miércoles, 18 de diciembre de 2019

Todas las historias que viven en mí - Care Santos en Alcobendas

Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
Presentar a una escritora como Care Santos es un privilegio especial y por muchos motivos. Care, Premio Nadal, Premio Ramon Lull, Premio Primavera y un largo etcétera; continúa escribiendo con pasión y entusiasmo después de veinticinco años dedicada a ello: "sé que no me va a dar tiempo a escribir todas las historias que quiero contar"; es generosa con sus influencias y su admiración literaria: "me han influido más los escritores hispanoamericanos que los españoles", "os recomiendo leer el ensayo de Murakami De qué hablo cuando hablo de correr"; y habla con naturalidad de su maternidad, sus hijos, sus anécdotas de vida doméstica.

Doce novelas, decenas de cuentos, una obra de teatro e incluso poemarios. Una obra amplia, de diferentes registros que atrae a todo tipo de lectores. Y cuando me refiero a variedad es en todo el sentido de la palabra: un lector encandilado de 8 años acudió a la presentación de la tarde para preguntar de dónde sacaba sus ideas para tantos personajes; muchos jóvenes llevaron libros para firmar y los adultos se interesaron por su opinión acerca de la adaptación televisiva de Habitaciones cerradas o cuándo empezó su vocación literaria, en qué estaba trabajando ahora.



Escribe por las mañanas, "me he dado cuenta de que mi cabeza funciona mejor", "no siento vacío al terminar una novela porque ya tengo la idea para la siguiente", "escribo un primer borrador del tirón y así no tengo bloqueo, tardo unos tres meses pero en corregirlo tardo más que en escribirlo". "¿Y si no sabes por dónde continuar con un personaje", le preguntó uno de sus lectores quinceañeros. "Si me bloqueo me hago un café, o me doy una ducha o si es un poco más largo, me doy un paseo por la playa porque tengo la suerte de que está muy cerca de mi casa".


Despoblación
Care Santos

Igual que de esos pueblos de los que huye la gente
el día en que se vienen abajo los tejados,
entiendo que te escapes de mi vida.

Aquí no queda nada: escombros y cascotes
y madera podrida que ni siquiera arde.

Autorretrato
Care Santos

Tengo treinta y seis años.
Sólo soy un estorbo para la evolución.
He parido tres hijos, pero hace varios meses
que desteté al pequeño.
Nunca fabriqué nada con las manos.
No tallo, no modelo.
Nunca hice una escudilla. O una mesa.
No domaron mis manos la madera ni el barro
ni ninguna otra cosa.
No sé curar enchufes ni comprendo los grifos.
Ni siquiera soy buena devolviendo un botón
a su lugar.
Fui un año presidenta de la comunidad
de propietarios
                      mas yo siento que no fue suficiente.
No soy capaz siquiera de matar a un cangrejo.
Incluso me conmueve ver colorear un pez fuera del agua.
No conozco de trucos ni pócimas capaces de sanar;
                      nunca he matado a nadie.
Nada entiendo de arados ni de recolecciones.
Desconozco el placer de ver crecer aquello
cuya semilla deposité en un surco.
Durante muchos años me he sentido orgullosa
de saber ejercer un oficio antiquísimo:
proporcionar placer
(y a la vez ser capaz de recibirlo).
Mas ahora he aprendido que tampoco en la cama
soy insustituible
                       aunque tengo muy alto el umbral del dolor
                       y grandes aptitudes para ser humillada.
De amor, mejor ni hablar:
no hay nada más inútil en la tierra
que lo que no podemos retener.
De modo que lo único que tengo
es mi tenacidad para unir noche y día
una palabra a otra.
Con ellas formo frases
                       que a su vez forman párrafos
que a su vez son historias,
pero es algo que muchos son capaces de hacer,
tal vez mejor que yo.
                                           O con más éxito.

De modo que aquí estoy.
Tengo treinta y seis años.
No sirvo para nada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario