Quién es Naomi Klein
Es una periodista de investigación canadiense que colabora habitualmente en periódicos como The Guardian, The Nation o la revista Harper´s Bazar y autora de varios ensayos de gran impacto. Muy comprometida social y políticamente y una de las intelectuales más interesantes de las últimas décadas.
Diría que su núcleo principal es su bien fundamentada crítica al capitalismo. Sus trabajos están muy bien documentados y han marcado un antes y un después en la forma de hacer investigación periodística que es indispensable para descifrar los desafíos actuales y futuros.
Desde su primer libro, No logo. El poder de las marcas (1999) a La Doctrina del Shock (2017), Esto lo cambia todo (2015), Decir No no basta (2017) y Doppelganger (2023), entre otros, todos han tenido una gran impacto.
Cuál es su aportación.
El nudo de su contribución está en lo que ella llama el capitalismo del desastre y que desarrolla en profundidad en su libro central La Doctrina del Shock, publicado en 2007.
Klein constató que después de una gran crisis, de desastres naturales – tsunamis o huracanes- o guerras, que sumieran a la población en estado de shock, se actuaba de la manera más rápida posible, mientras los ciudadanos estaban sumidos en el trauma, para imponer cambios rápidos e irreversibles que permitieran instaurar una versión fundamentalista del capitalismo.
Para Klein, la crisis financiera del 2008, el huracán Katrina (2005), el tsunami del Índico (2004), los atentados de las Torres Gemelas (2001), la invasión de Irak (2003) o la Guerra de Malvinas (1982) entre otros tantos ejemplos que analizó, generaron unas condiciones de shock en la población local para que permitieron la implementación de medidas económicas de libre mercado.
Estas medidas, que representan la versión fundamentalista de un tipo de capitalismo, también llamado neoliberalismo, tienen a su máximo ideólogo en Milton Friedman y sus discípulos de la Escuela de Chicago.
Friedman, gurú del capitalismo de libre mercado, vio en cada crisis, guerra y desastre una oportunidad inestimable para recortar derechos sociales e implementar medidas económicas, políticas y sociales que permitieran al mercado actuar a su antojo sin restricciones. La idea de aprovechar las crisis era su modus operandi porque la forma fundamentalista de capitalismo siempre necesita de catástrofes para desplegarse.
Según Naomi Klein, él es el propulsor y defensor acérrimo de la economía global e hipermóvil en la que vivimos actualmente. Él fue quien articuló el núcleo de la panacea táctica del capitalismo contemporáneo, según la autora canadiense, la doctrina del shock.
Además, hay que recordar que Milton Friedman y sus chicago boys aprendieron la importancia de actuar rápidamente en una situación de crisis en Chile, con el dictador chileno Augusto Pinochet. Después, lo exportaron a otros países como Argentina, durante el gobierno militar de Jorge Videla.
Si Slajov Zizek afirma que el capitalismo necesita de su base política indispensable, la democracia, ¿es un contrasentido que el gurú del libre mercado, Friedman, encuentra el lugar idóneo en gobiernos dictatoriales y juntas militares?
Klein es contundente en sus argumentaciones. Ella defiende que para realizar una transformación radical de la estructura social, política y económica de los países – especialmente latinoamericanos - era indispensable aplicar una terapia de shock en forma de campos de tortura de la población. De esa manera, cortaban de raíz toda posible resistencia social a los cambios y se podía favorecer el despliegue del libre mercado. ¿De qué otra forma se puede hacer para mantener la estructura de desigualdad social brutal, que atravesaban a estas sociedades, sino es mediante el terror de las torturas.
Muchos observadores en Latinoamérica se dieron cuenta de que existía una conexión directa entre los shocks económicos que empobrecían a millones de personas y la epidemia de torturas que castigaban a cientos de miles que creían en una sociedad distinta, escribía Klein y yo creo que de manera acertada.
Año tras año somos espectadores, o experimentamos, las crisis, las guerras o los desastres que se suceden y el posterior desmantelamiento social y económico para así reproducir las estructuras de desigualdad social tan características del capitalismo del desastre. Unos grupos minoritarios, el 1% de la población, hacen caja con las crisis, los desastres y las guerras, frente al empobrecimiento del 99% restante.
En el 2020 hemos vivido a nivel planetario, un virus. Un desastre en toda regla. ¿Quiénes han sacado los mayores beneficios? Según Naomi Klein, los dueños de las empresas tecnológicas y las farmacéuticas. Quien más ganó fue Jeff Bezos, el dueño de Amazon, y Google. ¿Qué tipos de cambios sociales, políticos y económicos habrá de soportar la población mundial?
Muchos intelectuales, incluido Zizek y Byung Chun Hal, se lanzaron a la carrera de intentar explicar porqué un virus fue una oportunidad para cambiar el estado de las cosas. Otros han considerado que esto no hará más que encadenar mayores recortes de derechos sociales y políticos y profundas transformaciones económicas que empobrecerán aún más a la población. Con la excusa del virus, argumentan, se comenzaron a normalizar, gracias a la tecnología, los instrumentos de vigilancia masivos que encierran las sociedades totalitarias y que, en otro contexto, no lo hubiésemos aceptado.
Cuál sería el contrapeso a estos grupos depredadores que parecen calibrar bien a los países en donde pueden desatarse.
Klein despliega una documentación impresionante para mostrar la intrínseca relación entre las catástrofes y las crisis con el capitalismo del desastre y defiende que las formas de resistencia que funcionaron, tras un shock, estuvieron basadas en la colaboración y la resistencia popular.
La gente, los ciudadanos, los pueblos son quienes tienen la capacidad de cambiar el estado de las cosas. Para avalar esta aseveración, Klein recurre a todos los ejemplos de organización popular como recuperación y reconstrucción de fábricas quebradas por las crisis económicas, reinventándolas.
Esto se puede ver en el documental que realizó, La Toma (2004), en el que narra cómo un grupo de trabajadores argentinos recuperaron en forma de cooperativas, las fábricas cerradas por la crisis del 2001.
O cómo, posteriormente al tsunami del 2004, y a diferencia de lo que sucedió en Shri Lanka, en Tailandia, una herramienta eficaz de resistencia contra las grandes corporaciones turísticas, fue la re-invasión de sus tierras por los lugareños. La reivindicación más importante la llevaron a cabo los pueblos de pescadores indígenas, los moken, que se reunieron y volvieron a sus tierras, recuperándolas de las grandes corporaciones del turismo.
Los movimientos de renovación populares locales son un recordatorio de que, pasado el shock, dice Klein, la gente puede resistir y construir alternativas. Y escribe que “toman lo que encuentran, lo arreglan reforzándolo, haciéndolo mejor y más equitativo. Sobre todo hacen acopio de resiliencia. Para cuando llegue el próximo shock.”
Naomi Klein nos da un atisbo de esperanza al recordarnos que todos aquellos que, de una forma u otra, estuvieron relacionados con la implementación de las medidas de libre mercado, a partir de la década de 1970, especialmente de América Latina, para el 2006 habían sido juzgados por genocidios, corrupción, enriquecimiento ilícito y varios cargos más o, estaban en la cárcel.
Por lo tanto, así como nos relata el desastre y lo que ha sucedido a posteriori, también nos da cuenta de todas aquellas formas de resistencia populares que se han ido sucediendo.
Ahora que estamos sometidos a un shock tras otro, cuál es la deriva según Klein que puede darse.
Para la autora, existen dos alternativas. Como bien describió en La Doctrina del Shock, una de ellas es la expansión y desarrollo de la ideología del libre mercado que arrasa con todo junto con las terapias del shock que tan detalladamente analiza.
Sin embargo, en su libro Todo puede cambiar, publicado en el 2015, en el que aborda la relación entre capitalismo y cambio climático, considera que es tan urgente la necesidad de evitar la catástrofe climática que se nos presenta la oportunidad de hacerlo bien. Que seamos capaces es otra cosa.
La repuesta a la amenaza climática es tan apremiante que podría llevarnos hacia senderos cooperativos inimaginables. Es más, considera tan urgente la necesidad de actuar frente a esta crisis profunda, que propone una especie de Plan Marshall del clima, un New Deal climático, para transformar radicalmente nuestras sociedades en el plano político, económico y cultural. Así, escribe que, finalmente, el problema es menos técnico que político. Se trata de tomar las decisiones políticas necesarias para hacer frente a lo que se viene.
Según Klein, es necesaria la transformación del orden actual y para ello, la gente que sufre los efectos del desastre climático deben imperiosamente unirse con el objetivo de crear una fuerza determinada y plural para romper con el sistema de poder dominante. Podría ser una gran oportunidad.
Klein quizá como los anteriores autores de los que hemos hablado parecen haber logrado acceso a la gente sin intermediar con el entramado académico.
Creo que su capacidad se debe a la utilización de medios de comunicación fuera de la academia y muy masivos como Internet. Y, también, a su activismo político y su compromiso que la han llevado a ser muy visible para el público.
Mis inquietudes me siguen llevando más al terreno de Mark Fisher y de Didier Eribon. La primera de ellas es más personal ya que, finalmente, Naomi Klein puede permitirse este activismo y este trabajo porque proviene de los sectores más favorecidos. Creo que es importante saber desde dónde está reflexionando, cuál es su posición social.
Es la contradicción que señaló Zizek sobre una izquierda que habla sobre acontecimientos que sumen a las personas en un desastre, las impelen a rebelarse y luchar mientras que, debido a su clase social, algunos de estos pensadores, no se verán esencialmente afectados por ellos.
La segunda cuestión, está muy ligada a los trabajos de Fisher y de Zizek, y tiene que ver con la protesta y la incógnita de ¿cómo hacer para crear alternativas que no sean cooptadas y normalizadas por el capitalismo? ¿Es la urgencia climática otro elemento del que el capitalismo va a apropiarse, aunque sea una gran contradicción, y sea demasiado tarde?
Vuelvo sobre la frase de Zizek: "somos capaces de imaginar el fin del mundo pero no del capitalismo".
Mientras escribía las respuestas a esta entrevista, escuchaba a Lisandro Aristimuño
Sigue leyendo las entrevistas a Virginia Baudino, socióloga:
La meritocracia es una trampa - Regreso a Reims, Didier Eribon
Las enfermedades mentales son también una consecuencia de este capitalismo. Realismo capitalista, Mark Fisher
Una sociedad profundamente cansada - La sociedad del cansancio, Byung-Chul Han
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