viernes, 31 de octubre de 2025

Recuerdos olvidados. Entre Páginas, librerías solidarias Aida Books - Exposición Biblioteca Pedro de Lorenzo, Soto del Real (Madrid)

 


Maribel Orgaz @leerenmadrid
En la Biblioteca municipal Pedro de Lorenzo de Soto del Real (Madrid) se ha clausurado ayer una exposición con las postales, poemas de amor, entradas de cine y teatro, listas de la compra y pequeños papeles de todo tipo que los lectores olvidaron en los libros que habían donado a las librerías solidarias AIDA Books&Moore, Entre Páginas. 

Hay muchas estampas religiosas con las que se han compuesto retablos, árboles formados con entradas de espectáculos y cartelas cuyos comentarios son tan interesantes como lo expuesto: "las personas escriben de lo mismo que leen, historias de amor, cuentas de la cena, dedicatorias, confesiones secretas", Amelie Die.

Rosa Martínez explicaba "que si lo ves en un anuncio se te olvida aunque te interese comprarlo" pero si te dan un folleto por la calle "o lo dejan en el buzón de casa, entonces lo guardo. Aunque poco después también lo olvido".


"Viví en este hotel, tomé este autobús, dejé aquí el coche", detallan Beatriz García y Remedios Becerra. Lo olvidado en los libros es a veces, nostálgico, a veces íntimo: "con los sentimientos", puede leerse en una hoja de un hotel, "suele pasar a veces como con los idiomas extranjeros, ni los sabes ni los comprendes".

Becerra ha elaborado un álbum con los poemas "que se suelen guardar en los libros por que nos dan un poco de vergüenza pero aquí salen a la luz para demostrar que cualquier persona es capaz de ser poeta". 


Concha Jiménez Fernández, bibliotecaria, escribió un artículo para la revista Mi Biblioteca acerca de la colección de objetos que va reuniendo a lo largo de los años encontrados en los libros, "trozos de vida olvidados en las páginas". Las flores secas son habituales, los calendarios, los envoltorios de bombones, trozos de papel con nombres misteriosos y números de teléfono pero Jiménez destaca entre todos "las fotografías amarillentas de lectores invisibles, de historias que jamás serán contadas".

















sábado, 25 de octubre de 2025

María Moliner en postales - Día de las Bibliotecas - Biblioteca Municipal Pedro de Lorenzo - Soto del Real, Madrid

 


Maribel Orgaz @leerenmadrid
El Día de las Bibliotecas se celebró en Soto del Real con un homenaje a María Moliner, bibliotecaria y lexicógrafa, ya que su nieta, la arquitecta Marcela Ramón reside en este municipio.

En el encuentro estuvieron presentes también María Pilar Benítez, investigadora, y Juan Sobrino, bibliotecario.

La herencia de una colección de postales ha permitido sintetizar la vida de María Moliner, "un material original que reconstruye de manera esquemática sus destinos, sus viajes y sus descansos veraniegos en familia", explicaba Benítez.

Hija de un médico, estudió durante unos años en la Institución Libre de Enseñanza, en Madrid, hasta que el abandono del padre para irse a Argentina la obligó junto a su familia a regresar a su pueblo natal en Aragón.

En las postales que Marcela Ramón posee también figuraban las que intercambió Moliner con su futuro marido, el Catedrático de Física Fernando Ramón, "se conocieron en Murcia y se trasladaron por motivos laborales a Valencia".

Moliner, madre de cuatro hijos, colaboró activamente en las Misiones Pedagógicas, escribió manuales para la organización de bibliotecas rurales "que se han utilizado hasta hace unas décadas", creó la Biblioteca Escuela, asistió a congresos. "Yo no sé", explicaba admirado Juan Sobrino, "de dónde sacaba el tiempo". 

Como otros funcionarios, tras la guerra civil se la sometió a ella y a su marido a expedientes de depuración aunque pudo volver a trabajar pero no así Fernando Ramón que fue apartado durante un tiempo de su cátedra.

