"A menudo ha ocurrido, reflexionaba el escritor italiano Alessandro Baricco, que hemos generado sistemas mentales sin tener la capacidad inmediata de sostenerlos: la Ilustración y su reivindicación de la libertad que en ese momento no fueron capaces de gestionar y el Romanticismo que puso al alcance de la mano, una sensibilidad que gran parte de los seres humanos no podían soportar físicamente".
Hoy, 22 de noviembre, fallecía hace 150 años, Gustavo Adolfo Bécquer y además de exposiciones y rutas guiadas, se han realizado nuevas ediciones de su obra. Bécquer no sólo fue poeta, se dedicó profesionalmente al periodismo y escribió libretos de zarzuela, además de comedias, artículos de costumbres y leyendas.
En Madrid, al que llegó para triunfar literariamente en 1854, bullían las novedades y con ellas las oportunidades para jóvenes como él; afirmaba Jesús Rubio Jiménez, catedrático de literatura en la Universidad de Zaragoza en un ciclo de conferencias impartido en la Fundación Juan March.
"Le interesaba hacer libretos de zarzuela porque era una industria, daba dinero. La imprenta se había modernizado con las nuevas máquinas, se podía imprimir ilustraciones de mucha calidad y más baratas. La gente iba al teatro y a la zarzuela y compraban los libretos para leerlos en casa".
"La musicalidad de las rimas, continúa Rubio Jiménez, las trabajó Bécquer en sus libretos de zarzuela".
"Ya clareando
va la mañana
ya el toque alegre de la diana
los mansos vientos
rasgando va".
La Cruz del Valle, al que pertenecen estos versos, es uno de estos libretos que el poeta escribió junto a Luis García Luna y se edita de nuevo en edición facsímil a modo de conmemoración. En ella han colaborado Luis Alberto de Cuenca, Pedro Amorós y Alicia Ares.
"Bécquer fue un gran aficionado a la música", escribe Pedro Amorós a modo de prólogo de esta edición y en un detalle biográfico más, se enamoró de Julia Espín, cuya familia estaba vinculada a la música.
En Madrid logró lo que su Sevilla natal no hubiera podido darle, hizo carrera política y burocrática, se introdujo en la bohemia literaria y artística. El mito de Bécquer pobretón, insiste Amorós, no es más que eso, una invención. Quiso, incluso, comprar San Juan de Duero en Soria que se usaba para guardar ovejas, para convertirlo en lo que es ahora, monumento nacional.
"Es el padre de la poesía española contemporánea, afirma Luis Alberto de Cuenca, es nuestro padre espiritual". Y por si esto fuera poco, acercó la leyenda, un género viejo, al relato y cambió la literatura de viajes en España: con él cobró importancia lo que el viajero experimentaba y no una lista de datos, de exhibición erudita sobre los lugares que se visitaban.
En su tercera epístola de Cartas desde mi celda (1864), continúa Rubio Jiménez, escrita en uno de sus reposos obligados por la tuberculosis que padecía, echa una una mirada atrás y "acepta los límites de su existencia".
Esto significa, en línea con lo expresado por Baricco, la negación del más sagrado anhelo de la sensibilidad romántica: el deseo de lo sublime.
«Cuando hay desazón por lo real y acostumbrado y se buscan salidas, cambios y posibilidades de superación, casi siempre entra en juego lo romántico». Rüdiger Safranski.
Bécquer falleció a los 34 años de tuberculosis, que fue llamada dolencia de los poetas: "Yo soñaba una vida independiente y dichosa, semejante a la del pájaro que nace para cantar y Dios le procura de comer; soñaba esa vida tranquila del poeta que irradia con suave luz de una en otra generación", Cartas desde mi celda.
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