo en las librerías. A la poesía hay que respetarla, y eso se hace desde la honestidad creadora.

David Pulido Suárez
Editorial Cuadernos del Laberinto

                                                     

 

 Espumas Transitorias

A veces, sin que sepas, yo regreso

al pie de la ventana de tu casa

y observo tu silueta mientras pasa

detrás de la cortina de mis huesos.


Entonces en la sangre noto el peso

ausente de un recuerdo que me abrasa

y deja consumiéndose la masa

oscura de este cuerpo que va preso.


Ardiendo, el paso vuelvo hacia la sombra

llevándome conmigo la ceniza

que aviento sobre el mar de la memoria.


Un mar que se estremece si te nombra

llamándote en el eco de una brisa

que besa las espumas transitorias.





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