Es un desierto circular el mundo,
el cielo está cerrado y el infierno vacío.
Elegía interrumpida, Octavio Paz.
En Segovia hay una librería atendida por voluntarios, Aida Books que es un proyecto con el que obtiene fondos la ONG Aida. Los libreros son lectores y este pequeño local al lado del Acueducto se convierte en un lugar en el que comentar cómo va la celebración del año Delibes, la vida de María Zambrano en Segovia o si el ebook aventaja al papel. En resumen, se puede charlar con otros lectores cara a cara que como tantas otras cosas reales, se ha convertido en una rareza.
Los libros donados llegan a veces tan deteriorados que este año decidieron hacer algo con los que son imposibles de vender y se pidió a tres artistas que idearan una exposición con ellos. Hay un gigantesco corazón, libros como pájaros sobrevolando el techo, perfiles de ciudades, un bodegón y grandes collage con los objetos que a modo de marcapáginas los lectores olvidaron dentro.
Mientras Ivanhoe se debate por recuperar su buen nombre, suena el teléfono y el lector detiene el mundo con una vieja fotografía de bordes serrados para atender a un teleoperador que quiere venderle un seguro; en el momento en que Julián Sorel decide que si esa misma noche no toma la mano de la señora Renal se pegará un tiro, el billete de autobús le interrumpe con determinación.
Una hoja de un vulgar almanaque es capaz de hacer que un lector salga a tomar aire fresco huyendo del amoral mundo de Ripley, un anuncio de levadura puede alejarnos sin conmiseración de las súplicas de Anna Karenina para que le permitan ver a su hijo.
A propósito de los toscos objetos olvidados a modo de marcapáginas, podría organizarse una exposición de mundos interrumpidos. Una muestra en la que, la pura vida imaginada hubo de ser abandonada in media res: la hermosa Sara atravesando los prados para encontrarse con el esclavo polaco Josefov en la montaña, Martin Eden salvando al rico Joseph Morse.
La Rusia zarista, la Polonia medieval o la Francia elegante quedan a la espera por llamadas de teléfono, paradas de tren, la comida quemándose, la entrega de un paquete o la hora de la cena y como cualquier tiranía, les impone silencio con trozos de periódico, tarjetas de visita, fotografías anodinas, recordatorios cursis de comunión, pedazos de papel basto, servilletas de bar.
La palabra es una poderosa soberana
con un cuerpo pequeñísimo
y del todo invisible
ejecuta las obras más divinas:
quitar el miedo
desvanecer el dolor
infundir alegría
y aumentar la compasión.
Gorgias, s. V a C.
El corazón de los libros
Casa del Lector, Segovia
Hasta el 24 de enero. Gratuita
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