El próximo 31 de enero, el investigador Francisco José Peña Rodríguez presentará su nuevo libro, La década del cambio.(1979-1989). Crónica de los ochenta desde Madrid, Editorial Cuadernos del Laberinto en la Librería Juan Rulfo (Madrid). Peña Rodríguez ha dedicado sus investigaciones históricas a la posguerra y además, se ha especializado en la novela y la poesía posteriores a 1975. Es autor, en una bibliografía muy extensa que incluye artículos periodísticos y diferentes géneros literarios, del ensayo La obra literaria de Joaquín Leguina, 1985-2006 (2013) y De Alfonso XIII a Tierno Galván. Estampas del siglo XX español (2022) que fue galardonado con el III Premio Internacional Cuadernos del Laberinto de Historia. En esta entrevista afirma "si tengo una novela que siempre recomiendo, que he releído varias veces y que me parece imprescindible en la literatura del siglo XX es Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa". Francisco José Peña estará acompañado en la presentación de La década del cambio (1979-1989) de los ex alcaldes madrileños, Joaquín Leguina y Juan Barranco.
Uno de tus ámbitos de investigación es la novela política de posguerra. El historiador Ángel Viñas ha afirmado que la guerra civil española ha generado una bibliografía de dimensiones asombrosas en comparación con la II Guerra Mundial.
Coincido con Ángel Viñas, cuyo padre era albaceteño como yo, en que la guerra civil de 1936 es uno de los episodios históricos con una bibliografía asombrosa. Una de las claves es que la guerra fue un acontecimiento de interés internacional, pues implicó a favor de Franco a Alemania e Italia y a Rusia y a las Brigadas Internacionales como apoyo de la República, además de la actitud pasiva de Francia e Inglaterra. Pero también la prensa internacional y los intelectuales del momento pusieron su mirada en España, en una lucha que se entendió como la confrontación en el campo de batalla entre democracia y fascismo. Pero es que además aquel conflicto tuvo connotaciones económicas, religiosas, nacionalistas, culturales... En ese sentido, cualquier aspecto de la vida de los españoles se vio afectado por la guerra. Por el contrario, la II Guerra Mundial fue una lucha entre países: entre democracia y fascismo-nazismo. Y, salvo peligrosos nostálgicos en EE.UU. y Europa, todo el mundo está ─o debería estar─ de parte de Churchill y Rooselvet.
En cuanto a la novela española desde la transición, en mi tesina doctoral elaboré un catálogo de novelas editadas entre 1975 y 2003 que tienen como tema la guerra, y ya entonces me pareció un canon respetable. Desde la muerte de Franco han visto la luz títulos tan singulares como Días de llamas, de Juan Iturralde; La guerra del general Escobar, de José Luis Olaizola; o Soldados de Salamina, de Javier Cercas, por citar algunas.
También has publicado en el género biográfico sobre Josefina Aldecoa, Álvaro Pombo o Vicente Molina Foix, entre otros. ¿Cuál es el punto común de todos ellos para que les hayas dedicado tu atención?
Confieso que esos nombres me los sugirió mi profesora en la Facultad, y ahora amiga, Carmen Valcárcel. Ese fue el punto de partida no solo para su inclusión en el diccionario de la RAH, sino también de la lectura de sus obras. Los tres tienen rasgos muy singulares y una estética muy personal, pero todos ellos me parecen imprescindibles en el canon de la literatura de la democracia. Creo que Álvaro Pombo (Premio Cervantes 2024) posee una voz poética muy singular, pero también es un narrador de primer orden, con temas que solo él puede aportarnos. A su vez, Molina Foix resulta muy particular: es bueno como narrador o guionista, es magnífico como poeta, novísimo de los de José María Castellet, y es excelente como ensayista. Pero si tengo una novela que siempre recomiendo, que he releído varias veces y que me parece imprescindible en la literatura del siglo XX es Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa. Cualquier docente debería leerla alguna vez en su vida, y aunque parezca una autora desconocida, estuvo en el grupo fundador de la revista Espadaña y forma parte de la Generación del 50.
El próximo 31 de enero presentas un nuevo libro, La década del cambio en España (1979-1989), y una de las figuras reivindicadas es Tierno Galván ¿Necesita ser mejor conocido? Personalmente, creo que sus bandos son singulares.
Indudablemente, Enrique Tierno Galván fue un alcalde muy popular en los ochenta; por ejemplo, en las elecciones de 1983, cuando cosechó una rotunda mayoría absoluta, subió en zonas tradicionalmente conservadoras como el barrio de Salamanca, donde yo viví veinte años. Ahora bien, hablamos de un político de un alto perfil intelectual, indiscutible antifranquista, pragmático en el pacto con otros sectores de la oposición y aunque una parte del grupo de Suresnes lo intentó arrinconar, o jubilar, supo gestionar Madrid con solvencia y desempeñó el cargo con altura de miras y entidad política. Sí que es conveniente no olvidarlo, tenerlo presente y entender que en el pasado hubo otras formas de desempeñar los cargos políticos. Y, efectivamente, sus bandos son joyas literarias, pero también de la Historia de Madrid, aunque su pluma fue más allá y tocó palos como el ensayo legal, el género memorialístico o la crítica literaria, desde un punto de vista casi filosófico. Como suele recordar a menudo Juan Barranco, Tierno es además el autor del preámbulo de la Constitución de 1978.
Esos años son los de la movida madrileña, que según afirmas se dio en varias ciudades y que en Valencia acabó con la “ruta del bacalao”. ¿En qué acabó en Madrid?
Creo que una manifestación contracultural tan fuerte como la movida de los ochenta terminó definitivamente con el nacimiento de otra corriente contracultural como la ruta del bakalao, con ‘k’, que además tenía su base en la movida levantina. Igual esto resulta algo polémico, pero ambos son momentos de contracorriente muy fuertes. Pero yendo a la pregunta: creo que la movida madrileña estaba prácticamente en fase de decadencia hacia 1986. La unión de consumo de drogas y movida fue letal, pero las autoridades actuaron con decisión cuando también hubo un fallecido por una pelea absurda en la puerta de la discoteca Rock-Ola. Ahora bien, con una mirada cultural, creo que todo cambió al morir algunos magníficos artistas y también con la carrera en solitario de otros. Eso sí, varios de sus miembros más reconocidos siguen en la brecha: Alaska, como una show-woman televisiva y radiofónica; el Gran Wyoming, presentando un programa diario en La Sexta con excelentes datos de audiencia, o Pedro Almodóvar, que se ha convertido en un clásico del cine posmoderno.
La estética de los 80 es ahora moda, este revival, ¿a qué crees que se debe? Incluso hay un “look” de oficina de aquellos años con nombre propio: corpcore.
Efectivamente, parece que vuelve. La moda es una de las cuestiones culturales más cíclicas, y del mismo modo que tuvimos un revival de chaquetones y pantalones de campana setenteros hace poco tiempo, ahora vuelve el gusto por aquella estética que creo que no se va a quedar en el corpcore de oficina, porque también vuelve el cuero en pantalones y chaquetas. Por otra parte, creo que quienes nacieron a finales de aquella década o en los 90 miran atrás con la necesidad de explicarse a sí mismos, por eso también surgió mi libro La década del cambio en España (1979-1989). Si nos fijamos bien, las series Las Abogadas y Asuntos Internos, o el documental La última noche de Sonia Martínez ─de quien hablo en mi libro─, son una mirada hacia la transición y los ochenta con ganas de explicar qué fuimos y de dónde venimos en un tiempo en el que resurgen las rancias ideologías extremistas del siglo XX.
De las decenas de protagonistas de aquella década que citas en tu libro, ¿quién, de todos ellos, necesitaría una revisión mejor?
El propio libro ya reivindica a algunos como Joaquín Leguina, Juan Barranco o Sabino Fernández Campos, y por otra parte creo que pongo en valor algunas figuras de gran valía en el centroderecha como Álvarez del Manzano y Ruiz-Gallardón. Y, como decía antes, Tierno Galván resulta crucial para entender, por ejemplo, la mayoría absoluta del PSOE en 1982. La transición y los ochenta son un logro colectivo del pueblo español, que además sufrió los envites de la violencia política, del terrorismo, del golpismo o las crisis económicas o sanitarias ─como el caso de la colza o el Sida─. España le debe mucho a Adolfo Suárez y a Felipe González, pero también a sí misma, aunque quizás la revisión más necesaria ─y a lo mejor no necesariamente benévola─ es la que afecta al papel de Juan Carlos I.
Buena entrevista, se agradece. ¿La presentación es el 31 de enero? Saludos
ResponderEliminarGracias Pablo, sí, es el 31 de enero. Ya está corregido. Un cordial saludo
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