"Tras el expediente María Moliner fue destinada a la biblioteca de la Escuela de Ingenieros que no era el sitio adecuado para alguien como ella pero fue entonces cuando emprendió su gran obra, el diccionario", explicaba María Pilar Benítez. 




viernes, 17 de octubre de 2025

Postales, fugas temporales

 



Maribel Orgaz @leerenmadrid
Envío, de vez en cuando, a mis amistades de fuera de España postales bizarras que encuentro en las tiendas de recuerdos turísticos. En Segovia, unos burros cargados con serones de esparto y el mar al fondo; en Madrid, dos gatos posando frente al Palacio de Cristal del Parque de El Retiro. 

En mi última visita a Segovia, un cochinillo yacía tostado y despanzurrado sobre un plato, eché un vistazo y le comenté al dependiente "esto es demasiado" y riéndose contestó que sí, "lo sé, sobre todo para enviarla a los extranjeros". Y me llevé los burros. 

Mis bizarras favoritas son las que he encontrado en la costa, playas repletas de gente y sombrillas, mujeres tomando el sol maquilladas de colores. 

Mi amiga desde Australia me contestó por whatsapp con emoticones de risas a mi último envío por las traducciones al inglés en el reverso: "typical stamps" ya que los editores confudieron sellos (stamps) con postal (postcard). 

Estas postales fueron imágenes tomadas quizá en los años sesenta o incluso los cincuenta y continúan reproduciéndose igual, no son restos de almacén en liquidación. Esto es lo curioso.

Cecilia Fuentes, autora de un trabajo acerca de los recuerdos turísticos que adquirimos cuando visitamos las ciudades, ha denominado a estas imágenes, fugas temporales y yo me pregunto en esta vuelta a la ropa ochentera, el tocadiscos y la máquina de escribir, si estamos enviando de nuevo postales o el problema es lo engorroso del proceso, una vez que las encuentras, tras escribirlas en modo tuit y buscar un estanco para franquearlas hay que echarlas a un buzón. No siempre quien vende postales da al completo este laborioso y vintage servicio de envío. El estudio de 2011 de Mariana López Hurtado parece confirmarlo cuando sus encuestados aducen pereza como principal motivo para no enviarlas en sus viajes.

El análisis de Fuentes, basado en la antropóloga Elizabeth Edward, aventura que se reproducen imágenes de monumentos, plazas o museos inamovibles que representan típicamente, un lugar. Lo que hay que ver si estamos por allí y eso no cambia: la puerta del Sol, el palacio Real, la puerta de Alcalá. Es probable que este tópico promocional sea lo más aburrido de los expositores de postales y esté a punto de desaparecer si es que no lo ha hecho, ante la competencia de las redes sociales y nuestras fotografías con el móvil enviadas por mensajería instantánea. Aquí va otro dato, cada segundo se suben más de mil fotos a Instagram.

Mi selección de postales bizarras duda, por ejemplo, ante las que incluyen varias tomas en una sola postal, esas divisiones en cuadritos que delatan nuestra moderna manera de viajar: el caso es ver mucho en el menor tiempo posible. Pero esto es una crítica y yo no busco eso. 

Sólo quiero compartir un instante divertido, una mirada chocante que provoque una sonrisa al recuperar un tiempo en el que sombrillas hasta el borde del mar y cientos de personas disfrutando en bañador en poco espacio eran envidiables, la garantía del mejor plan para unas vacaciones en la playa o que una recua de burros posando en un acantilado invitaban a veranear allí.  

No todo es imagen de archivo rescatado y reimpreso en las postales. Hay también propuestas nuevas y se diferencian de inmediato en los expositores. Según afirma Fuentes, la renovación del catálogo corresponde a capturas que parecen tomadas al vuelo, casi de paso, con efecto polaroid que buscan transmitir la imagen de una ciudad ágil y dinámica. 

