lunes, 6 de enero de 2020

Un rey cena con su reina - British Museum y Caixaforum Madrid

Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Aquel rey fue el más poderoso de su tiempo, ensanchó sus dominios desde Libia hasta las tierras de Egipto, saqueó Tebeas; destruyó a todos sus enemigos y asaeteó leones: "lo que definió sus campañas militares fue la crueldad extrema de sus ejércitos, de los castigos que impuso como rey".

Asurbanipal, el último gran rey de Asiria conocido en los textos medievales como Sardanapalus, en los griegos como Sardanapal, y en el Antiguo Testamento como Osnaper; sabía para asombro de su época, leer y escribir y era capaz de hacerlo en varias lenguas:
"Sé leer los textos de la antiguas escrituras Sumer y el oscuro lenguaje de Acad". 
El rey de las cuatro partes del mundo envió emisarios a todo su reino para recopilar todos los textos escritos en tablillas que fueran útiles a un monarca y ordenó construir en su ciudad, Nínive la mayor biblioteca de todos los tiempos.

Para saber más que los sacerdotes, más que los astrólogos, el pasado de otros grandes señores, conocer todas las predicciones y todos los oráculos. Para controlarlo todo, dominarlo todo: las gentes, los animales, los saberes. Más de treinta mil tablillas que llenaron tres edificios: "la mayor recopilación de ciencia y literatura precristianas", sentencian los expertos.

Y de los restos de aquellas tabletas de barro hemos sabido de la Epopeya de Gilgamesh, del poema Enuma Elish o la narración del Diluvio.

"Un rey culto, un monarca despiadado" del que aún los historiadores suelen obviar maravillarse ante la demostración de su más omnímodo poder en aquellas tierras secas y agobiantes, sin árboles en las que apenas llovía tres meses al año.


El poder de dar sombra y adueñarse del agua. Al jardín del rey llegaron semillas de todos los confines: árboles de lana como llamaban entonces a los algodoneros, palmeras, olorosos cedros, frutales: "propios de las montañas y de Caldea". Aquel paraíso cruzado de riachuelos en los que nadaban peces y crecían flores como el loto, esa rosa del Nilo que solo prospera encharcada.

Este señor de la guerra, vestido de blanco y enteramente perfumado como era costumbre entre los poderosos de su tierra cenaba junto a su reina, servidos de fruta y música, en el frescor de la noche, en el más inmenso de todos los lujos que podían procurarse: recrear el suave clima de los prados de montaña en las llanuras despiadadas del desierto. 


Observando la altura de los árboles …

contemplaban la Montaña de los Cedros, la morada de los dioses, la tarima del trono de las diosas.

Dulce era su sombra, llena de placeres.

Epopeya de Gilgamesh



En la sala Los placeres de los sentidos se ha reproducido el frescor, la perfumada atmósfera, la luz nocturna, las sombras de las plantas y el canto de los pájaros de los antiguos jardines del rey asirio Asurbanipal.


Lujo. De los asirios a Alejandro Magno
Caixaforum Madrid
Hasta 12 de enero

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