martes, 17 de marzo de 2020

Zapatitos de Venus en roca pura - Presa Pontón de la Oliva, Patones

Este lugar fue arrebatado a la piedra por 1.700 hombres y 400 bestias que construyeron una presa para llevar el agua hasta Madrid. Nuestra preciosa ciudad consumía por aquel entonces 7 litros por habitante al día acarreados por aguadores desde las fuentes y eso era insuficiente y también insalubre. Se necesitaba agua corriente en las casas, para baldear las calles y para los vecinos nuevos que cada vez eran más.

Los hombres excavaron y las bestias cargaron y la presa, la primera que se hacía construir Madrid nació demasiado pequeña y hubo que levantar poco a poco, muchas más.

En nuestros días, una obra como esta hace pensar cómo sería el Madrid de 1857 que creyó poder apagar su sed con esta miniatura. El tiempo ha pasado y el lugar es una reliquia muy hermosa. Es impresionante recorrer la pasarela volada sobre la roca mientras el agua del Lozoya discurre por los aliviaderos, contemplar el vuelo de los aviones que en primavera anidan aquí felicísimos; el prado esmeralda en el que pastan las vacas con sus terneritos y si hay suerte además de escuchar, ver al bellísimo pájaro de Leopardi, el roquero solitario. Al otro lado, siempre hay alguien practicando escalada.

En primavera, las margaritas, los piornales florecidos y un milagro: los zapatitos de Venus, esas orquídeas que brotan audaces de la pura roca.

Y este texto que pertenece a mi libro La salvaje belleza alada:






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