Maribel Orgaz @leerenmadrid
Envío, de vez en cuando, a mis amistades de fuera de España postales bizarras que encuentro en las tiendas de recuerdos turísticos. En Segovia, unos burros cargados con serones de esparto y el mar al fondo; en Madrid, dos gatos posando frente al Palacio del Cristal del Parque de El Retiro. En mi última visita a Segovia, un cochinillo yacía tostado y despanzurrado sobre un plato, eché un vistazo y le comenté al dependiente "esto es demasiado" y riéndose contestó que sí, "lo sé, sobre todo para enviarla a los extranjeros". Y me llevé los burros.
Mis bizarras favoritas son las que he encontrado en la costa, playas repletas de gente y sombrillas, mujeres tomando el sol maquilladas de colores.
Mi amiga desde Australia me contestó por whatsapp con emoticones de risas a mi último envío por las traducciones al inglés en el reverso: "typical stamps" ya que los editores confudieron sellos (stamps) con postal (postcard).
Estas postales fueron imágenes tomadas quizá en los años sesenta o incluso los cincuenta y continúan reproduciéndose igual, no son restos de almacén en liquidación. Esto es lo curioso.
Cecilia Fuentes, autora de un trabajo acerca de los recuerdos turísticos que adquirimos cuando visitamos las ciudades, ha denominado a estas imágenes, fugas temporales y yo me pregunto en esta vuelta a la ropa ochentera, el tocadiscos y la máquina de escribir, si estamos enviando de nuevo postales o el problema es lo engorroso del proceso, una vez que las encuentras, tras escribirlas en modo tuit y buscar un estanco para franquearlas hay que echarlas a un buzón. No siempre quien vende postales da al completo este laborioso y vintage servicio de envío. El estudio de 2011 de Mariana López Hurtado parece confirmarlo cuando sus encuestados aducen pereza como principal motivo para no enviarlas en sus viajes.
El análisis de Fuentes, basado en la antropóloga Elizabeth Edward, aventura que se reproducen imágenes de monumentos, plazas o museos inamovibles que representan típicamente, un lugar. Lo que hay que ver si estamos por allí y eso no cambia: la puerta del Sol, el palacio Real, la puerta de Alcalá. Es probable que este tópico promocional sea lo más aburrido de los expositores de postales y esté a punto de desaparecer si es que no lo ha hecho, ante la competencia de las redes sociales y nuestras fotografías con el móvil enviadas por mensajería instantánea. Aquí va otro dato, cada segundo se suben más de mil fotos a Instagram.
Mi selección de postales bizarras duda, por ejemplo, ante las que incluyen varias tomas en una sola postal, esas divisiones en cuadritos que delatan nuestra moderna manera de viajar: el caso es ver mucho en el menor tiempo posible. Pero esto es una crítica y yo no busco eso.
Sólo quiero compartir un instante divertido, una mirada chocante que provoque una sonrisa al recuperar un tiempo en el que sombrillas hasta el borde del mar y cientos de personas disfrutando en bañador en poco espacio eran envidiables, la garantía del mejor plan para unas vacaciones en la playa o que una recua de burros posando en un acantilado invitaban a veranear allí.
No todo es imagen de archivo rescatado y vuelto a imprimir en las postales. Hay también propuestas nuevas y se diferencian de inmediato en los expositores. Según afirma Fuentes, la renovación del catálogo corresponde a capturas que parecen tomadas al vuelo, casi de paso, con efecto polaroid que buscan transmitir la imagen de una ciudad ágil y dinámica.
En cierto sentido, es lo contrario a mis bizarras, un guiño a una época y su estética y a lo que apreciábamos en ella. La playa sigue ahí, el Retiro también pero una forma de enorgullecerse al habitarlos, en compañía de otros muchos y hasta en sus detalles más chocarreros ha desaparecido para siempre.
"Recibir una postal física", dice el anuncio de una web, en una era donde la comunicación electrónica es dominante, puede ser una grata sorpresa que crea una conexión más profunda y tangible entre el remitente y el destinatario. Enviar una postal demuestra que alguien se tomó el tiempo de seleccionar, escribir y enviar un mensaje afectuoso, haciendo que el destinatario se sienta valorado y apreciado".
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