sábado, 14 de marzo de 2020

Envidiar la nieve - La Herrería, San Lorenzo de El Escorial

Ahora son los ciruelos y en el Bosque de la Herrería hay varios. Darse así, entregarse a la primavera en una belleza que la nieve envidiaría, sin guardar ni una sola posibilidad y en apenas una semana volver a ser árbol. ¿No debería nuestra vida acontecer igual?

Alrededor, antiguos fresnos, robles, almendros y perales anuncian el cambio de estación primero en sus copas que reciben mejor el sol. ¿Cómo lo hará el ciruelo que no distingue ramas bajas de las cercanas al cielo? Las margaritas, los dientes de león no tienen elección porque son de suelo y allí aparecen entre la hierba ahora tan tierna. La algarabía de los pájaros que cantan a pleno pulmón, la acompaña el florecido ciruelo con su propia música: la de los abejorros y sobre todo abejas que liban golosos en él. Entre peral y ciruelo, una abeja elegirá, sin dudar, flor de ciruelo, de tan dulce que es.

Un poco antes de llegar a la Herrería, hay que saludar al cisne que descansa en el pequeño estanque del Monasterio de El Escorial. Es frecuente que arranque exclamaciones de admiración entre los turistas y provoque una sonrisa su indiferencia a las fotografías. Quizá los muros de piedra estén rodeados de visitantes admirándole pero si el calor del día invita a sestear eso hará, y no se moverá de de allá para acá cruzando el agua entre las carpas gigantescas. Él lo sabe, al igual que el exultante ciruelo, les basta con estar.

Y además, este texto que pertenece a mi libro, La salvaje belleza alada 






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