Maribel Orgaz - info@leerenmadrid.com
En el 680 a.C. Arquíloco, poeta del que se conservan algunos versos y que con su lanza se ganaba el pan, escribió:
Yazgo infeliz, por la pasión vencido,
sin vida, hasta los huesos traspasado
de fieros dolores que los dioses me envían.
En la exposición Agón, La competención en la antigua Grecia, en Caixaforum puede verse un retrato del poeta (hasta el 15 de octubre). Esculpido casi cien años años después de su muerte, no se sabe con certeza si es fidedigno.
El precursor de la poesía íntima e individualista era hijo de una esclava y un noble griego, su prometida Neobula fue entregada a otro hombre por el padre; conoció al gran Giges de Lidia, a quien Platón atribuyó poseer un anillo de invisibilidad y así llegar al poder.
Nacido en la isla de Paros, murió luchando en su defensa. Arturo Pérez Reverte ha escrito un hermoso artículo de un viaje a su tumba.
Arquíloco, que se lanzó feroz y fogoso a través de la vida, Nietzsche.
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