Durante este semestre, en la UP Miguel Delibes (Alcobendas, Madrid) y de manera presencial, imparto un curso al que he denominado, Escribiendo en el centro del margen. Un repaso a tres de las grandes literaturas populares: la novela romántica, el género que más vende en todo el mundo; la literatura de ciencia ficción, de pocos lectores pero inspirador de series y películas que atraen a millones de espectadores y el género negro, el único capaz de contar la verdad en nuestras sociedades capitalistas sin la aridez de los ensayos sociológicos.
En abril, dejamos atrás la denominada ficción especulativa o ciencia ficción, la proyección social de los avances en ciencia y tecnología. Hasta hace poco, un hombre nacía y moría en el mismo mundo pero con la Revolución industrial sobrevino un gran cambio. Hoy en día, el proceso se ha acelerado hasta comprimir en 10 años lo que hasta la Segunda Guerra Mundial podía proyectarse en 50.
Durante dos sesiones, hemos abordado desde Isaac Asimov a Úrsula K. Leguin, ese extraño en el género que es el polaco Stanislaw Lem o el nihilismo del cyberpunk: la convivencia de alta tecnología y una sociedad de pobres en la que nadie será capaz de imaginar una revolución.
Hemos resaltado las consideradas mejores distopías del género: Un mundo feliz de Aldous Huxley y El cuento de la criada de Margaret Atwood y reflexionado acerca de la advertencia de la ciencia ficción argentina, según la cual el sistema ha indoctrinado de tal manera al escritor que sólo es capaz de profundizar en su lógica subjetiva sin altos vuelos de la imaginación. "Lo que nos falta", afirmaba Martín Felipe Castagnet, "son más mundos y menos utopías".
Y antes de terminar nuestras dos clases con la ciencia-ficción china, abordamos la producción de los escritores rusos y españoles, y en éstos, esa peculiaridad que es Cádiz.
"Los escritores rusos", explicaba Ricardo San Vicente, profesor de literatura rusa en la Universidad de Barcelona; "se fugaron al futuro". La censura en la Unión Soviética impedía la crítica a través de grandes frisos sociales y ambientaron su narrativa en una vuelta al campo, en héroes aplastados por el régimen zarista, relatos de la Gran Guerra Patria o en la familia y la vida íntima.
En nuestro país hay un fenómeno curioso. La provincia de Cádiz concentra el mayor número de escritores de ciencia ficción de toda la península. Se ha escrito incluso una tesis doctoral sobre esta peculiaridad, La ciencia ficción en Cádiz por Marco Antonio Marcos Fernández, también autor de varias novelas del género. Desde el prolífico Ángel Torres Quesada a Rafael Marín, el internacionalmente conocido Félix J. Palma, Jesús Cañadas, Joaquín Revuelta, Carmen Moreno o Javier Marcos todos son gaditanos.
"La ciencia ficción en Rusia", reflexionaba San Vicente en la mesa redonda convocada por la Librería Gigamesh, especializada en el género, "fue fomentada por el régimen porque era un lugar menos ideologizado y difundía optimismo sobre el avance de la ciencia".
En la España del siglo XIX, la próspera y liberal Cádiz promulgó la primera Constitución y la libertad de imprenta, era el enlace comercial y cultural con Hispanoamérica, su burguesía ilustrada, sus comerciantes tenían conexiones con toda Europa. Esta posibilidad, que era el germen para un cambio de época, fue aplastada por una amalgama de poderes retrógrados: monarquía absolutista, una Iglesia cerril, grandes latifundistas. Pasear por esta ciudad es hacerlo en un trazado congelado en el tiempo como una pompeya arrasada y petrificada.
Durante nuestra última clase y al hilo de las reflexiones de San Vicente hablamos de la estrategia política china con sus autores de ciencia ficción. El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin, 劉慈欣 , escrito por un ingeniero que trabajaba en una presa, fue traducido y publicado al inglés para optar a los Premios Hugo, lo más importantes en su categoría. La versión para el lector chino fue podada, como advertía Cixin que recomendaba su lectura en inglés para conocerla íntegra. La película basada en esta novela se convirtió en un hito mundial de taquilla. Es lógico que China considere este género una oportunidad de propaganda, al igual que anteriormente hizo la Rusia soviética.
"Pero en 1985, con la Perestroika, la ciencia ficción desapareció, los escritores estaban en ella por otros motivos". Ricardo San Vicente.
En 1963, Ángel Torres Quesada publicó Un mundo llamado Badoom mientras trabajaba como panadero. Fue el comienzo de una carrera literaria con más de doscientos títulos y el primero en abrir camino a toda una generación de escritores.
Cerramos nuestra última clase con un debate acerca de si la llamada teoría de la fuga rusa podía aplicarse a este fenómeno singular, si la destrucción de la dinámica sociedad gaditana fue ya definitiva en los años 60, a través de la construcción masiva del turismo de costa y la penetración del narcotráfico y la economía mafiosa. Si es posible atribuir la respuesta de una parte de sus hombres y mujeres a una escritura que intentó una huida al futuro, la construcción de un puente sobre un presente incapaz de generar prosperidad para todos.
Finalizamos nuestro repaso a la ciencia ficción con una pregunta ¿han proyectado los escritores gaditanos una alternativa al gigantesco reto de la nueva economía del conocimiento para su ciudad y por extensión, para todos nosotros?
Gracias Maribel, un buen resumen de lo que hemos aprendido estos meses y que me ha creado personalmente un interés por géneros que no había contemplado.
ResponderEliminarGracias Lola, que de eso se trata. Un abrazo, Maribel
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