El día amaneció crudo y desapacible, y ¡Oh sorpresa!, los tejados estaban blancos de nieve; había llegado el invierno a Madrid. Abajo, en la plaza donde convergen las vías principales de la ciudad, estaba todo negro y fangoso; carros y mulas con alegres campanillas, cocheros y simones, iban y venían ...
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¡Capital de España ¡ay, no,
qué ajada te me muestras!
De lo que te hacía española,
¡qué poco conservas!
Te pareces a Viena o a París,
no eres más España;
del norte, las nubes frías
en ti se ensañan.
Gris, húmeda, enlodada y cruel,
así eres tú.
¿En el norte días fríos y enlodados?
¡Ja, ja ja!
Peor los estoy pasando yo en Madrid,
¡capital desierta!
de española ¿qué te queda, di?
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