En cierto sentido, es lo contrario a mis bizarras, un guiño a una época y su estética y a lo que apreciábamos en ella. La playa sigue ahí, el Retiro también pero una forma de enorgullecerse al habitarlos, en compañía de otros muchos y hasta en sus detalles más chocarreros ha desaparecido para siempre. 

"Recibir una postal física", dice el anuncio de una web, en una era donde la comunicación electrónica es dominante, puede ser una grata sorpresa que crea una conexión más profunda y tangible entre el remitente y el destinatario. Enviar una postal demuestra que alguien se tomó el tiempo de seleccionar, escribir y enviar un mensaje afectuoso, haciendo que el destinatario se sienta valorado y apreciado".


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viernes, 10 de octubre de 2025

Homenaje a Ana Diosdado, dramaturga - Ateneo de Madrid

 


Maribel Orgaz @leerenmadrid
El pasado lunes, 6 de octubre, tuvo lugar en el Ateneo un homenaje a la dramaturga Ana Diosdado, quizá la escritora "que inauguró a lo grande la dramaturgia femenina", propuso la también dramaturga y gran amiga, Paloma Pedrero que compartió mesa con Luis Merlo y Rodolfo Sirera.

"Era la única mujer", añadía Pedrero, "cuya obra se estrenaba en los teatros grandes de ese país. Fue una pionera en la escritura femenina teatral". 

En una tarde muy emotiva, la actriz María José Goyanes rememoraba cómo a Diosdado le gustaba especialmente su interpretación de Jarira, en la obra del mismo nombre, una de sus últimas escrituras: "una joyita a pesar de lo breve que era esta pieza". Diosdado se despidió "por así decir, del teatro, en el María Guerrero con Los comuneros. Su canto de cisne en un escenario al que ella quería tanto".

Ramón Ballesteros, director de la primera obra que Diosdado estrenó, Olvida los tambores, rememoró las dificultades para encontrar en los años 70 una sala en Madrid que quisiera estrenarla. "Al final fue en el Valle-Inclán que estaba por aquel entonces, en la Plaza de España y cuando ya pensábamos que si no era allí, había que irse al extranjero". 

En 1988, se estrenó una de las obras más emblemáticas de Ana Diosdado, Los ochenta son nuestros en el Infanta Isabel. "Las colas", recordaba el actor Iñaki Miramón, "recorrían la calle y daban la vuelta a la manzana. Era una obra que hablaba de nosotros y que podía haberse escrito hoy".

Su sentido del humor, su gran disciplina, "se reía incluso de sus personajes", su sinceridad. "Y también sus enfados que, a veces, o bastantes veces cuando me pedía que la sustituyera en una conferencia porque estaba contrariada y no quería ir", recordaba Paloma Pedrero, " me metía en un lío y una vez, en un gran lío", cerró sonriendo.






sábado, 4 de octubre de 2025

30 octubre en la librería y espacio cultural Mareta (Guadalajara) - Se nos ha dado tanta belleza. Maribel Orgaz - Ediciones Tundra



El próximo 30 de octubre, jueves, estaré en Mareta (Plazuela de Don Pedro, 1, Guadalajara) hablando sobre periodismo ambiental con motivo del último libro que he publicado, Se nos ha dado tanta belleza en la colección Paseos de la Editorial Tundra. 

Julio Martínez es el editor de Oceano Atlántico y desde hace unos meses también librero con Mareta. Aunque Mareta es mucho más, es un proyecto cultural con exposiciones, conferencias, círculos de lectura.

Julio es periodista y pertenece a la Asociación de Periodistas de Información Ambiental, APIA, al igual que yo. Así que nos conocemos desde hace tiempo. Somos compañeros de profesión. 

Hace unos días hablé con Julio, "estoy cerrando el calendario de octubre. ¿Te gustaría venir una tarde a nuestra Mareta?".

-Claro que sí, respondí.

Así que, allí estaré.