Hace unas semanas se clausuró la Feria del Libro de Frankfurt y su director, Juergen Boos explicaba en una entrevista que esta edición estaba dedicada a Filipinas, "un país rico y diverso, con más de 130 idiomas y 6.000 islas, repleto de millones de historias".
A nadie se le escapa que los editores llevan tiempo con la mirada puesta en Asia y que la concesión en 2024 del Premio Nobel de Literatura a la escritora surcoreana Han Kang no hizo más que confirmarlo.
Si editores y académicos bucean más allá de nuestros mercados habituales, los lectores, por su parte, han recibido con entusiasmo los éxitos japoneses y surcoreanos del nuevo género literario denominado feelgood.
Es una buena señal para que la industria continúe buscando otros relatos de mundos cada vez más alejados.
El fenómeno es, con todo, de más calado que el de las artes por que lectores y también espectadores vivimos inmersos en la transformación del dominio de una sola cultura emitida desde un único foco a una fragmentación con otros emisores y sus visiones. Es imposible obviar la presencia de relatos del nuevo mundo tripolar o multipolar si se prefiere.
Filipinas, Corea del Sur y Japón con su gran impronta de cultura occidental, son refrescantes, son novedosos pero no extraños. La buena acogida de sus literaturas, música, películas y series en qué medida se debe a que tienen la dosis justa de diferencia.
Vito Sinopoli escribía en la revista TIVU que se ha producido un desacoplamiento creativo. Las películas y series estadounidenses han sufrido una caída en su demanda del 30% "los principales servicios de streaming están trasladando su inversión a Europa Occidental y la región Asia Pacífico". Y añadía, se acabó el tiempo de las producciones colosales y la megalomanía visual.
Para descender a lo micro, y dejar cifras al margen, en los comentarios de algunos espectadores al drama Songs Within (Filmin), uno de ellos lo sintetizaba así: "realmente excelente, ideal para descansar del mundo anglosajón".
La escritora Fátima Bhutto en su libro, Los nuevos reyes del mundo afirmaba: "la cultura popular estadounidense no resultaba atractiva universalmente pero durante muchas décadas fue la única cultura global disponible".
Parece que el lector y espectador sienten, de manera cada vez más frecuente un déjà vu en los temas y la manera de enfocar lo que nos cuentan.
Al terremoto, y la industria apenas lo menciona, han contribuido el teléfono móvil y la guerrilla youtube subiendo grabaciones sobre la vida diaria en Kuala Lumpur, el mejor pan de Pakistán, los bailes masculinos en las bodas de Yemen o cómo resisten los vecinos el clima de Yakutia. Un material inmenso de miles de microhistorias desde tantos y tantos lugares del mundo que han carcomido el mainstream: demasiado relamido, demasiado lento... demasiado unidireccional.
El director de cine, Jaime Rosales lo diagnosticaba así "crisis de estandarización y crisis de aburrimiento (...) crisis de diversidad ligada a una sobreabundancia productiva con un estrecho margen expresivo" y la escritora Chimamanda Adichie lo advirtió hace tiempo "el peligro de la historia única".
La tendencia también señala a diferentes disciplinas artísticas que "llevan años mirando a otras geografías de forma significativa", explicaba Alex Vicente en un artículo, "la geografía del arte continúa desplazándose hacia el Golfo con proyectos como el nuevo Guggenheim de Abudi Dabi, pero también la antena que Art Basel abrirá en Qatar en febrero".
En general, las industrias culturales están intentando asumir este cambio tectónico.
Los editores no lo tienen fácil ya que se enfrentan al desafío de investigar, seleccionar y traducir de una inmensa producción literaria en una gran variedad de lenguas: "Filipinas, 130 lenguas", ya lo advertía Boos.
Es una incógnita hasta qué punto vamos a ser capaces de ampliar nuestro interés, de subirnos a ese tren pero "es imperioso", afirmaba el escritor de ciencia ficción argentino Michel Nieva "contar el futuro desde perspectivas que no sean Silicon Valley como centro de poder".
En la reciente Feria del Libro de Sharjah (EAU), el director de Publishnews, Lorenzo Herrero escribía en su crónica Entrando a un nuevo mundo que el único editor español presente en la feria fue Quique Olmos, del Grupo Editorial Sargantana [editores de mi libro, Mujeres en la Historia de Madrid].
Países como España, Holanda y Dinamarca, se lamentaba Luis Pegenaute Rodríguez en una ponencia sobre la traducción de obras literarias foráneas a lenguas nacionales "la preponderancia del inglés, repito, es impresionante".
"Una de las grandes fortalezas de la literatura contemporánea es precisamente esas nuevas historias y voces que se escuchan y valoran, justamente aquellas que antes eran ignoradas", Beatrice Salvioni.
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