viernes, 30 de junio de 2023

La novela negra es un puñetazo y los puñetazos duelen - La ley del Padre, Carlos Augusto Casas - Ediciones B

 


Carlos Augusto Casas, periodista de investigación, director de la colección de novela negra y policiaca Estrella Negra es también un autor de éxito. Sus relatos han aparecido en numerosas antologías, pero sería en 2017 cuando su carrera literaria despegó y lo hizo con su primera novela, Ya no quedan junglas adonde regresar, que recibió, entre otros, el Premio Wilkie Collins de Novela Negra,  el Premio Tuber Melanosporum, Premio Novelpol, Premio Ciudad de Santa Cruz y Premio Tormo Negro; además de ser finalista del Premio Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón y nominada al Tormo Sangriento Ciudad de Cuenca.  En 2021 publicó El Ministerio de la Verdad, un thriller ambientado en la España de 2030 y hace unos días, hemos sabido que la adaptación al cine de Ya no quedan junglas adonde regresar será interpretada por Ron Perlman. En un año de acontecimientos para Augusto Casas, también ha visto la luz su nueva novela La ley del padre, el motivo de esta entrevista. 


La novela negra, ¿el último refugio de la narración?

La novela negra es un refugio de muchas cosas. No solo de la narrativa, también del realismo, del costumbrismo, de lo políticamente incorrecto, de la crítica social y sobre todo del entretenimiento sin complejos. Entendiendo que entretener a los lectores es algo positivo, porque parece que ahora el término entretener tiene una connotación peyorativa. Se asume que la literatura que entretiene no puede tener valor literario. Algo con lo que estoy en desacuerdo. El largo adiós, por poner un ejemplo clásico, es una de las mejores novelas norteamericanas de todos los tiempos.


En un artículo de prensa, el escritor Carlos Zanon decía que el problema de muchas de las novelas del género era que sus autores no “bajaban a la calle”.

Creo que esto sucede más en los thrillers que en las novelas negras, porque pueden incorporar más elementos fantasiosos, no tienen por qué estar tan pegados a la realidad como la novela negra. La verosimilitud es fundamental en el género, y eso solo se consigue con grandes dosis de verdad. Y la verdad está en la calle, en los bares, en las conversaciones susurradas para que nadie las escuche. La novela negra tiene que ser un puñetazo. Y los puñetazos duelen.


Tu nueva novela está ambientada en el Barrio de Salamanca, “dinero viejo”, ¿cómo hacen generaciones de una misma familia para ser oro viejo?

Porque lo tienen y saben conservarlo. Son familias que se cuidan de tejer un entramado de relaciones con otras familias influyentes. Una suerte de endogamia para que el tiempo pase, pero todo se quede en casa. Además que contar con medios económicos hace que triunfar en la vida sea mucho más sencillo. Ellos cuentan con la ventaja de poder fracasar sin que haya consecuencias, algo impensable para un ciudadano medio.  



En este sentido habría que mirar a los descendientes calavera, los que ponen el contador a cero de las grandes fortunas, como un acto de justicia.

En la mayor parte de los casos, los calaveras actúan como tal durante un periodo de tiempo limitado. La mayoría vuelven al redil familiar en cuanto se dan cuenta de la posición de privilegio que tienen en la vida. Hay muy pocos que despilfarren el dinero familiar hasta quedarse en la ruina.


¿Qué dicen tus lectores de esta novela, qué te ha sorprendido de sus comentarios?

Lo que más me dicen es que en mi novela no hay ni un solo personaje bueno. Lo cual me gusta porque eso dota a los protagonistas de realismo. Huyo del maniqueísmo de personajes blancos o negros. Todos tenemos una parte mala y buena, vivimos en una constante escala de grises. Y eso es algo que quería contar en La Ley del Padre. Que los lectores se identificaran con algunos comportamientos más que con los personajes en sí.


¿Los nórdicos fueron la gran sorpresa del género, en dónde hay que poner el interés ahora?

No es algo nuevo, pero creo que se están haciendo cosas muy interesantes en Sudamérica. Tanto la literatura negra argentina, como la mexicana. Con autores como Nicolás Ferraro o Natalia M. Alcalde. Pero no hay que olvidar nunca a los norteamericanos que siguen manteniendo el listón muy alto.





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