Maribel Orgaz - @leerenmadrid
El escritor George Orwell escribió en 1948, una novela que ha sido considerada el comienzo de una nuevo género independiente de la narrativa de ciencia-ficción, el distópico.
1984 fue escrita por un hombre enfermo de tuberculosis que murió pocos meses después con apenas 46 años y que hubo de celebrar su segundo matrimonio en la cama del hospital. Sus biógrafos afirman que era consciente de su agonía y este último texto pudo haber sido una despedida luminosa y agradecida por lo vivido pero Orwell escribió un adiós lleno de oscuridad y desesperanza.
George Orwell fue policía en Birmania, una experiencia que le hizo tomar conciencia de la brutalidad de la colonización inglesa, combatió en la Guerra Civil española y fue herido de bala en el cuello. Conoció la pobreza casi mendicante en el París de Hemingway y en su Londres natal cuando intentó vivir de su escritura.
1984 es maniquea y poco sutil, y no es un gran texto desde el punto de vista literario pero es absolutamente creíble y sus lectores continúan acudiendo a ella con interés renovado e indiferentes al ninguneo del establishment académico. La novela ha vendido más de 30 millones de ejemplares en todo el mundo y se ha traducido a 65 idiomas.
Este negro futuro de la humanidad tiene, según sus editores ingleses, picos de venta significativos, ya sea porque Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos o porque millones de personas en decenas de países fuimos encerradas por un virus.
La humanidad, en 1984, se reparte en un mundo dividido en tres grandes potencias que subyugan a su población con el control absoluto de un nivel de vida de apenas subsistencia con la excusa de costear una guerra de la que desconocen sus motivos y quiénes van a combatir en ella. Esa economía de guerra consume todos los recursos e impide una vida digna.
En la vida diaria, las telepantallas controlan cada movimiento y cada gesto de los ciudadanos, las relaciones entre miembros del partido están prohibidas, los niños denuncian a los padres, las casas se caen a trozos, huele a repollo cocido y el jabón raspa la piel.
En este mundo multipolar no hay diferencias en el ejercicio absoluto del poder en ninguno de los tres estados, a pesar de que la novela, a menudo, es objeto de una lectura limitada, como si sólo se tratara de un gran alegato en contra del comunismo.
Orwell no pudo imaginar que en un futuro llevaríamos la telepantalla sin obligación, el teléfono móvil y acertó en que la escritura a mano sería una rareza.
Las distopías, un género hipertrofiado por las series, afirma el filósofo Francisco Martorell Campos en su libro, Contra la distopía amplifican el desaliento y la desconfianza, son síntomas de la desesperanza social, el ascenso del individualismo neoliberal y la impotencia como emoción sobresaliente.
1984 culpa al Estado y a la ingeniería social, continúa Martorell, de amargarnos la existencia y diluir nuestra individualidad en algún colectivo más basto, "pero ahora, la realidad, es al revés. La economía impone que cada uno se haga cargo de sí mismo, sin esperar socorro del Estado".
Cuáles son entonces, los motivos por los que esta novela continúa leyéndose si el escenario en el que vivimos no tiene el menor parecido y en general, es todo lo contrario: el Estado cada vez más reducido apenas protege de la lógica del mercado, del neoliberalismo, a sus ciudadanos: "el yo posmoderno necesita imaginar contextos hostiles e insuflarse miedo artificialmente para creerse héroe sedicioso y alimentar su narcisismo. Fantasear con malvados planificadores sociales", afirma Francisco Martorell.
El escritor argentino Juan Mattio en una mesa redonda sobre el género de las distopías afirmaba que al boom de las distopías ha contribuido también el mercado, "se venden mejor que las utopías y la realidad es que el mundo, estadísticamente, se va a la catástrofe. Cada vez es más difícil imaginar mundos mejores".
Lo interesante de las distopías, coinciden ambos, no es lo que anticipan, sino el análisis que hacen del ahora, su reflexión sobre el presente, y si existe la posibilidad de rebelión o resistencia.
1984 de George Orwell forma parte del curso que imparto hasta el mes de junio, Libros visionarios, en la UP Miguel Delibes de Alcobendas.
Hay que construir otra belleza - Alessandro Baricco - Los bárbaros, The game y Homero, Iliada fue otra de las clases impartidas en el marco del curso, Libros visionarios.
En la Universidad Popular Miguel Delibes y destinado a adultos, he impartido varios cursos de literatura: Benito Pérez Galdós, Miguel Delibes, la literatura de la Guerra Civil española, Crónica periodística, Premios Nobel de literatura, el ciclo Una novela, una ciudad, Una mujer, una obra, Escritores en el centro del margen, Narradoras españolas contemporáneas, etc.
Todos ellos muy bien recibidos y siempre completos.
Puedes leer sobre algunas de las clases impartidas con anterioridad en el ciclo: Una novela, Una ciudad; en estos link:
Calles que quedan fuera de la historia - La Barcelona de Javier Pérez Andújar
El Aranjuez de José Luis Sampedro
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