Necesitamos palabras hermosas
"El barrio es un territorio emocional", explicaba en un encuentro con lectores, el escritor Javier Pérez Andújar, "pero también estaba en contra de ti".
El pasado lunes, en el curso que imparto en la UP Miguel Delibes de Alcobendas (Madrid), Una novela, una ciudad; hablamos sobre Paseos con mi madre del escritor Javier Pérez Andújar, una mezcla de autobiografía y crónica lírica de su infancia y adolescencia en un barrio obrero catalán.
Andújar, como buena parte de la generación europea de los 60, creció en el extrarradio hiper hacinado hasta el que sus padres llegaron en busca de una mejor oportunidad. "Antes que a Barcelona pertenezco a la internacional de los bloques: viendo un vídeo del puente de Vallecas es como si viera San Adrián".
La periferia es un paisaje configurado por bloques apiñados en medio kilómetro cuadrado en los que viven 17 mil personas. El pueblo de Pérez Andújar, San Adrián junto al río Besós era también el del crecimiento desmesurado, el de la necesidad de vivienda del millón y medio de inmigrantes interiores, de Andalucía llegaron 850.000, que buscaron en Cataluña entre 1940 y 1970 una mejora en sus condiciones de vida.
Este San Adrián de Paseos con mi madre tenía calles como grietas entre moles de cemento, el río más contaminado de Europa y una central térmica avistada desde los balcones que los vecinos llamaban chernóbil.
“No me siento identificado con mi barrio, allí no se podía leer ni hablar de libros con nadie, lo que me interesa es el aparato cultural que me salvó y que no lo era". Publicidad en los buzones, nombres de calles, carteles en las paredes. Todo aquello que permitía salir de allí porque, en sus propias palabras, el barrio era una cárcel. "Los transportes públicos, las bibliotecas públicas, por ahí podré escaparme yo de todo esto".
Durante semanas, Andújar recorrió los barrios por las mañanas y escribió cada tarde sobre ellos. Paseos con mi madre se estructura en 15 capítulos que describen La Mina o Ciutat Meridiana pero también sus primeras lecturas, los tebeos de Ibáñez y las reivindicaciones vecinales de un autobús o una parada de Metro, las protestas por los defectos en la construcción de las viviendas. "Barcelona vive de espaldas al mar y a su gente porque no siente nada por ellos".
De este deambular por una geografía y una época, surgen recuerdos como acompañar a su amigo Toni Disco a los concursos de pintura rápida en los que, entre ladrillos y adoquines no sabía qué dibujar para terminar ambos tomando cerveza en un bar. "Nuestros paisajes", reflexionaba Antonio López, "están muy poco pintados".
Y a esto se añade que la literatura carece también de retratos de la periferia: hay una carencia de narrativa sobre la subcultura urbana de estos lugares, afirmaba Manuel Vázquez Montalbán. "Hay que narrar la vida que ocurre aquí", Pérez Andújar, “todas las periferias se parecen porque están hechas de la misma gente".
Qué es lo exótico, nos planteamos en clase, qué es la literatura de viajes. El llamado turismo por la miseria que hoy en día recorre en tours organizados, los vertederos de Camboya o los slum de la India, ¿podría ofrecer la visita con idéntico exotismo a estos nuevos lugares gigantescos llamados Programas de Actuación Urbanística, PAU? "Es tan fácil ser pobre en Barcelona como en cualquier otra parte del mundo".
En La Mina, en donde se grabaron películas como El Vaquilla y se dieron a conocer delincuentes juveniles como el Torete o el Fitipaldi, ahora hay una biblioteca "que significa para un barrio lo que la selva del Amazonas para todo el planeta. La gente va allí a respirar a través de las hojas de sus libros".
Antes, "todo era tangible", ¿pero hoy?, se pregunta. En dónde manifestarse en contra de las condiciones laborales o los bajos salarios. Subcontratas de subcontratas de uniones temporales de empresas que a su vez están conformadas por bolsas de inversionistas que se mueven de un negocio a otro buscando cuanta mayor rentabilidad mejor. Políticos que siguen directrices lejanas y se pliegan a intereses opacos.
"Aprendo a leer en los carteles de las calles como llamadas perdidas, flotando igual que algas en el océano de las ciudades".
Los domingos pasea con su madre siguiendo la orilla del Besós, "en la islita hay garcetas y garzas reales, tortugas, patos, cormoranes, ranas", comienza su descripción. Antes había ratas, "con sólo cambiar una letra puede transformarse el mundo, esto es lo que saben los poetas".
A lo lejos, un barco saca arena del fondo del mar para regenerar las playas de Barcelona. Más allá de los barrios aún se construyeron bloques en medio de la nada que el escritor denomina trasbarrios, "la especulación rebañando la cazuela"; polígonos y descampados achicharrados "como si ya no valiera la pena habitar el mundo".
Andújar visita su barrio en el que "la gente que llegó de los lugares más pobres de España ahora está cediendo su hueco a la gente que llega de los lugares más pobres del mundo" y se sabe fuera de él: "ser un desclasado me ha servido para no pertenecer a nada en la vida, y en la nada puede sobrevivir uno".
Cuando el escritor vuelve al bloque ya no reconoce a nadie, "las almas me las he llevado en los viajes".
Sigue leyendo sobre otras clases impartidas en este ciclo.
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