Quizá Jacqueline Roque, la segunda y última esposa de Pablo Picasso, haya sido la musa más retratada en la historia y un ejemplo de lo que Alice Munro, la Premio Nobel de literatura canadiense, definió como la obligación de toda mujer casada: "proporcionar a su cónyuge una imagen aumentada y mejorada de sí mismo". Las anécdotas sobre la abnegada Jacqueline parecen confirmarlo.
Sin embargo, en el Museo Picasso/Colección Eugenio Arias en Buitrago de Lozoya, puede encontrarse un detalle maravilloso. Ella, que a menudo posó leyendo, también se animó en alguna ocasión a escribir poemas y su marido, los imprimió e ilustró. Apenas seis pliegos de complicidad titulados Temperatura... y el nombre de él bajo el de ella.
Por su parte, Picasso también escribía versos cuando la conoció en 1952: "se puede escribir una pintura con palabras, del mismo modo que es posible pintar sensaciones con un poema", afirmó.
"Escribió poemas, con intensidad y casi a diario, en los años 1935 y 1936 y siguió haciéndolo, aunque con interrupciones, hasta 1959, fecha de su último poema conocido. Fruto de esa actividad hoy se conocen más de trescientos cincuenta poemas". +infoUna selección de ellos puede leerse aquí y el dato curioso de que, en una crisis de vocación, Pablo Picasso llegó a plantearse abandonar la pintura para cantar.
gota a
gota
vivaz
muere el
azul pálido
entre las garras
del verde almendra
en la escala
del rosa
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